"Elvis": la biopic de un rey con todos los lujos, Tom Hanks y un director vistoso y colorido

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CRITICA

Se estrena en cines, la película que cuenta la vida de Elvis Presley a través de la mirada de su maganer y con todo el despliegue del australiano Baz Luhrmann

Cuando uno compra un producto marca Baz Luhrmann, el director australiano de fulgurante carrera en Hollywood, uno espera que venga con sus tradiciones arrebatos coloridos. Han sido una parte fundamental de su estilo y, digamos, algo que le encanta a sus fanáticos y de lo poco que entusiasma incluso a sus detractores.

Luhrmann que es grandilocuente, ha utilizado toda la brillantina y el neón en stock, para albergar despliegues escenográficos y narrativos. Con eso, y otros recursos, ha construido mundos nuevos alrededor de anécdotas tan conocidas como la de Romeo y Julieta y El gran Gatsby o creó nuevas versiones de escenarios estereotipados en Moulin Rouge, lo mejor que ha hecho.

La Verona californiana de los amantes adolescentes de Shakespeare o el Nueva York vaporoso del elusivo y enamorado magnate de Fitzgerald, eran paisajes artificiales. Luhrmann le da universo al mundo que Fitzgerald imaginó para Gatsby que, en la versión de Luhrmann tenía la cara de Leonardo Di Caprio y un despliegue visual de montaña rusa.

Otra seña particular es la combinación anacrónica de imaginería y música moderna que, por ejemplo, hacía de la París de los años locos de Moulin Rouge, una pura fantasía.

Esos ambientes, Luhrmann los monta con una tendencia al gran espectáculo del music hall y lo circense a los que combina, muchas veces con un espíritu rave que dos por tres se hace notar y parece estar en el cimiento de cada uno de sus proyectos: esas orgías bailables estaban en la fiesta de Gatsby o en los salones del burlesque parisino.

Su principal fuente de inspiración, empero, es el musical de cine una predilección presente desde su primera película Baila conmigo, que es de 1993 y, si se permite, es una favorita personal. Era divertida, llamativa y alocada, una mirada muy australiana del mundo que Luhrmann iría perdiendo.

Es un renovador del musical, utilizando todos los recursos tecnológicos, lo que aporta su propia dimensión a ese mundo (visual, narrativo) por el que nos guían. La edición es parte de las herramientas que utiliza para crear esos ambientes.

Con todos esos antecedentes -y perdón por la tardanza de llegar al tema que nos convoca- es una pena que Elvis, su biopic sobre quien alguna vez fue considerado el rey del rock and roll, se termine viendo tan convencional. Luhrmann es, incluso en sus formalismos, un irrevente, un director, precisamente, poco convencional.

No está mal, que no se malinterprete. Es entretenida, llamativa, con momentos originales y tiene a Tom Hanksen el papel de un villano. Es una producción de Hollywood y eso implica todo lo costosa que se termina viendo.

Presentada en el festival de Cannes -porque es una celebación de la experiencia cinematográfica- sigue todos los hitos enciclopédicos de la vida de Presley (interpretado con belleza de Ken por Austin Butler, que está muy justo en toda su artificialidad), la primera estrella juvenil en liderar una revolución.

Están su pobreza en el sur de Estados Unidos, su conversión (a lo Saulo como implicita Luhrman) al rock and roll, su erotismo de síncope, su rebeldía apaciguada por el servicio militar, su amor por Priscilla, su indigno paso por Hollywood y su regreso estelar en Las Vegas que sería, a la larga el cierre de su carrera en un obeso, triste y solitario final.

Sobre (casi) todo ese periplo pesa la figura del Coronel Tom Parker, descubridor y manager autocrático que gobernó la carrera de Presley y es responsable de su gloria, de su desenlace, sino de otros errores grandes en el medio. La película presenta a Elvis como un artista victimizado y bloqueado por su manager.

Parker fue un empresario circense que ni se llamaba Parker, ni era coronel, si no un apátrida de origen holandés. Es el villano de esta historia, una figura oscura que acá Hanks, transforma en casi una exageración que es la apropiada para la ocasión. Es, lo que ha recibido opiniones divididas, el narrador omnipresente: la película es un flashback de un anciano y atormentado manager y tirano.

Hay momentos en que Luhrman se hace notar y la película toma impulso. Su recreación de Las Vegas, los sobreimpresos con las distintas escalas de la historia, el mundo del circo, un capítulo contado como dibujo animado, la escena de la epifanía, son buenas ideas, muy bien resueltas. Mucha de ellas se acumulan en el primer cuarto del metraje.

El resto, está más cerca de Ray, la biopic sobre Ray Charles con Jamie Foxx y que es un poco el mismo calvario, con un final más feliz. Así cuando se cuenta con rigor profesional y poca inventiva, Elvis es una película del montón pero cuando Luhrman consigue desembarazarse de eso, es una fiesta a la altura de su héroe. Una historia triste contada con imaginación de music hall, con imaginación de cine.

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