Fernán Cisnero

En el cine del alemán Cristian Petzold, hay mujeres en el árido proceso de asumirse a si mismas, más allá de las circunstancias personales, históricas y románticas.

En Undine, su última película, eso lo hace a través de la leyenda de la ninfa de los ríos de ese nombre condenada a matar al hombre que la traicione.

Acá Undine (Paula Beer), es una historiadora que trabaja en lo que parece un museo urbanístico. Allí conduce una informadísima visita guiada a Berlín a partir de maquetas de diferentes épocas de la ciudad. Toda una lectura de la película pasa por esa presencia histórica, legendaria, de Berlín.

Cuando su novio la abandona, se dispara el hechizo: “si te vas te tengo que matar”, le dice. Conoce sin embargo a Christof (Franz Rogowski), un muchacho bueno y buzo profesional (el agua es una presencia constante) con quien inicia un amor de pureza de fábula.

Una fatalidad va a desencadenar una segunda parte sobrenatural, fantasiosa y poética. Es Romeo y Julieta, una historia de amor marcada por un destino fatal y por eso el arrebato de su amor es adolescente, impulsivo, demasiado puro para ser real: una versión arrebatada de La Sirenita.

Petzold conduce Undine entre la fábula y la realidad, colocándolas a ambas a un mismo terreno. Algunas escenas, inevitablemente, recuerdan a las de otra leyenda de río (L’Atalante de Jean Vigo). Como aquel, Petzold sabe que, para el enamorado las dimensiones se confunden y verdad y fantasía comparten un mismo plano.

El alemán tiene una carrera importante de la que en Uruguay se vio bastante: allí están Bárbara, Ave Fénix y Transit, el núcleo brillante del último tramo de su carrera. Urdine parece menos ambiciosa pero ¿no son así las fábulas?