ESTRENO

Lo que hizo tan relevante Jurassic Park, la película que en 1996 inauguró esta saga que ahora llega al cierre de su segunda trilogía, es una suma de factores casi todos irrepetibles.

Estaban los efectos especiales que hoy parecen tan superados pero que entonces conseguían el milagro de revivir dinosaurios: fue prionera en el uso de las imágenes generadas por computadoras, por lo que tuvo a su favor el factor sorpresa.

Y estaba, claro, Steven Spielberg jugando con los juguetes más caros del mundo. El suspenso, las escenas de acción e incluso el vínculo entre los personajes, estaban marcados por la mirada de Spielberg quien dirigió las dos primeras de una idea que, desde entonces, ha mantenido un interés creciente. Jurassic World, la película que revitalizó y amplió el concepto en 2015, es la más taquillera de todas.

Ante la imposibilidad de conseguir aquellos atributos, lo mejor que tiene para ofrecer Jurassic World: Dominio es repetir a las tres estrellas originales y moverse apegado a la fórmula. Colin Trevorrow —quien había dirigido Jurassic World, y en la segunda le dejó el lugar al español J.A. Bayona— ha estado detrás de toda la trilogía y sabe cómo explotar los puntos fuertes de la trama.

Ahora los dinosaurios están conviviendo con los humanos y otras especies en una situación, por lo menos, incómoda. Hay un ADN en la vuelta que se precisa y lo tiene una chiquilina, y hay un villano sacado de una de Bond (Campbell Scott) que va por ella. La defienden el par de héroes de las últimas películas, Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard) quienes han pasado el tiempo entre ser un cowboy de dinosaurios a una activista muy comprometida con el derecho de los animales prehistóricos. También anda con ellos, la intrépida piloto, Kayla (DeWanda Wise).

Para unir las dos trilogías vuelven la doctora Slatter (Laura Dern), el paleontólogo Grant (Sam Neill) y el científico más carismático de la academia, el Ian Malcom de Jeff Goldblum. Son uno de los ganchos marquetineros de esta película.

Todo eso mezclado con escenas de acción o suspenso con la solvencia por Trevorrow, quien salpica de ideas una fórmula que no necesita muchos retoques. Es una de matiné que no quiero ser otra cosa.