Se ha dicho, y lo ha confirmado el propio interesado, que Secreto en la montaña era un proyecto originalmente para Pedro Almodóvar, quien rechazó la oferta. Veinte años después, Extraña forma de vida es una suerte de reivindicación del español de aquella película que no llegó a concretar. No es explícitamente una secuela, pero parecen estar en diálogo.
La acción transcurre casi un siglo antes en un ambiente típico de película de cowboy: un pueblo polvoriento, con su saloon y su comisaría, un sheriff cascoteado dispuesto a poner algo de civilización y justicia en ese paraje de Nuevo México al que, justo, llega un forastero. Para subrayar su apego al género, incluye un duelo final a punta de pistola.
Sin embargo, con esa receta Almodóvar construye, principalmente, la conmovedora historia de amor entre Silva, el que llega al pueblo (Pedro Pascal), y el sheriff al que anda buscando (Ethan Hawke). Fueron amantes hace más de 25 años, un lapso que no ha mermado el impacto de una tarde orgiástica (mostrada como una fantasía romana) y dos meses de intensa pasión entre ellos. El reencuentro es fogoso, pero algunas cuestiones coyunturales y criminales los van a terminar enfrentando. Silva está enamorado y no está dispuesto a ceder, y el sheriff lo vive con más negación y culpa. Ambos van a tener que enfrentar importantes dilemas vitales para poder concretar su historia de amor.
Extraña forma de vida es, por eso, una suerte de secuela extraoficial y disimulada de Secreto en la montaña. Intenta, en todo caso, contestar una pregunta que lanza el personaje de Heath Ledger en aquella película de Ang Lee: ¿qué pueden hacer dos cowboys gays como dueños de un rancho?
“Ya conocía el cuento de Annie Proulx y estaba lleno de fisicalidad: empezaban a tener relaciones sexuales como animales, buscando calor porque hacía mucho frío”, le dijo Almodóvar a The New York Times sobre el relato en que está basado Secreto en la montaña. Eso no estaba, dijo, en el guion que le llegó. “Pensé que si hacía una versión de ese cuento tendría más escenas de sexo. En Extraña forma de vida hay mucho aspecto físico, pero nunca es explícito: me resultaba más interesante que las palabras estuvieran más desnudas que los cuerpos”.
Técnicamente, Extraña forma de vida es lo que se conoce como un western queer, un subgénero de las películas de cowboys que queda ejemplificado y resumido en, precisamente, Secreto en la montaña.
A la categoría habría que agregar otro ejemplo reciente, El poder del perro de la neozelandesa Jane Campion, sobre atracción fatal de otro cowboy prototípico hacia un adolescente menos inocente de lo que parece.
Muchos rastrean la categoría ya desde el mismísimo período clásico. Por ejemplo, la chaqueta de cuero verde de Saint Laurent de Pascal en Extraña forma de vida podrá parecer anacrónica, pero en realidad refiere a una similar que calzaba James Stewart en Horizontes lejanos, una película de Anthony Mann a la que se le suele adjudicar subtexto queer.
El género ha estado cerca de Almodóvar. En Mujeres al borde de un ataque de nervios, la protagonista hacía el doblaje castizo de Johnny Guitar, el clásico de Nicholas Ray en el que el odio que se sienten Joan Crawford y Mercedes McCambridge excede la disputa territorial. De esas cosas no se hablaba, cierto, pero estaban ahí.
(También hay toda una lectura queer de Rancho De Luxe de Fritz Lang, con una Marlene Dietrich masculinizada, que es una favorita personal del género y seguro que también le gustó mucho a Almodóvar)
Extraña forma de vida es el segundo mediometraje en inglés del español. El anterior había sido La voz humana, un ejercicio vistoso e interesante con Tilda Swinton interpretando la obra de Jean Cocteau. Tiene muy buen ver.
En Extraña forma de vida, lejos de las vanguardias europeas, va por el género más americano del mundo y el que le dio a Estados Unidos su propia épica, masculina y sin dobleces.
Aunque cumple con todos los protocolos del género, se permite algunos anacronismos como poner a Manu Ríos (el chico bonito de la serie Élite) cantando con la voz de Caetano Veloso el fado de Amalia Rodrigues que da título a la película. O están los paisajes de Nuevo México de Georgia O’Keefe, otra vieja favorita del director, o Maynard Dixon en las paredes de la habitación del sheriff.
Es, ante todo, una obra elegantísima a lo que ayuda la fotografía de José Luis Alcaine y la música de Alberto Iglesias, dos colaboradores que entienden al director. Y el vestuario es de Anthony Vacarello, director creativo de Saint Laurent, que acá debuta como productora de películas.
Parte de esa elegancia viene del melodrama, el territorio de Almodóvar, y así Extraña forma de vida —que se presentó en el último festival de Cannes— es una gran película romántica.
Será la otra cara del viejo oeste, cierto, y se intentará así editorializar sobre males que el cine aún tiene que superar, pero es una entrañable, seductora y bellamente contada historia de amor. Y, para todo su afán revisionista, Almodóvar sabe que no hay nada más clásico que eso.
Extraña forma de vida [****]
España, Francia, 2023. Dirección y guion: Pedro Almodovar. Fotografía: José Luis Alcaine. Editora: Teresa Font. Música: Alberto Iglesias. Con: Ethan Hawke, Pedro Pascal, Pedro Casablanc, Manu Ríos, George Steane, José Condessa, Jason Fernández, Sara Sálamo, Ohiana Cueto, Daniela Medina.Duración: 32 minutos. Estreno: 21 de setiembre, en cines.