En "Todos somos extraños", fantasmas y un romance triste se mezclan con dos galanes del momento

Se estrena en cines la película con Andrew Scott y Paul Mescal sobre deudas pendientes en la vida, homofobia y las cosas que nos gustaría charlar con nuestros padres

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Todos somos extraños
Todos somos extraños

Adam está mal. Un hombre gay acercándose a los 50, pasa sus días intentandoescribir un guion pero básicamente se la pasa procastinando en ropa de entrecasa. Está triste y, encima, es el solitario residente en un edificio nuevo en las afueras de Londres. Su único vecino parece ser Harry, quien una noche toca su puerta borracho y con una botella de whisky empezada. Adam prefiere no recibirlo, pero un siguiente encuentro abre otra clase de posibilidades.

Son, respectivamente, Andrew Scott y Paul Mescal, dos de los galanes del momento que están en el centro de Todos somos extraños, un melodrama sobrenatural y queer, que se convirtió en una las películas de culto del año pasado y que hoy se estrena en Uruguay. Tuvo seis nominaciones a los Bafta, una en los Globo de Oro (para Scott) y su ausencia de los Oscar ha sido señalada como una omisión flagrante. Está bien pero no es para tanto.

Es de Andrew Haigh, un director británico del que en Uruguay se conocieron en cines Fin de semana (en el festival Llamale H de 2012) y 45 años, de 2015 y con Charlotte Rampling y Tom Courtenay; es, además, el creador de la serie Loving. Acá trabaja sobre un guion propio adaptado libremente de Strangers, una novela del japonés Taichi Yamada, a la que hace unos cambios que le aportan detalles autobiográficos. Una de las locaciones es la casa de la infancia de Haigh.

Adam intenta escribir, por lo que se ve, sobre su niñez (se lee “Ext. Casa suburbana. 1987) y buscando inspiración vuelve a la casita de los viejos. Los interpretan Claire Foy (la reina Isabel en las primeras de The Crown) y Jamie Bell (un gran actor que inmerecidamente por siempre será Billy Elliott).

Lo reciben como si el tiempo no hubiera pasado y de la perplejidad inicial (principalmente porque murieron cuando él tenía 12 años) pasa a disfrutar del confort que siempre aportan las casas de la infancia. Adam no necesita solo destrabar el guion que quiere escribir sino también solucionar algunos conflictos internos: decirle, por ejemplo a sus padres que es homosexual.

Mientras tanto, va creciendo su relación con Harry, de quien apenas se bocetan un par de aspectos pero muy poco más. El también parece triste. A Adam le hace bien.

El recurso fantástico (que es bastante similar al de Petit Maman de Celine Sciamma) de viajar en el tiempo para saldar deudas filiales, es interesante y le da al drama una dimensión mágica, onírica.

Eso va a quedar clarísimo en un final que incluye una inesperada (aunque va a haber quiénes digan que se la vieron venir) vuelta de tuerca.

Es una gran actuación de Scott, quien tiene formación teatral pero se ha hecho famoso por ser un sacerdote sexy en la segunda temporada de Fleabag. Acá hace un trabajo sensacional. Mescal está muy bien aunque su papel es un poco más limitado por razones que son explicadas a su debido momento.

Es una película sobre la soledad, las consecuencias de la homofobia estructural y esos demonios que nos atormentan. Es un melodrama disfrazado de historia de fantasmas. O al revés.

Todos somos extraños [* * * *] Gran Bretaña, 2023. Título original: All of Us Stranger. Guion y dirección: Andrew Haigh basado en la novela “Strangers” de Taichi Yamada. Fotografía: Jamie D. Ramsay. Editor: Jonathan Alberts. Música: Emilie Levienaise-Farrouch. Con: Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell, Claire Foy. Duración: 105 minutos. Estreno: 21 de marzo, en cines.

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