Es lo bueno de esta profesión: es un jueves de tarde y estoy sentado charlando con un ganador de un Oscar. Es una charla casi robada en medio del ajetreo, ya que Bill Condon (que se llevó el premio de la Academia por el guion de Dioses y monstruos) está en un ratito de descanso del rodajede El beso de la mujer araña, su nueva película y que lo tuvo 25 días pidiendo “acción” en varias locaciones de Montevideo.
Condon es uno de los grandes directores del cine industrial. Sus películas en general se estrenan en la temporada de premios y ahí hay que incluir proyectos de perfil alto como la versión “live action” de La bella y la bestia para Disney, Dreamgirls (ocho nominaciones de las que ganó una) o el cierre de la saga Crepúsculo.
Entre ellos ha colado proyectos más “personales” como las recientes Mr. Holmes y El gran mentiroso, las dos con Ian McKellen.
El beso de la mujer araña es una nueva adaptación (la escribió el propio Condon) de la novela del argentino Manuel Puig. Ya tuvo una versión en cines (de Héctor Babenco, con Raúl Julia y William Hurt) y una traslación a Broadway que, en su momento, arrasó en los Tony.
Es la historia de la convivencia en una celda de un peluquero gay, Luis Molina (interpretado por Toniathu) y Valentín (Diego Luna), un preso político. La historia está salpicada por las películas que Molina representa, clases B con la vampiresa Ingrid Luna que interpreta Jennifer López. La actriz filmó sus partes en Nueva Jersey.
-Primero la pregunta más obvia. ¿Por qué Uruguay?
-Escribí el guion como dos películas diferentes. En esta parte, Molina está contando la historia de un musical de Hollywood. Así que, alrededor del 35% de la películas es una de Hollywood, que rodamos en Nueva Jersey. Y los otros dos tercios es un drama de prisión; la novela es principalmente dos hombres en una celda. Queríamos hacer esa parte acá por la autenticidad y la variedad de actores con los que podíamos trabajar. Intentamos hacerlo en Buenos Aires, pero Uruguay era más seductor. Primero por el cambio político que ocurrió en Argentina lo que hizo que se volviera un poco más difícil planear el presupuesto, sin poder prever cuánto valdría el peso argentino. Pero también sentimos, visitando ambos lugares, que había algo en Uruguay que tenía un espíritu de época que era más fácil de capturar.
-¡Los 70 siguen acá!
-Nos contactamos con la productora Cimarrón que resultaron los socios ideales. Nos la hicieron tan fácil y nos sentimos tan cómodos, que la película se convirtió en una película uruguaya. En los dos tercios que se rodaron acá y la mayoría del equipo es uruguayo. Nos dieron los mejores profesionales en las cámaras, la iluminación, en el departamento de arte. Y también una veintena de actores uruguayos y argentinos que, en algunos casos tuvieron un contacto con la represión en sus familias, sus padres se exiliaron o fueron a la cárcel. La historia está muy presente aquí y en Argentina, lo que agregó una realidad increíble. Una de las escenas que grabamos en la cárcel de Miguelete fue conmovedora porque creo que muchos de esos extras se relacionaban mucho con la historia. Y obviamente, acá es de donde viene Puig, es su mundo, así que para estar cerca significó mucho venir a rodar en Uruguay.
-Es fascinante como una novela que un escritor gay escribió en la década de 1970 en Argentina se convirtió en algo tan universal y vigente.
-Sí. Cuando hacés una remake o una adaptación, uno se pregunta por qué hacerla y quién lo necesita si ya se ha hecho. Pero, hay tanto que aún no se ha explorado. Cuando él describe a este personaje gay y dice “¿por qué no me crees? ¡Soy una mujer! ¡Quiero ser una mujer?”, al mundo le llevaría décadas llegar a eso que Puig escribió en 1976. Y además, las autarquías, la represión política siguen tan vivas en el mundo, que lo hace relevante de una manera totalmente nueva. Es una novela muy adelantada a su tiempo.
-¿Qué impacto les provocó Uruguay cuando vinieron a buscar locaciones?
-Muy buena comida, seguro, pero también un gran espíritu. Solo estuve trabajando en Montevideo, pero nos han hecho todo muy fácil. ¡Cerramos calles en el centro de la ciudad! No podría haber sido mejor. Trasladarse de una locación a otra suele ser muy complicado, acá no. La onda en el set me recuerda mucho a trabajar en Europa donde hay la misma atención especial a la experiencia humana.
-¿Por ejemplo?
-Estuvimos buena parte de estas tres semanas rodando en una celda con solo dos actores. Estábamos a oscuras todo el tiempo y casi enloquezco con tanta intensidad, pero cuando salíamos de esa celda, estábamos en un entorno de lindos cafés, cada tres días había una fiesta, había placer en el trabajo.
-Su cine se ubica dentro de la industria, pero en sus película usted logra colar su personalidad. ¿Cómo es una carrera así en tiempos como estos?
-Difícil. Fíjese que pasaron cinco años desde mi última película y estuve escribiendo todo este tiempo y la última que escribí es esta que pudimos sacar adelante. Pero es más difícil. Fue genial la aparición de los servicio de streaming y al principio hacían muchas cosas. Pero deciden lo que quieren. Siempre es una lucha hacer una película, pero se ha puesto más complicado.
-Su primera película fue un thriller ochentero, Strange Behaviour…
-(se ríe) ¡Dios mío! Y tenía un número musical. ¡Qué gracioso!
-¿Qué queda de aquel muchacho de esa B Movie al que tiene Oscar y está al frente de producciones como La bella y la bestia o este El beso de la mujer araña?
-Es interesante. Creo que el amor a las películas. Aquella era una de terror algo tonta y es curioso que la película que Molina cuenta es una de clase B con pequeños apuntes de cine de terror. Siempre me gustaron todos los géneros, incluyendo aquellos que la gente no se toma en serio como los melodramas románticos que visité en mis películas de la saga Crepúsculo.
-Para cerrar volvamos a Uruguay. ¿Qué es lo que va a recomendar de nosotros cuando vuelva a casa?
-Tantas cosas. Estoy en un hotel en la Rambla y solo la belleza del paisaje cuando me despierto ya es maravillosa. Hay tantas cosas lindas para ver y hacer, tanta comida rica. Pero más que nada, la gente me va a preguntar cómo es trabajar acá. Y eso también ha sido un placer. Así que me llevo solo cosas positivas de Uruguay. Y un poco de vergüenza por no hablar español. Perdón por eso.