ANIVERSARIO
La película de Steven Spielberg, una historia de dos seres perdidos, se estrenó en Estados Unidos, el 11 de junio de 1982 y se mantiene en el imaginario cultural
Sí, es la historia de un alienígena triste anclado en la Tierra y su amistad con un niño encantador. Pero para Steven Spielberg, su director, E.T., el extraterrestre es sobre el divorcio de sus padres.
Con eso, y un montón de momentos entrañables, se convirtió en uno de los grandes clásicos de su arte, . Ganó cuatro Oscar (aunque no a mejor película o director, sí a la inolvidable banda sonora deJohn Williams) y recaudó una fortuna. Todo eso confirmó a Spielberg como uno de los grandes maestros del cine, capaz de reunir sapiencia técnica, exquisitez visual, ternura y taquilla. Son un montón de ingredientes que no son tan fáciles de combinar.
Ayer, y esa es la excusa para hablar de estas cosas, se cumplieron 40 años de su lanzamiento en Estados Unidos.
En Uruguay, de acuerdo al sitio Cinestrenos, se estrenó el 25 de diciembre de 1982 en los cines Censa, Metro y Punta Gorda, de los que solo sobrevive -reciclado en Ópera- el de 18 y Magallanes, y fue la película más taquillera con 110.000 espectadores. Como parte de su campaña de marketing, recuerda Cinestrenos, el especialista (y asesor de Spielberg) Allen Hynek, dio una conferencia en español en el cine Metro titulada “Ovnis: la verdad total”. También fue un éxito.
Spielberg la definía como “el encuentro de un niño perdido y un extraterrestre perdido” contado “lo más sencillo posible, porque al fin y al cabo es un cuento contemporáneo”. El director, que nació en 1946, podía entender a ambos personajes.
Empezó a idear la película con la guionista Melissa Mathison, por entonces novia de Harrison Ford, durante el rodaje en Túnez de la primera Indiana Jones en 1980. Mathison interpretó enseguida las cuestiones personales que Spielberg quería volcar en la película.
Ya todo el mundo sabe: se trata de la estadía terrestre de un alienígena que va a dar al patio trasero de una familia después de que su nave, que hizo una escala para tomar muestras botánicas, se fuera de escapada cuando aparecieron los agentes federales. Se olvidaron de él y por eso intenta comunicarse con su planeta: “E.T. home phone”, es su línea clásica y sintácticamente confusa.
Consigue ayuda de Elliot (un divino Henry Thomas), un niño que vive con su madre divorciada (Dee Wallace) y sus hermanos Michael (Robert MacNaughton) y Gertie (Drew Barrymore) en Crescent City, California. Los tres se comprometen, porque se sienten identificados, con la misión de hacerlo volver a casa.
El encuentro entre Elliot y E.T. es uno de esos grandes momentos que incluye la película. Otros son el paseo de Halloween y la bicicleta atravesando una Luna gigante con las cuerdas de John Williams, haciendo volar a toda la platea. Hay varias más de esas y cada uno tiene su parte preferida; así que se hacen los clásicos.
El final, sin embargo, debería provocar unanimidad en la emoción con el pobre Elliott empezando a lidiar con una nueva pérdida. ET se tiene que ir a casa.
Los marcianos parecen estar en el centro de la obra “spielbergeriana”, aunque solo le ha dedicado tres películas que deben ser consideradas en una lista canónica de su filmografía: Encuentros cercanos del tercer tipo, E.T., El extraterrestre y La guerra de los mundos. Las tres, además, rondan alrededor de la familia y sus problemas y responsabilidades.
“Para mí, E.T. fue la quintaesencia y, a la vez, el final de ella: me dio la valentía, gracias a su éxito, para empezar a tratar temas más adultos”, dijo alguna vez Spielberg. “E.T. me dio una especie de pase para fracasar”.
E.T., El extraterrestre —que está para ver en NSNow de Nuevo Siglo— es una obra maestra por muchas razones. Cuarenta años después sigue interpelando sobre un montón de cosas. Y haciéndonos llorar.