Fede Álvarez hizo una de las grandes películas de 2024 a nivel global, pero no tiene idea de cómo lo ven en casa

Cerró un año estelar con el éxito de "Alien: Romulus" y se refugió en Pan de Azúcar a soñar con su nueva película. Antes, Fede Álvarez charló con El País de alivio, riesgos, críticas y el fracaso.

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El director de cine Fede Álvarez, en Montevideo por Ventana Sur.
Foto: Pancho Pastori

En los primeros días de diciembre, mientras volaba rumbo a Uruguay desde la otra punta del continente americano, Fede Álvarez se embarcó en la típica charla trivial para matar el tiempo en espacios cerrados:

—¿Sos uruguayo?
—Sí, vivo en Los Ángeles.
—Ah, ¡mirá qué bueno! ¿Y qué hacés ahí?
—Hago películas.
—¡Mirá! ¿Cómo te llamás?
—Federico Álvarez.
—(Cara de nada)

Su interlocutora, una uruguaya, no tuvo ningún tipo de reacción. Fede Álvarez no se sorprende ante esa indiferencia cuando cuenta esta historia, pero rompe en una pequeña carcajada con el final: “Hablamos un rato, llegamos a Uruguay y entonces cuando se despedía me dice: ‘Bueno, ojalá se te dé esto de las películas. Suerte, ¡mucha suerte!’”.

“Ojalá se te dé esto de la películas. Suerte, mucha suerte”, buena frase para el hombre que hoy cierra el año con una de las películas más taquilleras de 2024 (más de 350 millones de dólares de recaudación mundial), una nominación a los Globo de Oro y serias aspiraciones de meterse en la carrera de los premios Oscar.

Si eso sucede, Fede Álvarez será el primer uruguayo con una película propia nominada a los grandes premios del cine. Si no, ya hizo historia. Alien: Romulus, su película de 2024 y la de los logros recientes, es el lazo dorado con el que puede empacar, hasta ahora, una carrera que empezó con un cortometraje de una Montevideo invadida por robots gigantes (Ataque de pánico, 2009, su boleto directo a Hollywood) y que lo ha llevado a lo más alto que un cineasta puede aspirar, y tan lejos que sus propios compatriotas pueden charlar con él sin siquiera reconocerlo.

El 5 de diciembre, Álvarez se presentó a sala llena en Ventana Sur, el prestigioso mercado regional de cine que debutó en el país, en el que vivió algún fracaso cuando era joven, y al que ahora volvió como la principal figura (aunque diga no tener idea), con su madre y su familia como testigos. Confiaba en que un par de días después ya iba a estar en Pan de Azúcar, donde tiene una casa y donde planeaba, como siempre, reunirse con su eterno aliado Rodo Sayagués, para empezar a ver cómo seguir o, como le dijo a El País en la única nota que dio en esta visita, juntarse “a soñar en la próxima película”.

¿Cómo se hace después de haber tocado el cielo?

O más bien, ¿cómo es la vida después de haber tocado el cielo?

“Más que emoción, tengo alivio”, sonríe a medias.

—Cuando soltás una película, ¿pensás solo en los posibles escenarios catastróficos?

—En general sí, y hay que hacerlo, no hay mucha opción. Yo creo que laburo mejor cuando estoy preocupado porque todo va a salir mal, entonces trabajo el triple, y hay que trabajar tanto para que estas películas funcionen... Al menos para que yo esté contento con la película. Hay películas a las que les va muy bien, a veces son malas y no le gustan a nadie e igual hacen plata, pero no es lo que me interesa en lo más mínimo. Entonces lo más importante para mí es que le vaya bien y que a la gente le guste, y sentirme orgulloso.

—En ese sentido, lo que paso con Alien: Romulus es extraordinario. Has tenido momentos importantes a lo largo de tu carrera, ¿pero alguno se le parece a este?

—Yo creo que a nivel personal, sobre todo, No respires (2016) nos cambió la vida, porque es la película que inventamos de cero. Un día teníamos una pantalla en blanco y de golpe al otro día hay una película, salió en el número uno en la taquilla del mundo, le fue bárbaro, nos trajo todo tipo de bendiciones por todos lados y nos posicionó en un lugar que nunca nos imaginamos. A nivel de carrera, seguro que Alien te impulsa más lejos y te da más oportunidades, y sobre todo demuestra que podés trabajar en una escala mucho más grande, porque No respires, por más de que anduvo bárbaro y haya sido la mejor versión de lo que se podía hacer, es una película chica, en un corredor. Y en Alien está todo lo que aprendí, y ese mundo de efectos especiales que es lo que me encanta. O sea, Ataque de pánico (2009) es terror/ciencia ficción, es ese género. Entonces poder hacer eso pero en un mundo como el de Alien, a esa escala, con un guion que inventamos nosotros, con personajes nuestros, con una historia diferente a las otras, pudiendo crear algo a partir de una pantalla en blanco... La verdad, la curva de aprendizaje fue genial.

