Un viejo conocido está de vuelta. Es el arqueólogo más intrépido de la historia del cine, se llamaIndiana Jonesy está de estreno 42 años después de su primera aventura. Es la primera vez que lo vemos desde 2008, que había sido un encuentro un tanto decepcionante, aunque el término es relativo para cualquier película de Steven Spielberg.
Así, este jueves llega a los cines, la nueva entrega de la saga de Henry Walton Jones, Jr. Se llama Indiana Jones y El dial del destino y sigue enfrentándolo a nazis, villanos y poderes sobrenaturales. Vuelve a tener el rostro de Harrison Ford, quien, en el estreno en Cannes, se mostró emocionado por lo que todo indica es la despedida de uno de sus dos personajes más importantes.
El que no está es Spielberg, aquí limitado al rol de productor ejecutivo junto con el otro creador de la saga, George Lucas. Dirige James Mangold -con antecedentes tan interesantes y variados como Copland, Johnny y June, Logan y Ford vs. Ferrari- que intenta fervorosamanete mantener el viejo espíritu. Generalmente lo consigue aunque algunos dicen que se hace notar demasiado la ausencia de Spielberg. No sería para tanto.
“Había un millón de minas terrestres”, le dijo Mangold a Variety sobre lo que sintió cuando fue convocado para el trabajo. “Pero la idea de que tendría la oportunidad de jugar no solo en el patio trasero de mis héroes, sino también con Harrison, con Steven, me conmovió profundamente. ¿Cuántas personas tienen la oportunidad de hacer una película con gente así?”.
El guion escrito por Mangold con Jez y John-Henry Butterworth (Al filo del mañana) y David Koepp (Jurassic Park y La guerra de los mundos para Spielberg) es, principalmente, una recopilación de todos los atributos que hicieron del personaje, un clásico moderno. Es una película nostalgiosa del cine de otro tiempo pero también de la propia saga.
La nostalgia es parte del ADN de la saga que Lucas y Spielberg crearon en 1981. Eso, y la acción constante, las referencias a las viejas seriales del cine de los 40, la música de John Williams y, claro, Ford con sombrero de fieltro y látigo.
Se inició en Cazadores del arca perdida, que en Uruguay se estrenó en la Navidad de 1981 en los cines Metro, Censa y Punta Gorda, de acuerdo al sitio cinestrenos.
Y en su momento fue única en su clase. “Vuelven las grandes aventuras”, se leía, por ejemplo, en el póster local. Y era cierto.
Presentaba la clase de héroe que el cine americano (que venía de la contracultura de la década de 1970) estaba precisando: intrépido, de una sola pieza, seductor y bastante colonialista.
La fórmula se repitió en El templo de la perdición (1984), La última cruzada (1989) y El reino de la caravela de cristal (2008); Spielberg dirigió las cuatro y el orden calidades es el mismo que el cronológico; la última es la peor de la marca.
“Quiero que el espectador sepa no sólo de qué lado está el bueno y de qué lado está el malo, sino también en qué lado de la pantalla están y quiero que el espectador sea capaz de hacer sus propios cortes todo lo rápido que quiera en una toma que me cueste trabajo cortar”, dijo en una entrevista Spielberg sobre las formas de la saga. “Y ese ha sido mi estilo en las cuatro películas de Indiana Jones”.
Mangold parece haber tomado el consejo y El dial del destino apuesta a la aventura pura en un estilo que se adapta a los standards de calidad del cine de acción actual. Es, de alguna manera un homenaje a Spielberg, más que a las viejas matinés de Hollywood.
Hay algún personaje de la historia original que reaparecen como en un guiño cómplice y las escenas se ven con la espectacularidad esperada que está a nivel de las anteriores,
Hay un prólogo en la Alemania del final de la Segunda Guerra Mundial en un tren en el que los nazis transportan los tesoros históricos que han robado. O sea que hacen en gran escala lo que Indy hizo siempre.
Allí vemos a Indy (y es Harrison Ford rejuvenecido digitalmente) haciéndose con una mitad de la Antiquitera, un invento de Arquímedes que le sirve a los malos. Se presenta al rival de esta entrega, el científico nazi Jurgen Völler (Mads Mikkelsen).
La acción de ahí se traslada a 1969, cuando el doctor Jones pasa los últimos días de actividad como profesor universitario. Es convocado a la acción por la hija de un viejo colega (intepretada por la estrella de Fleabag, Phoebe Waller-Bridge), que es la nueva compañera de aventuras. En el camino se cruzarán con personajes temibles y no tanto, y un par de secuencias divertidas. Está Antonio Banderas haciendo de marinero.
Ese es el tono de todo esto. Una aventura como las de antes y que intenta suplir las carencias con espectáculo. Hay muchas cosas en su lugar (Ford está como siempre, la música de John Williams) y Waller-Bridge es una buena incorporación.
Despareja, sí, pero conviene dejarse llevar por la aventura. Un poco de inocencia y espectáculo nunca le hizo mal a nadie. E Indiana Jones siempre nos ha dado eso. Esta vez, lo vuelve a hacer.