Crítica: "Amor sin barreras" es Spielberg en un canto de amor al cine y al musical

Compartir esta noticia
Rachel Zegler en "West Side Story" ("Amor sin barreras"). Foto: Difusión

Estreno

Dirige una nueva versión de la obra que fue, primero, un éxito de Broadway y después una película exitosísima y premiada, tiene momentos mejores y peores que aquel antecedente

No es que esté mal y encarar un musical parecía un destino manifiesto para Steven Spielberg, el más clásico de los directores contemporáneos. Se atrevió, además, con Amor sin barreras (West Side Story en el original), uno de los grandes ejemplos del género que en 1957 fue una obra de Broadway y en 1961 se transformó en una película exitosísima y certificada: ganó 10 de los 11 Oscar a los que estaba nominada, incluyendo el de mejor película.

Dirigida por Robert Wise, aquel antecendente es aún hoy una obra maestra: el uso del color (¡esos rojos!), los encuadres y la edición la convierten en una manera novedosa de encarar un género que, ya por entonces, era visto como caduco. No lo era y aquella Amor sin barreras sacó la cara para demostrarlo.

Spielberg eligió adaptarla como su primera película en tres años y aunque ha insistido en que no es una remake de la de Wise, sino una versión del musical de Broadway, la comparación es inevitable. Por momentos gana y por momentos pierde por goleada.

La historia, claro, es la misma: una adaptación libre de Romeo y Julieta trasladada al oeste de Manhattan. Allí están enfrentados (en una colorida de Pandillas de Nueva York) los nativos, que atienden como los Jets y los Sharks que reúne a la muchachada puertorriqueña.

Allí se cruzan María -recién llegada de San Juan y hermana de Bernardo, el líder los Sharks- y Tony, el jefe histórico de los Jets y hoy volcado a una vida rutinaria y menos peligrosa. Se ven y quedan prendados como solo le pasa a los adolescentes.

A partir de ahí todo es complicación porque hay una batalla final entre ambas bandas y eso va a generar complicaciones a nivel personal y amoroso en la pareja estelar. Son Rachel Zegler y Ansel Egort.

Con música de Leonard Bernstein y letra del recientemente fallecido, Stephen Sondheim (ahora el guion es de Tony Kushner), la historia está salpicada de números musicales. Están “Tonight”, “America”, “Maria”, “Gee, officer Krupe” y, claro, “Somewhere” que está vez la intepreta Rita Moreno que en la primera hizo de Anita (la amiga de María) y ganó un Oscar por eso, y acá es la dueña del quiosco donde se juntan los pibes.

Spielberg va, visualmente, por otro lado de Wise. La fotografía de su habitual colaborador, Janusz Kami?ski, apuesta en general por los colores más opacos, dando una oscuridad mayor a la historia que, además, es mucho más explícita en su (estilizada) violencia bailable. Hay un interesan te uso de las sombras y una cámara que sabe poners a danzar.

Al igual que la de Wise, la primera toma es un plano secuencia que presenta el escenario. Acá Spielberg muestra el mundo de los Jets y los Sharks como un paisaje de guerra en un proceso de gentirificación que los tiene, más allá de sus trifulcas de adolescentes condenados. Es una lectura que no tenía la otra.

Capaz que por ahí pasan las razones por las que Spielberg, un vanguardista, se metió en un proyecto así. Quizás está hablando de un fin de un mundo y el fin de un cine que podía, sin que a nadie le llamara la atención ponerse a bailar.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Oscar 2022

Te puede interesar