—¿Por dónde creés que pasa el mayor aprendizaje?

—Es tanto, ¿no? Hacer películas es muy complicado, y cuando miro estas cosas digo: ¿cómo armamos todo eso? (Se ríe) Porque la gente se olvida, pero cuando empieza una producción hay un edificio con un montón de oficinas vacías, y un guion, y toda la película metida en 120 páginas. Y ahora, ¿cómo hacemos? Bueno, no sé, vamos a dibujar los sets, hay que armar, todo eso, y el proceso de todo lo que tiene que pasar es tan titánico y demencial… Había tantas cosas de esta película que yo no sabía cómo hacer, que pasar por el proceso de hacerlo fue un aprendizaje brutal. Yo no había trabajado tanto con efectos, pero había hecho efectos como los de Ataque de pánico, entonces sabía suficiente como para poder tener un buen diálogo con Light & Magic y Weta, que son las compañías grandes que se dedican a hacer efectos especiales. Aprender todo el tema de las marionetas y los efectos prácticos, que hicimos muchísimo así, también fue brutal...

—Cuando viniste a Montevideo a hacer la promoción regional de Alien, solo habíamos visto unos 10 minutos de película. Recién al verla completa se toma dimensión del trabajo de efectos prácticos.

—La regla número uno era: si se puede hacer de verdad, hagámoslo de verdad. En los últimos 10, 15 años, la gente se acostumbró a las películas de Marvel, que por más que se vea bueno, sabés que no está ahí: es un dibujito, es otra cosa. Incluso Avatar, películas así, que se ven de la concha de la lora, todavía son animación y se ven como animación. Y mi manera de pensar en Alien siempre fue desde la verdad.

—No solés hablar tanto de la dirección de actores, y en general trabajás con talentos muy emergentes. ¿Cómo te parás frente al desafío de dirigir al actor, más allá de todas las demás tareas del rol?

—La clave es que sean buenos actores de entrada. Es lo más difícil. Un actor bien castineado ya trae la historia de ese personaje consigo. Hay actores que vienen, tienen la pinta del personaje, del mismo tipo que está en el guion, y de golpe los ves en la cámara y decís: esa persona no tuvo un día malo en su vida; te das cuenta enseguida. Pero los mejores actores ya tienen los ojos recontracargados de mucha historia y mucha vida, ¿viste? Y eso es fundamental para mí, encontrar actores que tengan eso. Cailee [Spaeny, protagonista de Alien: Romulus] tiene eso, tiene una tristeza en un ojo, ni siquiera en los dos; hay un ojo que está un poco caído y tiene tristeza, la trae, y es puro cine. Sonará un poco ridículo pero es así: se dice mucho, cuanto más películas hacés, más te das cuenta de que estás en el negocio de filmar ojos. Si no tuvieras ojos que filmar no hay emoción, la historia está muerta completamente; todo pasa a través de mostrar algo y empujarlo en los ojos de alguien que lo ve. Todo el cine está acá (se señala la mirada). Entonces si castineas a los ojos incorrectos, ya marchaste.

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Fede Álvarez durante el rodaje.

—¿Hay algunos ojos que te obsesionen, que tenés en la cabeza y sabés que querés trabajar con ellos?

—Sabés que lo que me ha pasado con las estrellas es que les huyo un poco. Ya suena a titular… Pero es verdad. Siento que eso vendrá, pero las historias que contamos siempre tienen actores jóvenes, y hay pocas estrellas de 22 años. Y los personajes que escribimos con Rodo generalmente son muy jóvenes, nos interesa esa edad, sobre todo porque nos interesa agarrar personajes que empiecen en un lugar y terminen en otro radicalmente diferente, y creo que esa es la edad donde se cambia más, donde nos transformamos más como seres humanos. También el género de terror y suspenso funciona mejor con gente más joven. Y nuestras historias no han justificado traer estrellas más grandes. Pero también siento eso, que lo he esquivado un poco a propósito, porque es un desafío saber cómo manejar a una estrella, llevar sus mañas.

—¿Hay algo uruguayo en ese distanciamiento? Porque la idiosincrasia uruguaya es de rehuirle al glamour.

