Por Fernán Cisnero
Ya se ha dicho un montón, incluso en páginas como esta, de Todo en todas partes al mismo tiempo. No ha parado de estar, además, en las noticias por su raid triunfante por todas las ceremonias y los reconocimientos que integran la llamada “temporada de premios”. Las críticas han sido unánimes sobre sus méritos.
Para El País fuela segunda mejor película de 2022.
Esa omnipresencia de Todo en todas partes al mismo tiempo se ha potenciado en la última quincena. Es la recta final hacia el domingo 12 cuando se entreguen los anuales “Premios al mérito” que concede la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, y que todos conocemos con el apodo de Oscar.
A esta altura muchos ya deben saber que tiene 11 nominaciones. Va lista: película, dirección, guion original, actriz principal, dos a mejor actriz secundaria, uno a actor secundario, edición, vestuario, banda sonora y canción original.
Los directores son Daniel Kwan y Daniel Schneiter, quienes atienden como Los Daniels, nombre artístico más cercano al parodismo que al cine, y que son los muchachos del momento. Son la propia venganza de los nerds y han sido el centro de la fiesta desde que estrenaron película en marzo de 2022.
La revista Sight & Sound, la más prestigiosa dedicada al tema, le dedicó tapa y una larga entrevista que les hizo Edgar Wright, como dándole la bienvenida al reducido club de los chicos maravillas. Ese gesto tiene un valor simbólico de esos que no le importan a nadie pero que están buenos.
Todo en todas partes al mismo tiempo es recién su segunda película, siendo la primera la producción de 2021 Swiss Army Man, una supuesta comedia con Paul Dano acarreando el cuerpo muerto de Daniel Radcliffe en una isla desierta. Sí, eso.
Venían con una carrera dedicada al experimental campo del video musical (un favorito personal: “The Simple Song” de The Shins; temazo, además), un antecedente que se hace notar en Todo en todas partes al mismo tiempo: es vistosa y moderna y su narrativa es disparatada en forma y contenido. Esas opciones creativas puede espantar a públicos más tradicionales y hay ahí casi una declaración generacional.
A esta altura, ante tal bombardeo mediático, estamos enterados que Michelle Yeoh, la estrella del cine asiático, es tan favorita que, se dice, ha dejado atrás a Cate Blanchett, quien ya debería haber tenido el discurso de aceptación por su esforzadísimo protagónico en Tár.
Yeoh, quien nació en 1962, tiene una larga carrera intercontinental en la que figura ser “chica Bond”, superheroína de Marvel y protagonista de El tigre y el dragón, la avanzada de China en el mercado global de las películas. En su momento fue una sensación y estaría bueno volver a verla con todo lo que sabemos ahora. Está en HBO Max y en NSNow de Nuevo Siglo.
En los últimos años Yeoh ha privilegiado el ala americana de su carrera, una decisión que en Todo en todas partes al mismo tiempo tiene su consagración.
Interpreta -y está verdaderamente para un Oscar- a Evelyn Wang, una migrante china en un barrio pobre de Los Angeles. Está atorada en la vida como dejan claro los ambientes cerrados y atiborrados donde la presentan los Daniels.
Los síntomas son claros. Por ejemplo, un marido disperso y algo infantil (Ke Huy Quan, nominado) que, a su vez, se siente desatendido por la estresada de su esposa y quiere el divorcio. Una hija (Stephanie Hsu, nominada) dejando la adolescencia, rebelde y poco escuchada que choca con la negación de madre cuando quiere presentarle a Becky (Tallie Medel), su novia. El padre de Evelyn (James Hong), encima, acaba de llegar de visita desde China, lo que, con todo cariño, es un incordio.
En planos menos afectivos, tiene a la DGI del lugar tras sus finanzas, un caos de caprichos, boletas impagas y trámites mal hechos, investigado con celo de Deirdre Beaubeirdre (Jamie Lee Curtis, nominada), la funcionaria de Impositiva que se encarga de su caso.
En tiempos que parecen no dar respuestas claras, Evelyn descubre que esta es solo una versión de ella (la menos agraciada, pensará, y se equivoca) y que debe recorrer el multiverso para, nada menos, salvarlo. A partir de ahí la película salta, sin solución de continuidad de una realidad a otra, en un viaje alucinado, al que hay que seguirle el hilo.
Detrás de su apariencia de cine de acción, escenas de artes marciales con juguetes sexuales, peleas con riñoneras letales y otras ideas interesantes, habla de reestablecer el vínculo entre una madre y una hija. Todo en todas partes al mismo tiempo es un melodrama en el multiverso y esa combinación es parte de su encanto.
¿Qué puede ganar? Esas cosas más o menos se han contado. También que la de Ke Huy Quan es una de las historias de renacimiento de la temporada (siendo la otra la de Brendan Fraser). Quan fue el simpático niño asiático que acompañaba a Indiana Jones en El templo de la perdición y se había dado por vencido en sus aspiraciones de tener una carrera actoral.
La conmovedora historia y la simpatía con la que encaró este operativo retorno lo han convertido en la figura de estos Oscar. Es seguro que gane como mejor actor secundario.
Más allá de eso, Todo en todas partes al mismo tiempo será favorita pero la competencia no está saldada. No parece disparatado que gane a mejor película, actriz principal, actor secundario y actriz secundaria donde tiene dos números de la rifa, Hsu y Curtis. Tiene un montaje (de Paul Rogers) que merece Oscar.
Su guion original (siendo “original” una palabra con muchas acepciones en su caso) podría ser superado por la precisión narrativa de Martin McDonagh, el Oscar más seguro que parece tener Los espíritus de la isla. En esa categoría también tienen aspiraciones Los Fabelman y Tár, dos grandes libretos.
No estaría en los pronósticos que gane a mejor banda sonora (está John Williams). Ni a mejor canción original aunque la haya coescrito David Byrne y nos permita ver al exlíder de Talking Heads actuar en la ceremonia.
Que Los Daniels ganen como mejores directores es justificado y posible, aunque ha venido creciendo el nombre de Steven Spielberg. Sería justo, sí pero simbólico un choque entre tradición y las nueva narrativas, una disyuntiva que no corresponde acá dilucidar. No le tiene que hacer el Oscar.