CRITICA
Se estrenó la décimotercera entrega de la saga que se inició en 1978 con Jamie Lee Curtis enfrentando sus propios miedos y un asesino en serie
Como si el número fue condición, parecería que Halloween: Ends la película número 13 de la franquicia sea, justamente la película final de esta saga terrorífica que se inauguró en 1978. Han habido capítulos buenos, malos y rematadamente malos. La nueva está, en todo caso, de mitad de tabla para arriba.
Ahí se ubican las dos anteriores (Halloween y Halloween Kills: La noche aún no termina) que recuperaban a su scream queen (Jamie Lee Curtis) en un nuevo encuentro con su némesis, el asesino Michael Myers. Esta trilogía de cierre la dirige David Gordon Green, que es desparejo pero en general aporta interés.
La saga es básicamente, la historia de un pequeño barrio suburbano acosado, cada o o tres noches de brujas, por un loco suelto y muy peligroso, que usa una mascara espantosa y básicamente, mata a quien se le cruce. Algunas entradas en la franquicia han explicado los motivos de tan atroz manía en películas menores solo para fanáticos.
La original fue escrita, dirigida y musicalizada por John Carpenter, un especialista del género del terror, sí, pero también uno de los grandes directores de su generación. Recaudó más de 47 millones de dólares desde una inversión de 325.000, lo que alentó a la creación de franquicias, además de la propia, como la de Jason, el asesino de careta de hockey de las Martes 13.
Aquella Halloween estableció algunos de los elementos propios del género: adolescentes de una comunidad cerrada aterrados por un homicida de esos con los que es imposible entrar en razones. Freddy atacaba en los sueños y podía, incluso, tener un sórdido sentido del humor. Pero Myers (como Leatherface, el loco de la motosierra), son reales, posibles.
En la Halloween original se presentaba a Laurie Strode (Curtis, siempre), la babysitter que Myers enfrentó en una Noche de Brujas de las complicadas y que es la protagonista, también, de esta tríada final.
Curtis es una de las grandes actrices americanas y su ductilidad quedó clara este año con su papel secundario en Todo en todas partes al mismo tiempo.
Laurie la interpretó en la original (que acá se estrenó con un menos colonizado Noche de brujas), Noche de brujas 2 y Halloween H20 que había sido en 1998.
Por eso su regreso a la franquicia en esta nueva etapa, en 2018 y dirigida por Green, se vio como una digna heredera de la factura que inauguró Carpenter, quien acá figura como productor ejecutivo junto a la propia Curtis. De hecho, Green llena de referencias carpenterianas (¡que fea palabra!) toda la película.
Laurie ahora es una mujer grande y aquel episodio le dejó algunas secuelas. En una de sus últimas vueltas al pueblo Myers le mató a su hija y su yerno, así que vive con su nieta y, a la altura de Halloween: final, se la ve regrupándose en una vida normal de abuela y también madre de su nieta huérfana en una casa suburbana. La idea de hogar y de cómo recuperarlo o exorcizarlo es central en la película, como queda explicitado en la última escena.
Abuela y nieta pasan, claro, por el stress postraumático que les dejó la última película. Laurie piensa que, para ayudar a la chiquilina le podría venir bien la compañía de Corey (Rohan Campbell), un muchachote algo torpe con cara de bueno y con un antecedente: mientras hacía de baby sitter, un niño se cayó por las escaleras y murió, un hecho confuso que la Justicia falló como accidente, pero sobre el que el barrio tiene otra opinión.
El barrio, una vez más, tenía razón y, por razones no demasiado explicadas, el muchacho toma contacto con Myers (escondido en la cloaca menos atendida de la municipalidad) y se transforma en una cosa muy peligrosa. Y la nieta, que tiene sus propias dualidades, se está enamorando del tipo.
Laurie presiente algo feo.
Gordon Green, quien también coescribió el guion, aporta por ese lado algún comentario sobre los desplazados que se vuelven vengativos. También se habla del bullying. En estos días, Curtis habló sobre la discriminación que sufre su hija trans, una situación que está en diálogo con la película.
Por otro lado, Myers -está clarísimo y además lo dicen- es la maldad pura, un depredador inmortal y su coto de caza es el limitado contorno de un barrio típico americano. Myers representa, así, un miedo que el cine de horror ha sabido explotar: la incontrolable aparición de un agente externo e inclemente que rompe el equilibrio social y moral de un pueblo.
El final de Halloween End, con un ceremonial comunitario, celebra el retorno -un líbranos del mal por mano propia- a un estado ideal. Pero, nadie sale ileso porque de la violencia, siempre se termina dañado.
Claro, para contar eso, y como corresponde, Green aporta algunas escenas sangrientas que a un neófito le parecen gore e incluyen fierros atravesando partes corporales y baños de sangre, por ejemplo. No hay tantas de esas y seguramente un crítico más especializado las encontrará escasas. Para mi fueron suficientes.