Entrevista
El País habló con las estrellas argentinas sobre la llegada a la cartelera de "Ecos de un crimen", una película llena de vueltas de tuerca y referencias a Hitchcock
Afuera hay una noche espantosa de esas que vienen con apagones, ruidos de ventanas golpeándose y un paisaje inhóspito. En un casa lejos de todo y en medio de esa tormenta están Julián Lemar (Diego Peretti), un escritor de best sellers en busca de inspiración, su esposa (Julieta Cardinali) y su pequeña hija.
En medio de esa velada espantosa pasa lo que pasa en las películas: si alguien golpea es que trae un peligro. Sin embargo los Lemar hacen entrar a una muchacha (Carla Quevedo) que huye, dice, de su marido (Diego Cremonesi) que mató a su bebé y ahora viene por ella. Como suele suceder, los teléfonos no funcionan y la familia está sola.
Ecos de un crimen, la película que cuenta esa historia y que se estrenó ayer en cines uruguayos, está tan llena de vueltas de tuerca que todo lo que se siga avanzando en la trama entra en la categoría de spoiler.
Es una lograda película de género dirigida por Cristian Bernard (76-89-03) y escrita por Gabriel Korenfeld (Permitidos) que no esconde sus referencias al cine de Hitchcock. Tiene buen suspenso y un final inesperado (aunque alguno va a decir que se lo vio venir) que es propio del género.
Sobre Ecos de un crimen, El País charló —con la premura habitual de los junkets de prensa—, en exclusiva con Peretti y Cardinali, que vuelven a trabajar juntos después de En terapia. Acá hablan de método actoral, de Hitchcock, Brian de Palma y de cómo les gusta que sea un rodaje. O sea de cine, de qué más.
—Teniendo en cuenta las referencias al cine de Hitchcock que abundan en Ecos de un crimen, ustedes vienen a ser Cary Grant y Gr ace Kelly o James Stewart y Kim Novak...
Diego Peretti: ¡Linda analogía! Es cierto que todos los que hicimos la película somos amantes de Hitchcock, Brian de Palma y de otros autores menos conocidos. Nos gusta ese cine Muchos planos (como el de la mano con sangre), los travelling o incluso la música me hicieron acordar a muchas películas de De Palma en la década de 1980. Y me encanta. Y si tenés tanta imaginación como para verme como James Stewart o Cary Grant, me siento mejor (risas).
—¿Qué les sedujo del proyecto?
Julieta Cardinali: Principalmente la historia. Cuando me llegó el guion me gustó, primero, participar en una película de terror o de suspenso, géneros que no son muy usuales en Argentina. Eso ya me gustaba mucho pero cuando leí el libro, no tuve dudas. El guion es muy entretenido y tiene unas vueltas muy inesperadas que hizo que cuando terminé de leerlo, quise hacer la película.
—¿Cómo es su método de actuación para aproximarse a sus personajes?
Peretti: Como yo hago es que el libro lo tengo analizado lo máximo que puedo junto con el director. A partir de ahí trato de saber muy bien el texto y encontrar los puentes emocionales con los que yo me identifico para poder representarlos. Con lo que no puedo identificarme, trato de investigar con gente que sí le ha pasado para tener sobre todo fe en el momento que dicen acción. Esas son las tres variables que pongo en la mesa para construir un personaje.
Cardinali: A mi resulta muy interesante el tiempo de ensayo para ponernos de acuerdo. Cuando hay comunión entre los actores y el director siempre se llega a un puerto mucho más entretenido y mejor. Las decisiones previas antes de llegar al set son muy importantes.
—Con toda la experiencia de cine que tienen. ¿Cómo son durante el rodaje?
Peretti: Cuando estoy bien preparado como en esta película (y que es como en general trato de estar), entrar al rodaje es una fiesta. Espero pasarla bien con el elenco, con el director, hablar de cine, expresarme actoralmente, conocer gente, leer. Todo eso. Así que si uno no tiene que estar preocupado por si hay una concordancia estilística con el director o con el elenco o si algún actor se siente mal y quiere más protagonismo, entrar a un ser es una verdadera fiesta.
—Es una película de género y por lo tanto eso incide en la actuación.
Cardinali: No hay que tener miedo a que es un género distinto y que a lo mejor necesita de otra expresión u otros tiempos. Uno espera más a la cámara a la que se toma como un personaje más. Y eso hace la diferencia con otros géneros. Pero coincido con Diego, a mi me gusta pasarla bien trabajando. Es importante el trabajo previo, llegar al set sabiendo lo que uno quiere contar y cómo lo quiere contar y esos acuerdos con el director y lo compañeros son fundamentales.
—Ya que empezábamos mencionando a Hitchcock o De Palma, sus películas hablan de crisis individuales. ¿Hay algo de eso en Julián?
Peretti: Hitchcock o Di Palma se centran en cierta idea fija de los personajes. Y en el caso de Julián, esa obsesión está focalizada de una manera irreductible. Por más que se convoquen psiquiatras o lo que sea, hay algo nuclear en esa cabeza que no se puede reducir, no se puede curar. Acá eso tiene que ver con el abuso y la violencia de género. En este sentido me parece que es una metáfora de cómo el que agrede, por una cuestión cultural lo tiene tan metido en la cabeza por más que traten de deconstruirlo.