Entrevista
El director uruguayo habla de la comedia que estrenó en Netflix y se volvió tendencia
Se define como de la generación del “precine uruguayo”, aquellos directores que filmaron antes de esa suerte de refundación del cine nacional que significó la llegada de Control Z.
Sin embargo, Carlos Ameglio viene filmando desde antes y después a un ritmo (demasiado pausado) y en una forma muy personal. Su última película, Porno para principiantes, tras un pasaje por el cine se estrenó en Netflix donde está entre los destacados y fue tendencia en la plataforma.
La película, interpretada por el uruguayo Nicolás Furtado y los argentinos Martín Piroyanskiy Daniel Araoz, cuenta, en tono de comedia desenfadada, las desventuras de un aspirante a director de cine que se ve involucrado en la filmación de una película pornográfica, mientras prepara su boda con una chica de familia formal. Le pasa de todo y Ameglio lo filma con referencias cinéfilas que van del cine clásico a las clases B de videoclub con las que, dice, se educó en cine.
Porno para principiantes es el tercer largometraje de Ameglio en 25 años, en una carrera que empezó con el corto Los últimos vermicelli en 1987. La mayor parte de su carrera la dedicó a filmar publicidad y a llevar adelante, junto con su esposa Mariana Secco, la productora Salado. Este es un resumen de una charla con El País.
—¿Cómo analizás cómo le fue a Porno para principiantes en cines?
—Esperaba más aunque nunca lo pensamos y entiendo lo que la gente elige para ver en el cine. Como también entiendo que en Netflix estemos en lo destacado y lo más popular. La gente en el cine no se rifa absolutamente nada. Y en Buenos Aires le fue normal.
—Aunque ahora está en Netflix, vos la pensaste para cine...
—Sí, fue hecha para cine aunque es una película rara, de matiné. Cuando me tiro a hacer Porno mi idea era hacer aquellas películas de videoclubes. Pasé mucho tiempo en Cinemateca pero fue en el Video Imagen Club (el VIC, un videoclub legendario en Pocitos que dirigía el crítico Ronald Melzer) donde encontré una libertad increíble en aquellas películas que veíamos y ni siquiera sabíamos si estaban buenas...
—¿Por ejemplo?
—Mal gusto, la primera de Peter Jackson. Películas baratas, esa cosa muy B. Es raro que esas cosas nos gustaran en Uruguay en aquel tiempo. Quizás tenga que ver con que en esa época uno no vinculaba una película con un festival: nunca sabíamos de dónde venían las películas que nos gustaban.Nos gustaban porque nos gustaban.
—Había algo romántico en eso.
—Sin duda. En esa época, a comienzos de la década de 1990, yo ya había hecho algunas películas como El hombre de Walter basada en Levrero.
—¿Cómo la recordás ?
—Al contrario de Porno para principiantes, ahí había como una pedantería, algo más intelectual porque me crié un poco en ese ambiente. El hombre de Walter es totalmente contraria a la generación del cine uruguayo que vendría después, la de Stoll y Rebella. Se dobló en Panamá, mientras hacía un comercial para Estados Unidos en Bahamas y me iba a la noche a Panamá al estudio de audio porque yo quería las voces que doblaban a Telly Savalas. Nada que ver con lo que vendría después. Era el fin de una época.
—Porno para principiantes transcurre más o menos en aquellos años.
—Es otra mirada de esa época, mucho más divertida y descontracturada, como reconociendo que no era tan importante lo que hacíamos y qu había una tendencia a la pretenciosidad. Si tengo que rescatar algo de esa época es que todo era muy ecléctico y eso es algo que aún hoy sigo manteniendo en la productora.
—Hiciste pocas películas ¿Tuviste la carrera que querías tener?
—Probablemente, sí, podría haber hecho más películas de las que hice. Pero hubo proyectos que se cayeron quizás por ambiciosos. La cáscara, mi anterior película, surge después de caerse un proyecto muy grande, uno de los primeros intentos de hacer algo con Fox. Estuve muy cerca de cosas grandes que podrían haber pasado pero no me quejo.
—Pero igual Porno para principantes se ve como una película madura. ¿Es por la publicidad?
—Sí, sirvió mucho para eso. La gente a veces piensa que yo vengo de la publicidad cuando ya hacía cortos cuando tenía 12 años y tengo una gran cantidad de cosas de animación, de stop motion, una adaptación de “El viaje al centro de la Tierra” de Rick Wakeman. Hasta una adaptación de Bradbury.
—Está bien, pero has hecho mucha publicidad.
—Sí, pero desde un lado extraño porque la usé para ensayar. El hombre de Walter era un delirio, estilísticamente muy sofisticada. Lo que pasaba era que le vendíamos a los clientes escenografías grandísimas y cuando terminábamos, las usábamos para la película.
—¿Cómo había que contar Porno para principiantes?
—Lo que me plantee es cómo lograr algo cinemático si al mismo tiempo estaba siendo contado por un amateur. Yo quería que formalmente no hubiera nada que te llamara la atención pero igual hay. Los ejes narrativos, por ejemplo, están quebrados o puestos al revés pero cuando te empezás a dar cuenta, entra un tercer personaje que los ordena. Y las escenas están bloqueadas al revés.
—¿Y cómo fue escribirla?
—Cuando construí los personajes fueron ellos los que me fueron guiando. A mi me gustaba poner a Nicolás Furtado en ese lugar porque me encantó lo que los Coen hicieron con Brad Pitt en Quémese después de leerse. Pensá que ese personaje lo iba a hacer Alan Sabbagh y hubiera sido otra película. Así, fueron los personajes los que guiaron todo. Por ejemplo, me parecía que le faltaba algo al personaje de Furtado y me acordé de la renguera de Dustin Hoffman en Perdidos en la noche y ahí le inventé lo de los hongos.
—¿Te costó escribir chistes?
—No escribirlos, pero sí como director, porque estaba completamente esclavizado al timing de la comedia. Era una experiencia que me la imaginaba pero no tan así. Por ejemplo, pensaba cosas como que si no estuviera haciendo una comedia algunos planos hubieran sido mucho más complejos. Pero nunca me gustó la gimnasia cinematográfica. Igual Porno para principiantes es una película llena de efectos. Puse a un director de fotografía que nunca estuvo en una película, usé unos lentes anamórficos de 1976 que me hice traer de Nueva York y una iluminación digital. Una combinación rarísima.
—¿Qué viene ahora?
—Estoy pensando en dos cosas: un documental absolutamente trágico y una ficción sobre mutaciones con muchos efectos especiales y que, visualmente, es casi un video-juego. Soy así de ecléctico.