Ghierra Intendente, uno de los proyectos del artista plástico Alfredo Ghierra, ha coincidido cada cinco años con las elecciones municipales, aportando numerosas ideas, pero ninguna lista. La primera vez fue en 2010 con una exposición en el Subte; en 2015, repitió la experiencia en el Centro Cultural de España; y en 2020, en plena pandemia, lo hizo en el Espacio de Arte Contemporáneo. Todas esas muestras estuvieron cargadas de propuestas viables para hacer de Montevideo una ciudad más amable y más respetuosa con su patrimonio. El sistema político no se dio por enterado.
Este ciclo electoral, Ghierra lo acompaña con su primer documental, Montevideo inolvidable, que resume su inquietud como artista, activista y gestor cultural: la preservación del patrimonio arquitectónico de la capital. La película se estrenó ayer y tiene exhibiciones en Cinemateca Uruguaya, Sala B del Auditorio Nelly Goitiño, Life 21 y Life Alfabeta. El martes 25 se proyectará en Movie Montevideo.
Con testimonios de especialistas y ciudadanos preocupados por la temática, la película presenta datos contundentes y ejemplos devastadores. Con eso Ghierra logra un retrato amoroso y melancólico de lo que los montevideanos hacemos con nuestra ciudad. A lo largo del documental, se expresan voces de diversos sectores vinculados al tema y algunas conclusiones son evidentes, pero se hace bien en señalarlas.
La película expone el desconocimiento general sobre el valor de muchos edificios, a menudo ocultos tras grafitis, vidrieras abandonadas y un estado de dejadez general. Para Ghierra, bajo esas capas de desidia se esconde una ciudad maravillosa.El documental le da la razón.
Con este enfoque, y con uno de los finales más impactantes del cine uruguayo, Montevideo inolvidable se erige como una carta de amor (y de preocupación) a una ciudad que el artista tanto quiere.

A continuación un resumen de la charla de El País con Ghierra, el candidato eterno.
—¿Cuál es su objetivo con Montevideo inolvidable?
—Que fomente el diálogo y ponga a la ciudad en la agenda. No solo en lo referente al patrimonio, sino como un todo. La ciudad es un organismo complejo y la gente debe involucrarse en su cuidado.
—La película nos obliga a levantar la vista del piso, como en el cuento de Italo Calvino de Las ciudades invisibles que usted cita...
—Parece algo menor, pero la vida está llena de pequeñas revoluciones. Hoy ni siquiera miramos hacia abajo: vamos mirando pantallas. Caminamos sin mirar la ciudad y así, las cosas nos pasan por el costado. Me ha sucedido con personas sensibles y queridas: les cuento que demolieron una casa histórica en Andes y Canelones y no tienen idea de qué les estoy hablando. La gente ha dejado de mirar. Además, muchas de esas casas están tapadas por marquesinas viejas, ploteos descoloridos, grafitis. Es un deterioro general que dificulta valorar lo que hay detrás de todo eso. Hay mucha desidia e ignorancia.
—¿De quién es la culpa?
—Muchos culpan al sistema político, pero este no surgió de la nada: también es nuestra. No podemos exigir lo que no practicamos. En la película, el arquitecto Alberto Quintela dice que nada cambia si la sociedad no lo pide. No es que el sistema político se ilumina y nos regala mejoras. Primero la sociedad cambia y exige y ahí recién responde el sistema político.
—Una de las imágenes más contundentes de Montevideo inolvidable es la sustitución visual de edificios antiguos por las construcciones modernas. Es un poco aterrador.
—Casi nunca lo que viene a reemplazar es mejor que lo que había. Y digo “casi nunca” porque no quiero parecer un opositor a la modernidad. Debemos encontrar un equilibrio en la ciudad para que lo nuevo y lo antiguo convivan.

—¿Cómo se logra ese equilibrio?
—Generando una masa crítica atenta y, concretamente, promoviendo una catalogación sincera de los inmuebles. Actualmente, solo algunos barrios tienen comisiones de patrimonio (Ciudad Vieja, Prado, Pocitos Viejo, Carrasco, Punta Gorda), pero Montevideo tiene arquitectura valiosa en toda su extensión. Este país fue muy rico y eso atrajo a inmigrantes europeos con gran conocimiento y habilidad y que construían con gran calidad. Incluso en barrios obreros se encuentran detalles arquitectónicos notables. Lamentablemente, la falta de oficios para restaurarlos lleva a un deterioro general que impacta en el paisaje urbano y, a mi entender, en la sociedad misma.
—¿Quién debería encargarse del mantenimiento de las fachadas patrimoniales?
—Las intendencias (y no me refiero a una gestión en particular) deberían asumir ese rol. No hay ningún instituto o agencia estatal que lo haga. Si la intendencia no cuida las fachadas, ¿qué ministerio lo hará? Hay funciones que los gobiernos departamentales han abandonado, y eso es peligroso porque no hay una entidad que las sustituya.
—Desde 2010, ha presentado iniciativas bajo el paraguas “Ghierra Intendente” en cada ciclo electoral municipal. ¿Por qué hacer una película en esta ocasión?
—Empezamos a filmar hace tres años y, en plena edición, nos dimos cuenta de que no podíamos organizar otra exposición como las anteriores. Decidimos presentar la película como el “Ghierra Intendente” de 2025.
—¿Y por qué un documental?
—He trabajado en el área audiovisual como director de arte y estudié cine en Cinemateca Uruguaya siendo adolescente. Cuando gané la beca Zavala Muniz del MEC, decidí utilizar el dinero para preguntar a expertos por qué es tan problemático defender el patrimonio. Convocamos a arquitectos, historiadores y hasta representantes del sector privado de la construcción. Grabamos las entrevistas y, lejos de encontrar respuestas definitivas, surgieron más preguntas.
—¿Encontró en el documental un camino artístico por el que seguir transitando?
—Sí, porque es un lenguaje muy poderoso. Me interesa el arte con un componente educativo, un ida y vuelta con la sociedad. Y el documental me aporta eso.
—¿Cuándo decidió aparecer en la película?
—El guionista Javier Palleiro sugirió incorporar una capa más personal. Por eso, visito a mi madre en determinado momento. Ella falleció hace poco, pero alcanzó a ver la película terminada. Me alegró incluirla, porque redescubrí que fue ella quien plantó en mí la semilla de observar la ciudad. Salíamos a caminar por la calle Sarmiento mirando las casas.
—La película comienza con la frase: “La indiferencia es la madre de todos los vicios”. ¿Eso es lo que pasa con Montevideo?
—La ignorancia puede entenderse, porque hay quienes no tienen posibilidad de aprender. Pero la indiferencia es una elección. En la antigua Grecia, “idiota” era quien no participaba en la asamblea. No seamos idiotas: participemos en esta asamblea. La película es una invitación a pensar la ciudad y ser parte del cambio.