En Hollywood parecería haber dos categorías de actor. Están los que hacen dramas o comedias y ganan premios, y los que hacen películas de acción y obtienen popularidad, pero nada de prestigio. Y, como excepción que confirmaría la regla está Denzel Washington quien puede hacer o un Macbeth o El justiciero que ayer estrenó su tercera entrega. Eso sí, todo le sale bien.

Si bien no es con lo que más se asocia a la filmografía de Washington, hay varios ejemplos del camino que ha transitado para convertirse en héroe de acción. Títulos como Día de entrenamiento, Hombre en llamas o El libro de los secretos, son un preámbulo para este Robert McCall que interpreta en El justiciero.

El personaje no es nuevo, se basa en la serie británica, The Equalizer que se emitió por la televisión británica (y en Canal 4, acá) en los años 80 y protagonizó Edward Woodward. Allí, el protagonista, un exagente de inteligencia retirado ponía anuncios en el diario donde ofrecía sus servicios a personas comunes que tenían problemas con criminales. En las películas, el anuncio (aparece al final de la primera) hay que buscarlo en Internet.

Foto: Difusión

Y como antes hicieronLiam Neeson en la saga Búsqueda implacable, o Keanu Reeves con John Wick, Washington toma la vacante del héroe anónimo que resuelve los problemas con algo de fuerza, muchas balas y explosiones.

En todas estas sagas hay un denominador común: una arrogancia criminal que se convierte en el talón de Aquiles de organizaciones que se mueven por los bajos fondos. Así fue en la primera donde se enfrentó a una mafia rusa en Estados Unidos, en la segunda que se desarrollaba entre Turquía, Bélgica y Estados Unidos y se centraba en un infiltrado en la CIA, y en esta tercera entrega que se ambienta en Italia.

Al igual que el Bryan Mills de Neeson o el Wick de Reeves, McCall era un hombre rutinario que llevaba una aparente vida sencilla y solitaria. En la primera lo encontramos en una casa meticulosamente ordenada y con un trabajo simple donde se llevaba bien con todos y ayuda a sus colegas.

Al terminar la jornada se iba a su casa, leía mucho y salía a tomar su tecito en el bar de la esquina. Nadie sabía nada de él y vaya que escondía secretos.

Glen Wilson

Rompió su rutina, en la primera entrega de 2014, para salvar una joven prostituta en apuros y ya lleva tres películas haciendo lo que más le gusta.

McCall es un héroe totalmente diferente. Al principio le daba a sus enemigos la posibilidad de redimirse (devolver el dinero robado, pedir disculpas), lo que se fue terminando, como su paciencia, con el avance de la saga.

Además, es de movimientos rápidos, certeros y efectivos. No tiene las coreografías que se usan ahora utiliza movimientos acordes a un hombre de más de 60 años que igualmente intenta mantener el equilibrio en las calles.

El guionista de estas entregas ha sido Richard Wenk, quien ya se había encargado de otras sagas de acción como Jack Reacher y Los indestructibles. Las dirige Antoine Fuqua, quien había trabajado con Washington en Día de entrenamiento el clásico que le dio su segundo Oscar, el primero como actor principal. El trinomio regresa en esta, supuestamente, última entrega de la franquicia.

A ellos se suma Dakota Fanning, quien se reencuentra con Washington luego de la recordada Hombre en llamas que hicieron juntos en 2004. Aquí la actriz es Emma Collins, agente de una división de delitos financieros de la CIA con un trabajo de oficina.

Foto: Difusión

La película inicia en un viñedo cerquita de Palermo (Italia), donde McCall llegó para ayudar a los locatarios. El viñedo en cuestión, tapadera para los villanos, importa vino de Siria, aunque el detalle no levantó sospechas para los servicios de Inteligencia.

En ese lugar, invadido por la mafia y los policías corruptos es donde el silencioso y letal McCall decide impartir justicia.

Y si bien El justiciero Capítulo final es una película de acción, las muertes no faltan, son bien variadas y ahora son más sangrientas, el protagonista se encuentra en una encrucijada filosófica. Cuestiona su propósito en la vida, sus motivaciones actuales y reflexiona sobre la justicia. Pese a ese costado existencialista, McCall continúa oficiando como Ángel de la guarda para ese pueblito italiano dominado por la mafia.

Desafortunadamente en esta entrega no hay una vuelta de tuerca respecto a la identidad de los malos, a quienes se los reconoce desde el inicio y (hay que reconocerlo), son bastante estereotipados. Más allá de eso, tiene una trama entretenida y ágil.

Y si bien está presentada como la última entrega de este justiciero, su desenlace permite entender que, con otro protagonista, pueden regresar para continuar con su función en el futuro. Habrá que esperar.