Crítica

Fernán Cisnero

Por haber ganado dos Oscar y seguramente ser el mejor actor negro en la historia del cine, Denzel Washington, está claro, hace las películas que quiere. Y su gusto parece ir por el de los dramas policiales crepusculares que le permiten mostrar vulnerabilidad y fortaleza. Son proyectos que, de antemano, no estarían necesariamente a la altura de su prestigio pero le funcionan.

Pequeños secretos que se estrena hoy milagrosamente en cines (en Grupocine, los únicos complejos del circuito comercial abiertos) es de esas. Y más allá de lo convencional de todo el asunto, Washington está muy bien y muy cómodo. Lo acompañan, además, otros dos ganadores de Oscar en composiciones exigidas: Rami Malek y Jared Leto.

El viejo Denzel interpreta a un detective de Los Ángeles que, después de un caso complicado (que lo dejó con un infarto, un divorcio y una suspensión) termina de guardia civil en un pequeño pueblo. Un día vuelve a la gran ciudad por un rato y se encuentra con un caso parecido al que arruinó su carrera por lo que se pone a darle una mano para resolverlo al novato (Malek) que ocupó su puesto y no se parece en nada a él. El principal sospechoso es un escalofriante sujeto con toda la pinta de un asesino serial interpretado por Leto con el habitual exceso.

Los tres comparten una escena en una sala de interrogatorio que le alcanza para ser lo mejor de la película.

La explicación de que los tres protagonistas sean tan importantes pasaría porque dirige John Lee Hancock, quien escribió Medianoche del jardín del bien y el mal y Un mundo perfecto para Clint Eastwood y dirigió películas correctas y con estrellas como El sueño de Walt y The Founder. Es lo que se solía llamar un artesano: un correcto director de películas comerciales con cierta distinción.

Pequeños secretos es, de hecho, un viejo proyecto de Hancock (que acá escribió y dirigió), un libreto que anda en la vuelta de Hollywood desde 1993 y que alguna vez tentó a Steven Spielberg y Eastwood.

El papel, en todo caso, parecía estar esperando a Washington, quien engordó unos kilos y consiguió la presencia necesaria para un personaje así de parecido a tantos que ha hecho últimamente.

En realidad está cerca de El coleccionista de huesos (de 1993) con su combinación de thriller psicológico con asesino en serie. La película está ambientada, sin ninguna explicación, en la década de 1990, lo que asocia aún más con antecedentes como ese o mejores ejemplos del género como Se7en o El silencio de los inocentes.

Acá también hay un sospechoso de una inteligencia superior, un policía experimentado y otro novato, fotos de cadáveres, atmósferas cargadas y escenarios bañados por contraluz. Tiene un suspenso estándar contra el que atentan ciertas desigualdades del guion. Es lo que se llama un neo noir.

El primer tercio funciona muy bien con un prólogo intenso y una presentación de los personajes adecuada para ir armando la tensión. Washington construye despacio un personaje que tiene más de una capa y Malek (por las dudas, el Freddie Mercury de Bohemian Rhapsody) aporta cierta extrañeza a un policía familiero que se mete, aunque se lo advierten, en una parcería letal con el recién llegado.

Ciertas referencias religiosas explicitan que el centro de la película es el camino de redención que transita Washington quien es una fuerza centrífuga que se lleva puesto, con sutileza y sin aspavientos, a todo lo que tiene al lado.

La película, así, juega con el concepto de villanía aunque cuando lo quiere dejar claro termina enredándose un poco.

Lo que queda en el medio es un policial que se comporta como si la década de 1990 nunca hubiera terminado. En ese sentido, va a tener sus seguidores por su prolijidad, por los actores aunque probablemente no despierte ningún entusiasmo extremo.

Un mayor disfrute tal vez lo aporte la experiencia de verla en pantalla grande. Hace pesar en un tiempo en el que películas así se estrenaban semanalmente y uno las veía como si fueran lo mejor del mundo.

Pequeños secretos es, entonces, un ejercicio de nostalgia cinéfila para aquellos que echamos de menos los cines. Vista desde ahí funciona bastante mejor.