Es una parte de la historia del cine cargada de leyendas que ahora vuelve en una vistosa versión de Hollywood

Se estrena en cines, una nueva versión de "Nosferatu", la historia de Drácula que es uno de los hitos del cine mudo y ya tuvo una versión alemana; ahora la dirige el estadounidense Robert Eggers

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Lily Rose Depp en "Nosferatu"

Hay que ser muy temerario para encarar una nueva versión de Nosferatu, la historia reciclada de Drácula que tiene dos antecedentes canónicos: una versión (muda) de 1922 dirigida por F. W. Murnau y otra, igual de deslumbrante, de Werner Herzog en 1979.

Robert Eggers aceptó el desafío de hacer una adaptación, la primera fuera de Alemania, a la altura de una campaña de marketing de Hollywood. Su versión, que se estrena hoy, ha recibido elogios de críticos entusiastas y reparos de otros más suspicaces.

Eggers, un estadounidense de 41 años, carga con prestigio de visionario que ha construido con un estilo de búsqueda visual de rango amplio que abarca el formato (el aspect ratio de la Academia, o sea cuadrado, y el blanco y negro rabioso de El faro), fotografía y diseño de producción que se hacen notar y aportan gran parte del encanto de La bruja, la película que lo lanzó a dónde está ahora. Esos rubros son el principal interés de su épica vikinga, El hombre del norte y hay nuevas variantes de cada uno de esos atributos cubiertas en Nosferatu, su cuarta película.

Es un proyecto soñado de Eggers, quien, lo ha dicho en varias entrevistas, quedó impactado siendo adolescente al ver en un libro una foto de Max Schreck caracterizado como el vampiro de Murnau. De acuerdo a un artículo de The New York Times, un Eggers adolescente dirigió una versión teatral de Nosferatu en blanco y negro. La originalidad le interesó desde chico.

La versión muda que F.W. Murnau —uno de los maestros canónicos del cine— dirigió en 1922 y cuyo nombre completo es Nosferatu: Sinfonía del horror, fue la primera adaptación al cine del Drácula de Bram Stoker.

De hecho, Murnau encargó al guionista, Henrik Galeen, que le hiciera algún retoque como para disimular el saqueo y evitar una demanda por derechos de autor de la viuda de Stoker. No tuvieron suerte, un juez ordenó quemar todas las copias existentes.

Algunas se salvaron y la obra condenada a la pena de muerte, sobrevivió y se convirtió en un clásico. Actualmente figura entre las 200 películas más importantes de la historia de acuerdo a la última encuesta del British Film Institute en 2022. Hay una copia en alta definición con subtítulos en español disponible en YouTube.

Murnau hizo sutiles cambios al original de Stoker: la acción pasó del Londres del siglo XIX al norte de Alemania de un siglo antes y convirtió al elegante y sofisticado conde transilvano en un ser repulsivo, la viva encarnación del mal. Dejó de lado, el asunto de la estaca en el corazón y la cosa esa de que no se refleja en los espejos. Ahora, la única forma de vencerlo era con el sacrificio de una mujer pura.

El terror estaba acentuado en la actuación Max Schreck, que parecía ser el propio vampiro, exagerado con un maquillaje que es una de las escasas vinculaciones con el expresionismo con el que a menudo se la asocia. El comportamiento elusivo y sospechoso de Schreck durante el rodaje motivó un drama de Hollywood, La sombra del vampiro que en su momento tuvo dos nominaciones al Oscar, una para William Dafoe. Eso alimentó la leyenda alrededor de la película y el personaje.

Nosferatu

La historia de Murnau es la de siempre, más allá de que los nombres están cambiados. Recién casado con Ellen, Thomas Hutter, el empleado de inmobliaria, debe ir a Transilvania a concretar el interés del conde Orlock por una propiedad en el barrio. Cuando llega, rechaza la advertencia desesperada de los gitanos locales de que mejor no vaya a lo del conde, allá arriba en un pico de los Cárpatos pero el muchacho es displicente con las creencias locales. Y quiere la comisión.

