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Cómo es la nueva versión de "Matilda", el clásico de Roald Dahl que llegó a Netflix como musical

Protagonizada por Alisha Weir y una irreconocible Emma Thompson, "Matilda, de Roald Dahl: el musical" se estrenó el 25 de diciembre en Netflix.

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"Matilda".
Foto: Netflix

La amargura nunca se sintió tan dulce como en Matilda, de Roald Dahl: el musical, un shot de caramelo agrio que saca sonrisas. Roald Dahl tenía 72 años cuando publicó su historia sobre una telequinética niña genio, que planea su venganza contra una directora de escuela que lanza a sus estudiantes por la ventana del salón. La novela fue la venganza de Dahl ante su propia educación en un internado británico, donde los instructores golpeaban libremente a los estudiantes y ponían jabón en la boca de los niños que roncaban.

La novela cargó siempre con un sentido juvenil de la injusticia, y entre las muchas decisiones inteligentes que el director Mattehew Warchus y el escritor Dennis Kelly tomaron al momento de adaptar Matilda, primero para el teatro y ahora para Netflix, adonde llegó el pasado 25 de diciembre, está la de la reinvención de su protagonista, interpretado ahora con ferocidad empática por Alisha Weir, como una especie de proto-Dahl, una niña brillante y repleta de historias que apuntan contra todos los adultos que tratan de pisotear su inteligencia.

Cuando Weir, que solo tenía 11 años cuando filmó la película, entrecierra sus ojos y canta: “A veces tenés que ser un poco traviesa”, una se convence de que es capaz de conquistar a todo aquel que se interponga en su camino.

Los padres de Matilda (Stephen Graham y Andrea Riseborough), por su parte, son tontos y tramposos. El lema de la escuela a la que asiste es “Bambinatum est magitum” —“Los niños son gusanos”, en español— y su directora, Agatha Tronchatoro (una Emma Thompson irreconocible), es el tipo de monstruo al que primero se le presenta el pelo de la barbilla, y luego la cámara retrocede de puntillas para mirar boquiabierta su vestido verde oliva, acolchado en los hombros, con ese pecho que la hace parecer un tanque.

“¡Disciplina! ¡Disciplina! ¡Para los niños que no escuchan!”, canta Tronchatoro con un megáfono mientras obliga a sus pupilos a atravesar una carrera de obstáculos repleta de barro, alambre de púas y dinamita. Los únicos momentos de bondad intergeneracional provienen de una maestra (Lashana Lynch) que es demasiado temblorosa como para enfrentarse a su jefe, y de una bibliotecaria ambulante (Sindhu Vee) que permite que Matilda cuente ficciones en lugar de confiarle sus miedos. Matilda, la entrañable película original con Mara Wilson, también está en Netflix.

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"Matilda".
Foto: Netflix.

Las canciones, escritas por Tim Minchin, son maravillosamente ingeniosas y Warchus las dirige como si fuesen videoclip. Esta es una película que se regocija tanto en la crueldad —Matilda es tildada de “mocosa”, “aburrida”, “pequeño gusano asqueroso” y “duende desagradable y problemático” en sus primeros tres minutos en pantalla—, pero que no se despoja de escenas de genuina belleza. Hay, por ejemplo, una escena silenciosa que se ambienta en un globo aerostático sobre las nubes, un gesto de apoyo y lentejuelas de jazz para un compañero de clase torturado, e incluso una secuencia de fantasía donde Tronchatoro imagina una vida mejor para sí misma.

Allí los niños desaparecen, una manada de caballos blancos entra al galope y, aunque sea por un momento, la villana deja de ser aquella tirana agresiva y de aspecto desagradable, y es tan solo una mujer que desea poder soltarse el pelo y volver a sonreír.

Amy Nicholson / The New York Times

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