Se la da por muerta. Se la condena al ostracismo. Se la relega a un lugar incapaz de convocar la atención de multitudes. Se la hunde en la vieja máxima de que todo tiempo pasado fue mejor. Se la anula: ahí donde existe Julia Roberts diciéndole a Hugh Grant que solo es una chica, parada de pie frente a un chico, pidiéndole que la ame; ahí donde está John Cusack haciendo una serenata con un radiocasetero, o Heath Ledger cantando en las gradas de una cancha de fútbol americano, o Julia Roberts (otra vez), ahora riendo con toda la boca mientras Richard Gere juega a apretarle los dedos con la caja de un collar carísimo, no hay lugar para más encanto. Pobre, la comedia romántica. Hace años que dicen que terminó su era.
Y sin embargo, resiste. Con algunos hallazgos aislados en el mundillo del streaming, con La La Land que supo cómo ejercitar la nostalgia para conseguir el cariño colectivo, y con fenómenos aislados, hay algo en su fuego que permanece inextinguible: nadie se resiste a una buena historia de amor.
Al menos a la idea de. Y eso podría explicar algo, aunque sea una parte, del éxito de Con todos menos contigo, la película que, tras un paso triunfal por cines (a dos meses de su llegada a Uruguay, sigue en cartel con un par de funciones dobladas al español), aterrizó ayer en Max.
Estrenada en diciembre en Estados Unidos y el 18 de enero en salas locales, es el tropo de efectividad probada de “enemies to lovers”, de enemigos a amantes: una chica y un chico que parecen no tolerarse y que, a la larga, encuentran entre sí el amor. Aquí no aplica el criterio del spoiler: la película, por más atractivo que pueda tener, es absolutamente predecible. ¿Cuándo la comedia romántica no lo es?
Es lo nuevo del director Will Gluck, el estadounidense de 45 años que tenía un entrenamiento en el género con dos títulos decentes: Amigos con beneficios, con Justin Timberlake y Mila Kunis en un acuerdo conveniente que termina complicándose; y Se dice de mí, una encantadora comedia con una irreverente Emma Stone en plan adolescente provocativa, con inspiración en la novela La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne.
Se había pasado a un tono más familiar con Annie y dos entregas de Peter Rabbit, y decidió volver a las costumbres conocidas echando mano al nuevo galán Glen Powell y a una de las caras más codiciadas del momento, Sydney Sweeney, la Cassie de Euphoria a la que quieren todos: desde el circuito de superhéroes (Madame Web) a los Rolling Stones.
Sobre ellos, Gluck apoyó la historia que coescribió y coprodujo, ligeramente basada en Mucho ruido y pocas nueces de William Shakespeare. Con su anterior experimento de mezclar literatura clásica y propuesta cinematográfica juvenil y moderna (Se dice de mí o Easy A) había obtenido un diamante en bruto. No perdía nada con volver a intentarlo.
Así, Con todos menos contigo es la historia de Bea (Sweeney) y Ben (Powell), que tienen su meet cute en un café y ante la escasa amabilidad de un empleado y, por la magia de la química instantánea, pasan un día juntos. Todo parece perfecto, pero un desencuentro a la mañana siguiente mata el amor antes del nacimiento.
Seis meses después, los caminos de Bea y Ben vuelven a cruzarse cuando la hermana de ella y una amiga de él deciden casarse en Australia. Y a pesar de la hostilidad reinante, en algún momento del viaje encontrarán pertinente fingir que tienen un romance para librarse de algunas complicaciones, con secuencias exageradas que tienen tantas ganas de reírse de sí mismas que hasta incluyen una parodia a Titanic (no sale bien).
A menudo presentada en la prensa como una comedia sexual —¿qué porcentaje de sexo determina la entrada en subcategorías así?—, Con todos menos contigo es una comedia despareja pero decente. Un guion endeble, que tiende a ocuparse más de los enredos (algunos, excesivamente plásticos) que de los desarrollos de los personajes, no logra aprovechar todo el potencial de Sweeney, pero la química de la pareja sale indemne.
Es el motor. Y es una aporte sustancial a la posible explicación de un éxito.
Apoyada fundamentalmente en la viralidad, que es la forma actual del boca a boca, y en el interés que despiertan sus dos estrellas protagonistas, blancas, hegemónicas, perfectas representaciones del inalcanzable estándar de belleza de Hollywood (aquí se relega la diversidad étnico-racial y sexual a roles secundarios), la película logró multiplicar por 10 su presupuesto en taquilla (25 millones de inversión frente a más de 218 millones de recaudación). La crítica ofreció su resistencia, pero el público tuvo la última palabra y encontró, aquí, algo que vivir en comunidad.
¿Es que nadie puede resistirse a una buena historia de amor o es que, como dice un buen youtuber argentino, “lo más importante es el amor: el amor heterosexual”?
Por lo pronto, y sin tener en consideración esta sobrevida en el streaming, Con todos menos contigo se posiciona como un caso de estudio. ¿Vino a salvar a la comedia romántica y a impulsar una nueva ola de producciones? ¿O solo vino a darnos un rato de entretenimiento, un ticket momentáneo a Australia con la excusa de un affaire como un rato de evasión a un mundo tan falto de amor?