Estreno

Hoy se estrena la película que le dio a Lucía Garibaldi, el premio en Sundance como mejor dirección

Rosina es una adolescente y como se sabe, esos nunca son tiempos fáciles para nadie. Tiene una hermana (Antonella Aquistapace) a la que, por lo visto, casi le saca un ojo; una madre (Valeria Lois) que está concentrada en un nuevo emprendimiento, un padre jardinero (Fabian Arenillas) y una casa desordenadísima en la que, como un síntoma de otras precariedades, nunca hay agua.

Y como todo adolescente, Rosina (Romina Bentancour) intenta lidiar con el despertar sexual concentrado por uno de los muchachos (Federico Morosini) que trabajan para su padre y con quien tiene una de las peores primeros citas de la historia. Todo eso hace que se comporte un poco raro y tome decisiones de, digamos, adolescente. Y encima dice que vio tiburones en la playa, lo que altera un poco el ambiente pueblerino y algo ominoso del balneario en el que vive. Ella es, a su manera, un tiburón a la caza de su presa.

Con esa excusa, Lucía Garibaldi consiguió con Los tiburones no solo el premio a mejor dirección en Sundance (además de reconocimientos de los importantes en San Sebastián, Tolouse, Guadalajara y el Bafici porteño), sino una comedia sensible bien contada. Y eso es todo un mérito.

Garibaldi u2014que repite aquí escenarios e inquietudes de su primer corto, Colchonesu2014 sabe cómo contar esa historia y generar empatía hacia un personaje difícil. Los pasos de comedia que para muchos parecerán asordinados por el ambiente, son un alivio.

La película es circular, como queda claro en la primera escena en la que está Rosina corriendo (una escena que recuerda a otra aventura sobre el crecer, Los 400 golpes), alejándose de la cámara, y en la última, cuando camina hacia nosotros. En ese periplo, las aventuras son mínimas pero sustanciosas, y las respuestas pocas pero interesantes.

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Cinematográficamente, Garibaldi (y su director de fotografía, Germán Nocella Cedes) apela a los primeros planos que dan una idea de encierro vital, y economiza los planos generales que aportan, por su parte, paisaje, soledad y devastación. Las locaciones, que están entre Solís y Punta Colorada en Maldonado, son excelentes.

Uno de los secretos de la película es la actuación de Bentancour, una elección apropiada para esta Rosina que, cuando quiere, es un demonio encantador. Morosini (el cantautor detrás de Julen y la Gente Sola) es una presencia cautivante.

Los tiburones es heredera de mucho cine rioplatense. La presencia de algunas figuras de Control Z (en el diseño participa Nicole Davrieux, Inés Bortagaray asesoró en el guion) o de Arenillas (el metalero de Los guantes mágicos de Martín Retjman), dejan claro una influencia y, por sobre todo, una manera de entender eso de hacer películas.

El cine uruguayo carga con muchos prejuicios que a Garibaldi parecen no preocuparle. Ese ambiente playero, decadente y de una pobreza que se pega a las cosas, es parte de un universo que ha dado los mejores ejemplos del cine nacional. Los tiburones lo usa para contar en tono de comedia una historia de iniciación adolescente bien femenina. Y sale airosa.