La llegada, el sábado, de Duna Parte 2 a los servicios de streaming y de televisión para abonados, es una buena excusa para dejar algo escrito. Es la conclusión de la adaptación que el canadiense Denis Villeneuve encaró de la ambiciosa novela de ciencia ficción de Frank Herbert.

Es un proyecto personal de uno de los más personales directores actuales y el porte de su adaptación es tan grande como su ambición, que es la de alguien que está haciendo su gran obra.

Villeneuve le dedicó los últimos años de su carrera y el resultado es una majestuosa versión de Lawrence de Arabia como si fuera de Andrei Tarkovski. La han comparado con la infantil Star Wars, y aunque se entiende por dónde van, se equivocan.

El universo, aquí, es un par de planetas que están bajo la órbita de un emperador (que interpreta Christopher Walken con vestuario estrafalario). Paul de la Casa de los Atreides (Timothee Chalamet), hijo del duque al que se le asignó, en la primera entrega, la misión de supervisar la administración de la especia (un polvillo que tiene propiedades alucinatorias y de fruncir el tiempo que abunda en el planeta) en nombre de la política imperial de colonización y extracción de recursos ajenos. Herbert pensó en el petróleo en Medio Oriente y hay quien señala que llamó a sus legítimos dueño, la Casa de Arrakis, refiriendo a Irak; la escribió en 1965.

Allí viven los Fremen, unos beduinos del futuro en una civilización acostumbrada a lidiar con el calor del desierto (tienen un envidiable aunque poco bromatológico plan de reciclaje de aguas) y una temeridad que le ha sido muy valiosa al enfrentar al opresor.

Todo eso hace que Paul, siempre acompañada por su madre (Rebecca Ferguson como una enigmática bruja), quede hechizado por el lugar, su gente y, principalmente por Chani, la guerrera que interpreta Zendaya y que acá tiene mucho más desarrollo que en la primera y hasta aporta un punto de vista. El centro es Paul claro quien pasa de príncipe romántico a líder de una teocracia.

Al comienzo de esta secuela, habíamos quedado en que -después que su pueblo fuera diezmado en un genocidio- podría ser el mesías que los Fremen están esperando, mientras los calvos de la casa Harkonnen, representantes de la vieja escuela imperial pero con agenda propia, mandan a su mejor hombre, Feyd-Rautha (Austin Butler en un plan capilar distinto al de Elvis) a lidiar con el asunto. Es una intriga de palacio, un subgénero que también le calza a esta Duna.

El recurso es shakespeariano, claro, pero estos son tiempos shakespereanos.

Los Harkonnen son medios romanos en su trato, sus modales y en su encare de la política, lo que queda certificado en una escena en un circo que tiene más de Leni Riefenstahl que de William Wyler en Ben Hur o Ridley Scott en Gladiador. Los Fremen son un poco más distendidos y su mobiliario menos expresionista incluye carpas en el desierto, horizontes de dunas interminables.

Las referencias religiosas (el periodista Fabián Muro me dice “coránicas” y seguro tiene razón) parecen evidentes, aunque -para buscarle algo- es una de las películas más políticas de Villeneuve. En los Fremen hay facción fundamentalista y una más secular, por lo que las referencias son bastante obvias y por donde pasa gran parte de la historia.

El canadiense es uno de los grandes directores contemporáneos, y de los pocos al que la referencia a Stanley Kubrick no le queda grande.

Sus películas tienden a la espectacularidad y la fantasía (la excelente Blade Runner 2049, Duna) pero entre lo mejor de su obra también están la filosófica y también religiosa La llegada y Sicario, un desesperanzador estado de situación del mundo.

Antes pareció más vinculado a dramas personales que podrían ser morales (Prisioneros, la de Hugh Jackman como un padre torturando al presunto asesino de su hija) o existenciales como en Enemy, su adaptación de El hombre duplicado de José Saramago con Jake Gyllenhaal.

Politécnico -la canadiense con la que se hizo notar- era la reconstrucción agobiante de un tiroteo en una universidad e Incendios, también en francés, iba de dos hermanos que vuelven a Medio Oriente a pedido de la madre y van a descubrir una historia de violencia. Son inquietantes.

Duna Parte 2 va por otro lado y es ciertamente una de ciencia ficción: ocurre en una galaxia lejana y hace tiempo, digamos) y le va muy bien el despliegue espectacular.

Todo es a lo grande y de alta gama. Lo justifican la machacante música de Hans Zimmer; la fotografía de Greg Fraser con paleta que va del blanco y negro a brillos sepia del desierto; la edición de Joe Walker y el diseño de producción expresionista, espectacular e imaginativo de Patrice Vermette. Los cuatro ganaron el Oscar de sus rubros por la primera parte de Duna; van por otro.

Para el recién llegado, es medio un embrollo, y parece necesario ver la primera para entender el alcance de algunas cosas. Incluso la aparición fugaz de una estrella cerca del final y algún asunto irresuelto, hacen pensar que va a haber más. Villeneuve ha dicho que ya tiene escrito la adaptación de Dune Messiah, la segunda de las seis novelas de la saga y que aclara aún más.

Más allá de la acumulación de información, como siempre en Villeneuve, Dune Parte 2 es un evento cinematográfico portentoso algo moroso pero tan, tan lindo, de ver.

Duna Parte 2 [* * * *]
Título original: Dune Part 2. Director: Denis Villeneuve. Guion: Denis Villeneuve, Jon Spaihts, basado en Frank Herbert. Fotografía: Greig Fraser. Editor: Joe Walker. Música: Hans Zimmer. Con: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Josh Brolin, Austin Butler, Florence Pugh, Dave Bautista, Léa Seydoux, Stellan Skarsgård, Charlotte Rampling, Javier Bardem. Duración: 166 minutos. ¿Dónde? En Max, HBO, NSNow de Nuevo Siglo.