El País charló con Ariel Winograd, el director de la película argentina con Diego Peretti y Guillermo Francella
"Para mí, el desafío más grande es que venga un espectador y me diga, ‘¿cómo hicieron para filmar en un banco?’ Porque parece un banco, pero en realidad es una concesionaria de autos vacía, en la que tuvimos que hacer, de cero, un banco. Estudiar cómo era el Banco Río de esa época. Y todo ese trabajo hace que sea una película que cuando entrás, entrás como por un tubo. Y mi idea era esa”, explicó el director de El robo del siglo, Ariel Winograd, a El País, con una voz rasposa y apasionada, tratando de dar todos los detalles de una película que si bien es sencilla para el espectador, se nota que tiene mucho trabajo detrás.
Hoy llega a los cines de Uruguay, y tiene todo para ser uno de los éxitos de taquilla del año: desde una trama atrapante que produce gran identificación con el espectador, hasta las actuaciones protagónicas de Guillermo Francella, Diego Peretti, y otros grandes actores famosos. “Trabajamos con todo un set decorado. Nos metimos en el alcantarillado para filmar todo lo que son las entradas de los túneles. Pero todo lo demás, se construyó un decorado enorme, que es donde están rodadas la mayor parte de esas escenas. Están hechas en un decorado que ya de por sí era como real. No es croma”, puntualiza el director sobre esta película de ambientación cuidada. La historia de este gran robo era ideal para llevarla al cine, y Winograd y su equipo lo hicieron con la dedicación que el valioso tema demandaba.
El público puede seguir en El robo del siglo, paso a paso, cómo se concibió y llevó adelante el golpe, como si participara desde los entretelones, en los que se mezclan episodios cotidianos, con una aventura que por momentos parece tener ribetes de delirio. Y todo eso sucede en el espectador, dada la forma cinematográfica de la película. “Le metimos de todo, por todos lados. El libro que Rodolfo Palacios escribió sobre el robo, tiene todos los dibujos de Fernando Araujo, el cerebro del golpe, para explicar todo el delirio que hicieron: está todo dibujado en escala, el túnel, todo. Y cuando vi esos dibujos, pensé que había que llevarlos a la realidad del cine, también porque estéticamente son muy buenos. Tienen una cosa medio del estilo de Wes Anderson en Fantastic Mr. Fox, con esa composiciones de los personajes medio como hormiguitas, trabajando”, cuenta el director, cuya pasión por la historia del cine salta a la vista.
“Hay varias tomas de esas que yo las quería hacer puntualmente para que, de pronto, dentro del realismo, puedas romper con eso y ver, con una escala bien clara, el delirio que hicieron en ese robo. Como que se vea bien la distancia que había entre la bóveda del banco y la Combi donde ellos suben el dinero. En ese caso la referencia fue la de Paul Thomas Anderson, Magnolia, cuando al principio cuenta sobre estos padres que se pelean, y la culpan de homicidio a ella, porque el hijo que estaba en la ventana no se hubiera muerto si hubiera rebotado. Y ahí hay todo un juego como de frenar la imagen y explicar todo, cómo si fuera una jugada de fútbol americano. Me pareció que estaba buenísimo”, señala el director sobre la hechura de esta obra, que mezcla escenas de corte realista con efectos especiales, puestos al servicio de esclarecer y embellecer el resultado.
“Hay cosas que, como director, merecen meter la mano y contarlas de esa manera. Como que en momentos soy invisible, y en esos otros momentos no. Como que en un punto te quiero mostrar esto, y luego seguimos. Había que hacerla muy visual, e investigamos en una mezcla de composición, pedazo de decorado, utilería, efectos”.
Winograd sabe de éxitos de taquilla: por ejemplo, Vino para robar, de 2013, fue vista por 180 mil personas. Y Francella, lógicamente, también sabe de taquillazos: El secreto de sus ojos metió dos millones y medio de espectadores. En ese aspecto, siempre está la pregunta de cuánto pesa un actor famoso en el éxito de una película de argumento atrapante. “Hay una cuestión de peso cinematográfico, de rostro. Hay actores que lo tiene y otros que no. Y Guille lo tiene. Lo estás filmando filmando y te cuesta salir del plano corto. También está el talento, pero hay algo del peso cinematográfico que tiene él. Después está el otro tema, que si la película conecta con el público o no. Eso nunca se sabe”.
“La peli tiene al final, como toda película biopic, termina como contándote un poquito del dato duro de los involucrados. Hubo como una idea de conseguir material de época en archivo, accedimos a muchas fotos, y nos pareció un lindo modo de terminar muy arriba, contar qué pasó con cada uno de los integrantes de la banda. Y como final, dejar el cartel que fue lo primero que vieron los miembros del Grupo Halcón y la policía cuando entraron al banco, en la foto original”, adelanta el director.