Benjamín Vicuña viste una remera negra, está un poco despeinado y sostiene el celular con una mano. Está de vacaciones en Zapallar, en la costa chilena junto a su prole, y charla con El País antes de volver a Buenos Aires y a la rutina del año.
El chileno que hizo cine y teatro antes de consagrarse como estrella internacional gracias a títulos como Don Juan y su bella dama, donde fue el antagonista de la historia entre Joaquín Furriel y Romina Gaetani, la española Los hombres de Paco, y la serie de HBO, Prófugos. Desde entonces protagonizó varios éxitos de en la pantalla argentina como Herederos de una venganza, La dueña y Farsantes. También hizo mucho cine y ganó su primer Martín Fierro, en 2022, por la serie El primero de nosotros.
La excusa para hablar con Vicuña es El silencio de Marcos Tremmer, película de Miguel Ángel García de la Calera filmada en Uruguay y España, donde interpreta a un uruguayo, enfermo terminal, que no quiere que sus allegados sufran por él.
—Hace un par de años trabajaste en El primero de nosotros, donde interpretaste a un hombre con una enfermedad terminal, y ahora en El silencio de Marcos Tremmer se hace un abordaje, distinto, de una problemática similar. ¿Es un tema que te ha interesado o coincidencia?
—Creo que son ensayos parecidos pero que tienen que ver con la necesidad de hablar de la vida. Son materiales que busco, pero no en exclusivo, porque se complementan con otro tipo de historias y géneros en los que participo, pero sí es un tema que me interpela: la muerte, la finitud, nuestros seres queridos, el acompañamiento. Y El silencio de Marcos Tremmer es un drama que habla de hasta dónde los hombres pueden llegar a amar, incluso con la muerte como antagonista. Y de parte del director, Miguel Ángel García de la Calera, hay una valentía muy grande por encarar un proyecto así. Si bien no es un documental sobre la enfermedad ni mucho menos, la muerte es un actor más en esta historia, lo que obviamente nos invita a replantearnos la vida y el presente.
—¿Y te ha hecho reflexionar a vos sobre la finitud de la vida?
—Obviamente que a mí la película me marca muchísimo, tanto en el desafío gigantesco de interpretar este personaje, que fue un antes y un después en mi carrera, como también en lo que sucede con la película. Hace menos de una semana estrenamos la película en Chile para 2.200 personas, en un festival al aire libre, y tengo cientos de mensajes de personas que vibraron, se emocionaron, y se sintieron identificadas porque pasaron por situaciones parecidas. Y cuando el público vive eso nosotros nos sentimos muy compensados como artistas. Sentimos que nuestro trabajo tiene una misión y tiene un sentido.
—Es un desafío un personaje como Marcos Tremer, sobre todo para ese público que te tiene asociado a la comedia romántica.
—Sin dudas es un gran desafío. Pero no solo mío, de todo el elenco, Adriana Ugarte, Daniel Hendler, el uruguayo que está increíble en la película, es mi hermano, y el equipo, todos liderados por Miguel. Porque para contar una historia así, se requiere mucho cariño, respeto y compromiso, y lo que se logra bueno es mostrar un pedacito de vida para que el público también pueda experimentar el sentirse presente, sentir y agradecer cada respiro. Y en la historia vemos que Marcos tiene una segunda oportunidad y vemos el gran arco del personaje que vuelve a los afectos. Porque al final, la vida se trata de eso, del amor, los afectos, de las personas que conocemos y queremos profundamente. También cómo esas personas nos modifican.
—En la película sos un uruguayo que vive en Madrid hace años. ¿Fue difícil adoptar el acento?
—Sí (se ríe). Vengo trabajando desde hace ya muchos años el acento del Río La Plata, porque vivo en Argentina, y me ha tocado interpretar diferentes personajes. Y Marcos es un uruguayo que vive en Madrid hace más de 10 años, así que era una especie de uruguayo neutro, pero sí, fue un lindo desafío de la mano de Daniel con quien me tocó actuar y se convirtió en mi gran coach. Me decía mira “ojo acá”, el final de tal frase es más arriba, esto tiralo para abajo, así que hice un poquito de trampa de la mano de Daniel. También hay mucho comentario y chiste sobre la Celeste, y sobre el orgullo de ser uruguayo, escenas en Colonia. Yo amo ese lugar. Cuando Miguel se acercó con la idea de que el personaje fuera uruguayo y que su madre viviera en Colonia del Sacramento, fue maravilloso, porque me parece un lugar mágico que servía mucho para la historia. Que ese fuera su lugar del comienzo y también el lugar al que va para conectarse con la vida, con la muerte y con los afectos.
—¿Sentís que hay muchos Marcos Tremmer, personas que toman esta actitud de querer silenciar lo que les está pasando?
—Sin dudas. Silenciar, y sobre todo negar. Igual es delicado porque creo que cada persona tiene la libertad sobre su cuerpo, sobre su vida, sobre sus decisiones, incluso a la hora de enfrentar una enfermedad. Pero en el caso de Marcos, creo humildemente que comete un error y me cuesta perdonarlo. Porque si bien el origen de su decisión es noble, no lastimar a su entorno, el error está en pasar por encima de las decisiones del resto. Porque ante esa decisión, primero y ante todo, está la verdad. Entonces aquí el personaje comete el grave error de ocultar algo con fines nobles pero que genera mucho dolor.
—Es una mirada ante un diagnóstico poco esperanzador.
—Sí, pero hay gente que lo atraviesa un optimismo, gente que se derrumba, otros deciden pasarlo en soledad, y otros con su familia. Y de eso, de alguna manera es de las tantas cosas invita a reflexionar la película. ¿Qué harías tú si te quedaran seis meses de vida?, ¿cómo lo pasas? ¿Te vas a viajar por el mundo? ¿Te patinas el dinero que tienes, lo heredas en vida, luchas hasta el último momento con todo tipo de drogas y tratamientos, o te entregas al destino? A todo eso invita a pensar la película y es lo que te deja masticando, pensando y resonando.
—¿Qué decisión hubieses tomado ante una situación como la del personaje?, ¿Has pensado en eso?
—Sí, por supuesto. Creo que cuando van pasando los años y hay personas que son nuestra responsabilidad y afecto, pienso que sin dudas querría poder vivirlo en compañía con mis seres queridos, para poder compartir ese camino doloroso. En mi caso sería eso, sería un viaje más bien colectivo que solitario.
—Has sido muy versátil en tu carrera, pero ¿sentís que se te ha encasillado como galán?
—Tengo 46 años, trabajo hace muchísimo en esto y este año estreno mi película número 40. Tengo una filmografía muy diversa y en teatro también he hecho varias cosas. El tema de esa chapa tiene que ver más con la necesidad de las personas de calificar y clasificar a los otros. Entonces es algo de lo que no me puedo hacer cargo. Lo que sí te puedo decir, es que tengo 18 años desde que empecé a filmar películas, y he indagado poco en el mundo del galán tradicional, porque soy de otra generación. No me tocó la historia de Pablo Echarri o Facundo Arana, de hacer tiras y componer el galán prototipo. Las pocas veces que hice tiras o teleseries como se dice en Chile, hice un villano que le faltaba una pierna, porque siempre he intentado darle media manija más, y he tratado, correrme de ese lugar. No me puedo hacer cargo de esa chapa que, en todo caso es un piropo, y por eso no me lo tomo mal.
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