ESTRENO
Llega a los cines uruguayos, la película en la que Bardem hace de un empresario que hace cualquier cosa por ganar un premio de responsabilidad empresarial
La certificación que dan los premios convierten a El buen patrón, que se estrenó ayer en Uruguay, en la película española de la temporada. Ganó seis premios Goyaentre los que estaban el de mejor película, director (Fernando León de Aranoa) y actor principal (Javier Bardem). También se hizo de cuatro Platinoy dos Forqué. Fue, además, el envío español a los premios Oscar ganándole la vacante a Madres paralelas de Almodóvar. Es un montón.
Es la tercera colaboración de Bardem y León de Aranoa, una parcería que empezó con Los lunes al sol en 2003 y siguió en 2017 con Pablo Escobar: La traición. El buen patrón se parece, solo muy tangencialmente a las dos.
Se centra en Blanco (Bardem), el dueño de Básculas Blanco, una empresa que dirige con un tono paternalista y está entre las finalistas de un premio a la excelencia empresarial. No hay nada que desee con más fervor que ocupar ese lugar vacío en la pared de los reconocimiento de su casa.
Ese es uno de los tantos motivos de estrés, al que suma un empleado despedido que organiza un piquete en la puerta, un romance con una pasante ambiciosa, un gerente que anda distraído, entre otros frentes abiertos.
Blanco es un poco metiche en la vida de sus empleados y su amabilidad de buen patrón apenas disimula una villanía maquiavélica. Es un gatopardista que cambia todo para que todo siga igual aunque su eslogan es, como corresponde a un fabricante de balanzas, “esfuerzo, equilibro y fidelidad”. No necesariamente cumple con esos preceptos.
Lo que sigue es seguir a ese hombre al borde del ataque de nervios que interpreta Bardem. durante una semana, dividido en las peripecias de cada día, que son una acumulación de obstáculos.
El equilibro esquivo, simbolizado por la balanza en la puerta de la fábrica y que solo se endereza con una bala, se consigue con artimañas y mentiras.
León de Aranoa, quien también escribió el guion, va por la sátira anticorporativa con Bardem representando una manera sutil y contenida de un sujeto de temer. Es, en cierto sentido, una versión de Los lunes al sol (sobre cuarentones desempleados) desde el punto de vista de la patronal.
Es mucho más ácida que aquella película, eso sí. Se nota cierta influencia de Rafael Azcona, el guionista de comedias costumbristas como El pisito o El verdugo que pintaron a la sociedad española de la década de 1960. León de Aranoa sabe cómo hacerlo parecido y mantener entretenido el asunto.
“Me parecía que el humor era la única manera de contar algo tan terrible, de cómo funcionan esas dinámicas de poder dentro de un espacio de trabajo, no solo del patrón, sino también en los trabajadores, en donde hay muchísimos desequilibrios como la falta de apoyo y solidaridad”, le dijo León de Araona. “Entendí que cuanto más lejos iba la película en el drama, cuanto más oscura se volvía, más extremo tenía, más salvaje y divertida tenía que ser”.
Bardem está disimulado detrás de unas gafas y unos modos que lo alejan de sus papeles más recios. Está muy bien en ese personaje pillo que puede ser cruel pero lo (mal) disimula con una bonhomía convincente. Es un seductor e ir descubriendo su verdadero ser es parte del desarrollo de guion.
Para apoyarlo hay un montón de secundarios que, sino aportan al drama, lo hacen para la simpatía de la propuesta, que va para el lado de la comedia. Un guardia de seguridad poco severo y propenso a la rima asonante y el piquetero que hace el mejor café de la comarca funcionan como alivio cómico. Son divertidos.
Otros parecen un poco más forzados como la pasante que interpreta Almudena Amor o situaciones en las que parecería querer denunciar el racismo hacia los inmigrante o el machismo español. No llegan a mucho.
La factura está al servicio de la historia y la estética parece cercana a lo que hacen Cohn y Duprat (en Ciudadano ilustre, por ejemplo) sin demasiados aspavientos.
“Soy optimista por naturaleza, creo que siempre hay gente dispuesta a trabajar para que las cosas mejoren aunque en algunos terrenos sí creo que hay más individualismo y la identidad de clase o la solidaridad son más difíciles de ver”, dijo el director en otra entrevista. “Por ejemplo, en las relaciones laborales, donde el empleo se va deteriorando y fragmentando para que haya más. Estamos más separados y creo que las redes sociales no contribuyen a que estemos más juntos o unidos”.
Sobre esas cosas habla, en un tono muy amable, El buen patrón. Funciona como una película con estrella pero que no pierde de vista cierta austeridad al servicio de lo que se quiere contar. Y ese es un mérito del que se aferra y que, se supone, justifica tanto premio, tanto entusiasmo.