El conde lo recibe con una mordida de colmillos de esas que lo volverían su servidor pero por alguna razón, Thomas se recupera y se manda de nuevo a casa para avisar de la amenaza que se les viene. Orlock está llegando escoltado por la plaga y la única solución parece venir por la extraña conexión de Ellen, nada menos, con el Conde. El señor de las tinieblas la busca con un perserverancia de siglos.

Esa misma historia (aunque con los nombres recuperados ya que los Stoker ya no tenían derecho a reclamar derechos) se volvió a contar en Nosferatu: el vampiro de 1979 dirigido por Wener Herzog en la que también se apoya Eggers, que es un director cinéfilo y sabe alardear de eso.

Allí, otro demente, Klaus Kinski, le da una nueva imagen y principlamnte oz a Orlock, —vuelto a bautizar Dracula pero igual de espantoso— que anda detrás de Isabelle Adjani como Lucy; Bruno Ganz como el pánfilo de Jonathan y un montón de ratas. Muchas ratas.

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Klaus Kinski en el Nosferatu de Herzog

Herzog homenajeaba la original de Murnau, con referencias visuales del cine mudo pero dandole otra dimensión visual al universo. Tene la locura propia del director alemán, la fotografía de Jörg Schmidt-Reitwein y un Kinski, aterrador.Está para ver en buena copia subtitulada también en YouTube.

Como para certificar su vínculo con ese antecedente, la adaptación que se estrena hoy se filmó en la misma locación que la de Herzog: el castillo Pernštejn en República Checa. Eggers, sin embargo, avisó que no vio ninguna de las otras dos versiones para no contaminar su visión.

En su Nosferatu, sí, está la misma historia. Acá Thomas es Nicholas Hoult (al que también se puede ver Jurado #2, la de Clint Eastwood), quien aporta su cara de buenote lindo. Está perdidamente enamorado de Ellen (Lily-Rose Depp, la hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis; tiene algo de los dos) pero no lo suficiente, por lo visto para aceptar sus advertencias de de que nada bueno puede salir de Transilvania.

Tenía algo de razón. El Conde Orlock (Bill Skarsgård, que le da al personaje una virilidad que no necesariemente estaba en los otros), el anfitrión que lo espera allá en los Cárpatos, tiene una extraña conexión con Ellen, que ella no deja muy explícito para convencer su marido. Mientras él está de viaje, Ellen sufre como loca por lo que se avecina ante la mirada tolerante de los Hardings (Aaron Taylor-Johnson y Emma Corrin), la pareja que se comprometió a alojarla. Cuando sus actitudes empiezan a ser preocupantes (sonambulismo, cierta mirada alienada), convocan al profesor VonFrantz (Dafoe), que es poco convencional y disparmente efectivo.

Aunque en los otros estaba sugerido, ahora está más acentuado el impulso sexual entre Ellen y Orlock y la versión repite, con esmero, escenas y diálogos de las dos anteriores.

Eggers lo hace con la pericia para asegurar la puesta en escena que se impone en algo así y en su estilo. La fotografía y el diseño de producción de sus socios habituales (respectivamente Jarin Blaschke y Craig Lathrop), vuelven a ser fundamentales.Aunque hay algunas referencias expresionistas (algún fondo de la ciudad, por ejemplo, escenas de una paleta que tiende al entintado azul de la versión muda), Eggers va más por el lado del romanticismo del pintor Caspar David Friedrich: acentúa así, precisamente, el costado romántico de la historia.

Hay un tono de humor algo inevitable y hay quienes han mencionado a El joven Frankestein de Mel Brooks como referencia pero eso es maldad.

Eggers es adaptar homenajea a esos dos antecedentes lustrosos, llenando el ojo con el talle formalista que se le exige a su cine. Eso no le alcanza para hacer una gran película, pero sí para dar un buen espectáculo.

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