Fernán Cisnero
Los espíritus de la isla debe ser leída como una leyenda popular que, como todas las de su clase, tiene algo de chismerío vecinal. Es de esa clase de cuento que se pasa de generación en generación: en este caso, la epopeya de un distanciamiento unilateral y empecinado de dos amigos.
Es un territorio familiar para el director y guionista Martin McDonagh que antes de ser un cineasta con Oscar fue una celebridad teatral londinenses con títulos como La reina de belleza de Leenane, El jorobado de Inishmaan, El capitán de Inishmore. Tiene una tendencia a ubicar sus historias en lugares míticos y usar un tono tragicómico.
El título original de Los espíritus de la isla es, fiel a ese estilo, The Banshees of Ininshire, algo así como “los duendes de Ininshire”, y fue bocetada a comienzos de 2000 para el teatro. Ininshire es una localidad imaginaria en las islas de Aran, lo más oeste de Irlanda. Es un lugar aislado, inclemente y árido, más un símbolo que un espacio geográfico. El mar, un lago, las montañas tienen algo mágico, de leyenda.
También es mítico el tiempo en que transcurre: es 1923 y la guerra civil que languidece en el horizonte, tiene reflejo en el conflicto de estos dos amigos. En el medio están las novedosas ganas de Colm de no verlo nunca más a Pádriac, hasta entonces compañero de copas.
Como toda leyenda, además, está basada en personajes bien concretos. Pádriac (Colin Farrell) es el simplón buenote, feliz en vivir en una austeridad franciscana con Siobhán (Kerry Condon), su sufrida hermana con ganas de irse y rodeado de animales compinches.
Colm (Brendan Gleeson) tiene pretensiones de violinista más entusiastas que reales. Ha decidido que a eso se dedicará el resto de su vida, en la que no hay lugar para Padriac; este no puede entenderlo a pesar de lo contundente de alguna amenaza.
Colm, en todo caso, lo borra de su vida por considerarlo aburrido en su conversación de borracho sobre la heces de Jenny, su adorada mascota. Colm tiene razón pero es un poco duro con su amigo que anda por ahí con el corazón roto.
La historia, como toda fábula, involucra un par de muertes, alguna amputación, una bruja escalofriante pero certera en sus predicciones y el tonto del pueblo que es más despierto de lo que parece y lo interpreta Barry Keoghan. En él, Padriac encontrará compañía y horribles consejos.
Mucha de la acción transcurre en el bar que hace las veces de club social y centro cultural de un villorrio que tendrá, cuántas, cinco o seis casas. El dueño del establecimiento y el parroquiano funcionan como simpático coro. El policía local y el esporádico cura aportan personajes peculiares.
Se ha insistido en que Los espíritus de la isla es el reencuentro de Farrell, Gleeson y McDonagh, 14 años después de Escondido en Brujas, la revelación que se convirtió en una comedia de culto. Era sobre dos asesinos que se encontraban en la ciudad belga y que no estaba nada mal principalmente por la precisión del guion del propio McDonagh.
Entre aquella y esta, estrenó Tres anuncios para un crimen, aquella que le dio un Oscar a Frances McDormand como una madre presionando a las autoridades de pueblo chico para que esclarezcan la muerte de su hija. Otro Oscar lo ganó Sam Rockwell como el policía racista y McDonagh estuvo nominado a mejor guion original.
El director —que es inglés y nació en 1970— ya tiene un premio de la Academia por Six Shooter, un cortometraje de 2006.
McDonagh limita la forma Los espíritus de la isla, a una estructura bien concreta de planos y contraplanos. No hay, por ejemplo, un plano secuencia o las composiciones arriesgadas que sí estaban en Tres anuncios para un crimen, con la que comparte, sí, la idea de una comunidad cerrada.
La fotografía de Ben Davis resalta paisajes y marca los claroscuros de la naturaleza y los interiores.
El tono es de tragicomedia, y Los espíritus de la isla es la mejor película de McDonagh quien es, principalmente, un gran libretista: sabe llenar de ocurrencias y humanidad una historia cargada de existencialismo. Es un gran dialoguista que da profundidad a sus personajes a partir de sus palabras.
La cara tristona de Farrell, el portento que siempre es Gleeson, la sensatez de Condon y la comedia triste de Keoghan (uno de los actores más peculiares en la vuelta) aportan buena parte de la fuerza de la película. Los cuatro están nominados al Oscar; la película tiene menciones en nueve categorías.
Como toda leyenda, Los espíritus de la isla tiene un final feliz y algo melancólico. La lección aprendida los ha dejado dolidos, dañados. Y la moraleja corre por cuenta de cada uno.
Los espíritus de la isla ****
Irlanda, Gran Bretaña, Estados Unidos, 2022. Título original: The Banshees of Inisherin. Guion y dirección: Martin McDonagh. Fotografía: Ben Davis. Música: Carter Burwell. Con: Colin Farrell, Brendan Gleeson, Kerry Condon, Barry Keoghan, Pat Shortt, Gary Lydon, David Pearse, Sheila Flitton. Duración: 114 minutos. Estreno: 2 de febrero, en cines.