por Fernán Cisnero
Pareciera de necios dar por descontadas un montón de cosas que trajo el movimiento #MeToo aun limitándolo al cine o al mundo del espectáculo que es el área que compete a esta sección.

Puso freno, para empezar, a la impunidad del varón agresor y animó a denunciar situaciones que antes se vivían con vergüenza y silencio.

Incluso alimentando algunas críticas, el #MeToo ha sido una verdadera rebelión. “La conversión paulista está, sino completada, evolucionando bien”, dice Lydia Tar, o sea Cate Blanchett en Tár, la película que toca algunos temas promovidos a debates. La cancelación, cuya condena suele ser un ostracismo social y cultural, es uno de los temas de una película demasiado rica para limitarla a eso.

Este jueves, para sumar, se estrena en Uruguay Ellas hablan, la ficcionalización de una historia real que puede ser leída como un caso piloto del #MeToo y los debates interiores y colectivos que llevaron a las denuncias.

El concepto “MeToo” (o sea “YoTambién”) lo empleó por primera vez en 2006 en MySpace, una red social, la activista Tarana Burke, ella misma víctima de un asalto sexual.

El caso más contundente, conocido más de 10 años después fue el de Harvey Weinstein, un magnate de Hollywood que hoy cumple condenas en Nueva York, Los Ángeles y Londres por violación, abuso sexual y acoso.

En 2017, #MeToo se convirtió en tendencia, consigna y nombre de una movida social contra el abuso y el acoso sexual y la cultura de la violación. La actriz Alyssa Milano inaguró el hashtag con un tuit: “Si todas las mujeres que han sido acosadas o agredidas sexualmente escribieran ‘Yo también’ como estado, podríamos dar una idea de la magnitud del problema”.

Millones siguieron la consigna incluyendo actrices de Hollywood. Es un trending topic persistente y global desde entonces, haciendo notar las situaciones de violencia y discriminación que viven las mujeres y la ceguera del resto para aceptarlas como normal.

La investigación periodística que inició esos procesos judiciales a cargo de dos periodistas del New York Times está reflejado en Ella dijo, la película que se estrenó en noviembre. Dirigida por Maria Schrader, tiene a Zoe Kazan y Carey Mulligan como esas reporteras (Jodi Kantor y Megan Twohey) que revelan las prácticas de Weinstein, allí un monstruo apenas vislumbrado pero terrible.

Ella dijo es el Todos los hombres del presidente del #MeToo, incluso en su convencioalismo.

La figura de alguien que claramente sería Weinstein o uno de su calaña también quedaba fuera de cuadro en la minimalista La asistente, sobre la traumática experiencia de habitar en el coto de caza de tamaño depredador. Actúa Julia Garner como la asistente personal del monstruo y es la que mejor toca el tema.

Mostrando lo extendido del asunto, El escándalo (2019, tres nominaciones al Oscar; ganó maquillaje) con un montón de estrellas (Charlize Theron, Nicole Kidman, Margot Robbie) era una denuncia, casi en tono de sátira, del agresivamente sexista ambiente laboral en la cadena Fox. El encuentro de una muchacha con un editor que la humilla sexualmente debería alcanzar para entender la necesidad del reclamo.

Otros nombres de la industria quedaron expuestos, como el actor Kevin Spacey y los comediantes Louis CK y Bill Cosby. Se reactivaron, además, las denuncias contra Woody Allen y hubo renuncias de otros ejecutivos importantes.

A algunos de ellos parece haberles sido concedida la “libertad condicional”: Louis CK, uno de los comediantes más respetados de su generación hasta que se lo acusó de masturbarse frente a mujeres, agotó el Madison Square Garden en enero. Revelaría una suerte de contracorriente al movimiento.

Más allá de las consecuencias judiciales o en las carreras de algunos poderosos, el #MeTootambién tuvo una fuerte influencia en la forma en las historias que se cuentan y los temas que se tratan.

Hizo presente, por ejemplo, la experiencia femenina, y le dio mayor protagonismo ya delante o detrás de cámaras, aportando incluso a las formas del cine. Es lo más revolucionario de ese arte desde la Nouvelle Vague.
Que no haya directoras en las nominaciones al Oscar de este año es un retroceso: en 2021, la mejor película y la mejor dirección fue Nomadland de Chloé Zaho, y el año pasado ganó Jane Campion por El poder del perro.

Ellas hablan tiene nominaciónpor su guion (escrito por Sarah Polley, quien dirige) y como mejor película, nada menos. Basada en un caso real ocurrido lejos del show bussiness, funciona como una alegoría del surgimiento del movimiento #MeToo.

En una colonia menonita en Bolivia, las mujeres eran sistemáticamente violadas tras ser drogadas (como hacía Cosby) por los hombres de la comunidad. Ellas, analfabetas y sin idea del mundo exterior, aceptaban una explicación mística a los rasguños, los dolores y los embarazos, hasta que se atrevieron a denunciarlos. Varios de ellos están presos por violación.

En Ellas hablan, ese caso, contado desde una novela de Miriam Toews, es una crónica del despertar que provocó el #MeToo. Es el cónclave (ficcional) de las mujeres de la comunidad sobre qué hacer mientras los hombres están en el pueblo intentando liberar a uno de los acusados.

La película, que tiene un planteo teatral innegable, se concentra en los argumentos a favor y en contra (es la 12 hombres en pugna del #MeToo) de quedarse y perdonar (como exigen los hombres, menos uno interpretado por Ben Whishaw, una surte de “varon domado”), hacer justicia o huir. Todos los argumentos son válidos y revelan el arduo camino que llevó al #Me Too.

Las lecturas casi bíblicas del final y un elenco en el que están varias estrellas de cine ( Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Frances McDormand, quien produce) dejan claro el compromiso y la trascendencia de un movimiento que cambió a todos para siempre. Y, claro, cómo no iba a cambiar el cine.