Crítica
Se estrenó en salas, la adaptación de una obra de teatro que se vio en Uruguay y que muestra a su protagonista dando una lección de actuación
La historia, que suele ser parcial, va a recordar algunas cosas de El padre, la película que se estrena hoy en Uruguay. Por ejemplo que le dio su segundo Oscar a Anthony Hopkins, que venció inesperadamente al favorito Chadwick Boseman, y que convirtió al actor galés en el más veterano en ganar un premio de la Academia en la categoría de intérprete principal. También se recordará que Hopkins se fue a dormir antes de que anunciaran su victoria. Cifras y anécdotas, eso es lo que suelen quedar de las cosas.
Por eso, convendría dejar sentado en algún lado, como los críticos y el público en todo el mnundo lo han venido haciendo en los últimos seis meses, que lo de Hopkins es una clase magistral de actuación. A los 83 años sabe cómo aprovechar todo de un personaje que permite mostrar su manejo de la herramienta.
A pesar de ser lo que, por allá llaman un one man show, El padre es interesante por la suma de sus partes. Y eso incluye el origen teatral de la película, que es una pieza escrita por el francés Florian Zeller quien, además, acá debuta como director. Y también la interesante resolución cinematográfica que consigue. Y la actuación de Olivia Colman como una hija al borde un ataque de nervios está a nivel. La película tuvo seis nominaciones al Oscar y ganó dos, el de Hopkins y el guion adaptado de Zeller y Christopher Hampton, quien ya había ganado el premio por su adaptación de Relaciones peligrosas.
La historia está paracialmente inspirada en el deterioro cognitivo de una abuela de Zeller cuando el director era un adolescente, Acá retrata los días de Anthony (Hopkins) al que la demencia le empieza a distorsionar su comprensión del entorno. Todo está contado desde perspectiva, lo que aporta saltos temporales y cambios de escenarios y personajes que sirven al espectador para convivir y comprender la situación.
Su amplio apartamento londinense se transforma en otro; su hija, interpretada por Colman, a veces parece engañarlo, incluso cuando se preocupa por él; una acompañante pasa a ser una amiga a una enemiga; aparecen hombres que dicen conocerlo e incluso lo desafían; un cuadro ya no está donde debía estar. Sus estados de ánimo son fluctuantes y su única conexión con el mundo exterior parece ser un reloj al que busca obsesivamente.
“Mi obsesión era hacer mucho más que filmar una obra de teatro”, le dijo este autor francés de 44 años a The New York Times. “Trabajé en el guión con Christopher Hampton, quien ha traducido la mayoría de mis trabajos al inglés. Traté de tomar lo original de la obra, la forma en que se cuenta la historia desde el interior de la mente de alguien, y poner a los espectadores en la misma posición”.
Surgido como novelista, Zeller se pasó al teatro a comienzos de la década pasada. El padre se estrenó en 2012 e integra una trilogía familiar que incluye El hijo y La madre.
Uruguay no ha estado ajeno a ese fenómeno global alrededor de Zeller. El Padre, por ejemplo, tiene más de 40 puestas en todo el mundo incluyendo un éxito en Broadway (que le dio un Tony a Frank Langella) y en la calle Corrientes con Osvaldo Soriano en el protagónico y que en Uruguay se vio en 2016.
En los meses anteriores a la pandemia se estrenaron dos puestas en escena locales de textos de del francés.
El Galpón estrenó, precisamente, El padredirigida por Héctor Guido y con Julio Calcagno en el papel que ahora hace Hopkins. Casi simultáneamente en el Teatro del Notariado se vio La verdad con Humberto de Vargas, Graciela Rodríguez y Franklin Rodríguez dirigidos por Mario Morgan.
A pesar de lo dramática de la situación, el texto de Zeller maneja, incluso, tonalidades de humor. Pero es lo ominoso y lo inquietante que da la subjetividad del relato lo que consigue transmitir esa confusión inconsciente que esconde la demencia senil. Pocas películas han tratado el tema con tanta altura y respeto.
Hopkins administra los gestos con sabiduría y a conciencia de que todo el peso, en una película tan en primera persona, recae en la información que él nos vaya cediendo. Un encuentro con una enfermera que empieza siendo cortejo, luego es desenfado y termina en ira es un ejemplo de lo que Hopkins es capaz de conseguir.
Colman, consciente de que esto es show ajeno, está muy bien con esa desesperación contenida de una hija que quiere empezar una nueva vida, mientras lidia con un problema así de grande. Los encuentros entre ambos son muy buenos.
No hay que pensar qué hubiera hecho Roman Polanski (distorsión de la realidad, un apartamento londinese son el centro de Repulsión, por ejemplo) porque Zeller se las ingenia más que bien. Y con Hopkins en la plantilla consigue una película interesante cuyo valor está muy por encima de su historia triste y que va directo a nuestros miedos más profundos.