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Detrás del español que se obsesionó con una historia uruguaya e hizo una proeza que ya vieron 100 millones

Un día después de conseguir dos nominaciones a los premios Oscar, Juan Antonio Bayona charló con El País sobre "La sociedad de la nieve" y por qué la película de Netflix está causando tanto impacto.

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Juan Antonio Bayona en el rodaje de "La sociedad de la nieve".
Foto: Quim Vives / Netflix

Hace cuatro meses que se habla de él. Desde aquellos ocho, nueve, 10 minutos de ovación cerrada y de pie en la clausura de la Mostra de Venecia, uno de los festivales de cine más importante del mundo, el nombre de Juan Antonio Bayona se ha repetido una y otra vez como el del valiente que se animó a meterse, a esta altura, a contar una historia antigua, familiar, inmensa. Quiso hacer una lectura de la tragedia de los Andes no a través de Hollywood sino con el corazón: en español, con gente del Río de la Plata, desde la humanidad y las entrañas.

Su película La sociedad de la nieve acaba de entrar en la selecta lista de nominaciones a los premios Oscar, por partida doble. Va por los premios a mejor maquillaje y peluquería y mejor película internacional, lo suficiente para entregarse a una justificada euforia. Ya la han visto más de 100 millones de personas.

Sin embargo, Bayona está serio.

Vestido del mismo negro de la pared que tiene de fondo, es discreto en sus respuestas y sonríe como si hubiera que fraccionar el recurso, no malgastarlo. La sobriedad parece estar primero: si se le pregunta por él, Bayona —Jota, como le dicen— se expande hacia el colectivo. Habla de la montaña, del equipo, de los sobrevivientes, de la emoción; de lo que representa contar, en este momento, una historia de esperanza. De entregarlo todo.

Para cuando charla con El País, apenas han pasado 26 horas del anuncio de las candidaturas. En la noche hubo festejos íntimos, y también una celebración que habla de una obsesión que lo inunda hace al menos 12 años: con una breve pandilla, Bayona se fue a una sala de cine y honró a La sociedad de la nieve con el público, con los desconocidos que abrazan esta conquista.

Dice que está contento, feliz, pero su imagen es la de un oficinista que tiene demasiadas cosas por hacer. Eran las 4 y media de la mañana hora uruguaya cuando su equipo confirmó que daría esta entrevista para El País. Atenderá otra inmediatamente después. Hay, en la mirada de lentes cristalinos, mucho de lo que encargarse y mucho en qué pensar. Sobre todo, cómo hacer para que quienes votan en los Oscar atiendan su película, que no tiene estrellas en el elenco, que está en castellano, que es española de proeza sudamericana. El tiempo corre.

—¿Hace cuánto que no descansás?

—Siete años.

***

Bayona descubrió La sociedad de la nieve, el libro de Pablo Vierci, cuando investigaba para Lo imposible, su producción de 2012 sobre la historia real de un tsunami tailandés. En 2011 le mandó un mail a los sobrevivientes. Decía: “Creo que su historia merece una película que explique el contexto verdadero de la montaña, que transmita el frío, el hambre, que se exprese en el idioma en el que se desarrolló realmente y por encima de todo transmita la profunda espiritualidad que nació en su sociedad, que al ser tan profunda es universal y está a la altura de todo lo imposible que vivieron”.

En ese correo ya aparecía la que ahora, en charla con El País, Bayona nombra como la primera imagen de esta película: la idea del corazón desnudo, el corazón sobre todo. El concepto es de Alfredo Strauch y está en La sociedad de la nieve, el libro: “Si te van quitando elementos, llegás al corazón desnudo, donde el ser humano se entrega por el otro”. Ahí estuvo su piedra fundamental.

Desde entonces, este fue un proyecto de cocción lenta, que avanzó en paralelo a otros trabajos. A saber: en 2016 Bayona estrenó Un monstruo viene a verme, que le valió nueve Premios Goya; dos años después, el tanque Jurassic World: el reino caído; y en 2022, El señor de los anillos, la serie más cara de la historia. Venía de rodar sus dos primeros episodios en Nueva Zelanda cuando llegó, con poca referencia, a Uruguay: ahora admite que nunca imaginó que “charrúas” y “kiwis” podían parecerse tanto.

Puesta al lado de todos esos proyectos mayúsculos, La sociedad de la nieve le representó algo extra que, en palabras de Bayona, es como si no terminara de explicarse. Como si en vez de atender un deseo individual, estuviera cumpliendo una misión.

***

Desde que en noviembre de 2021 publicó un video que lo mostraba en la montaña, junto al director de fotografía uruguayo Pedro Luque y que sirvió de anuncio oficial para la película, Bayona ha sido el principal promotor de este proyecto. Da entrevistas, va a programas de televisión, recorre festivales internacionales, acude a premios, pone sus redes sociales al servicio exclusivo de la difusión, se encuentra con el público en las salas, sabe cómo exprimir curiosidades y datos de color para mantener viva este desatado frenesí. Trabaja en todos los terrenos como si fuera, a la vez, director y asistente, jefe y empleado. Lleva siete años sin pausa. No le importa.

Piensa que el trajín que atraviesa su vida frenará después de los Oscar, a los que planea ir con las productoras Belén Atienza y Sandra Hermida —“ya hay gente que se está apuntando, pero yo creo que nos dan muy poquitas entradas”— para luego descansar, pensar, decidir.

Su grado de compromiso se ve extremo. Quienes trabajaron con él hablan de lo mucho que aprendieron, de cómo su obsesión los cambió. En La sociedad de la nieve. ¿Quiénes fuimos en la montaña?, el documental behind the scenes que Netflix lanzó el miércoles, los actores lo tratan como una suerte de director técnico y lo alientan con cánticos de tribuna, mientras que los sobrevivientes (al menos Carlitos Páez) lo reconocen como un par.

Ante esa mención, Bayona sí sonríe. Ignora la frase de cabecera de la selección de Tabárez, “el camino es la recompensa”, pero dice que solo sabe trabajar así: haciendo estos equipos, fomentando estas conexiones. Habla de la sociedad que, casi como en la historia real, se generó en el rodaje. Del desafío que puede implicar dirigir a un elenco sin experiencia en cine, dice: “No considero que haya sido un riesgo trabajar con actores sin experiencia. Creo que es todo lo contrario”. Y de las 590 y tantas horas que filmó y no entraron en sus 144 minutos de largometraje: “El fin siempre es la película. Entonces hay que ser muy contundente con el montaje, porque el público perdona mucho menos que uno mismo”.

¿Pero qué pasó con La sociedad de la nieve que fue así de abrazada? ¿Cómo le bastaron 11 días para convertirse en una de las 10 películas de habla no inglesa más vista en la historia de Netflix? ¿Qué explica que a pesar de que esté en una plataforma de streaming, siga convocando a tanta gente en las salas de cine?

“Creo que la película tiene mucho que ver con este momento que estamos viviendo, donde todos nos sentimos un poco en la montaña”, dice. “Y que ha conectado sobre todo con los jóvenes, los que más solos están en esa montaña”.

Después guarda silencio, piensa un poco, sonríe. “Vierci siempre me decía que esto iba a generar una gran ola. Al final no estuvo tan lejos”.

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