—Sí, algo que tiene cosas buenas y cosas malas. Creo que nosotros en general le huimos a eso. O sea, si viene un actor y tiene un proceso muy de estrella, vamos a decir: “ah, la estrella”. Pero si son estrellas, van a serlo igual. Muchas veces lidio con eso en otros aspectos, o sea que está todo bien y es algo que yo creo que ya vendrá. Pero esto de no trabajar con grandes estrellas también se dio naturalmente. Hay muchos directores que prefieren que la estrella sea la película y la historia, no necesariamente la cara de Fulano. Pero es un bajón porque mi vieja, cada vez que voy a hacer una película, me pregunta: “¿Quién está?”. Voy a hacerlo una vez solo para poder impresionar a mamá.

Alien supongo que te dio dinero y posibilidades. Pensando en el futuro, ¿dónde se materializa el mayor cambio tras lograr un gol como esta película?

—Van cambiando las cosas, ¿no? Van cambiando las metas. Yo creo que al principio, con Evil Dead, fue simplemente que no nos echaran (se ríe); era: ojalá nos podamos quedar acá. Y pensábamos que lo habíamos logrado, pero la verdad es que no; no fue hasta No respires donde eso realmente se cimentó. Después, a nivel personal, el fracaso de la tercera película (La chica en la telaraña) significó darme cuenta de que me tiene que para que pueda hacer un proyecto, me tiene que recontraimportar. Porque esa la hice medio... “Bueno, vamos a hacer una peli”. Estaba tan cansado del esfuerzo que había puesto en Ataque de Pánico, en Evil Dead y en Don't Breathe, estaba como agotado en muchos aspectos, y quise no dejar la vida en una película. Porque hasta ese momento, posta que sacaba Ataque de pánico y decían: “oh, el corto más importante”, sacaba Evil Dead y era “ohhh”, y yo decía: bo, esto es así, yo que sé. Y siempre en el contexto de estar convencido de que no le iba a gustar a nadie y que no lo iba a ver ni Dios. Entonces en un momento dije: ta, voy a dejar de angustiarme y preocuparme tanto cuando claramente las cosas salen bien. ¡Y cuando dejé de preocuparme no salió tan bien! (se ríe) Entonces, en Alien lo más importante era estar orgulloso de la película y entender que tenía que tomarla recontra en serio. Y también entender que puede pasar: te podés dar maña, pero en el cine hay una magia que a veces viene o no viene, se da o no se da. Nadie está cien por ciento en control de la película.

—Y de nada, en general.

—Sobre todo en el cine; con tantos elementos caóticos involucrados, todo puede pasar. Bueno, se alinearon los astros con esta, por suerte. Pero al mismo tiempo es como decimos con Rodo: si de cuatro películas, tres veces se alinean los astros, algo tenemos que saber hacer. No sabemos qué todavía, pero hay un elemento suerte y hay un elemento de que con mi equipo, que hay muchos uruguayos involucrados, ya le hemos encontrado la vuelta para decir: bueno, al menos un papelón no va a ser. Que esa es la vara, que no sea un papelón.

—Con todo eso, sorteaste la preocupación y vino el éxito de Alien: Romulus en varios frentes: en el público, la crítica, la taquilla y el orgullo personal. ¿Para adelante qué ves?

—(Duda) Ya dejé de pensar que llegás a un lugar donde anda solo. Nunca anda solo. Yo lo veo con Ridley (Scott), que colaboramos en Alien; tiene 86 años y no para de trabajar. En el tiempo que yo hice esta película, él hizo Napoleón y Gladiador II. O sea, es una máquina, y él mismo tiene que estar constantemente sacando adelante las cosas, o sea, no hay otra manera. Y también se quema la cabeza y también se preocupa si no gustó, como todo el mundo. Cualquier cineasta al que le importe el cine va a pasar por ese proceso medio tortuoso. Pero cuanto más éxito te da, yo creo que más te ganás la chance de tomar riesgos. A fin de cuentas, en Hollywood el mejor capital que te dan los éxitos es tomar más riesgos, y las mejores cosas salen de ideas riesgosas. No respires tuvo el éxito que tenía en parte por toda la demencia de lo que pasaba en esa historia, y la inseminación y todo eso. Nadie me hubiera dejado hacer eso en la primera película, porque de hecho lo querían sacar del guion. Cuando Sony lo compró dijo: "todo bien, pero esto hay que sacarlo ya". Y yo dije: "No, eso es la película. Si no quieren, me llevo el guion". Y tuvieron que aceptarlo. Eso es lo que te da el éxito: más libertad para tomar riesgos creativos. Y eso conlleva a hacer mejores películas.

—¿Cómo te sentís en relación a Uruguay?, ¿cómo sentís que te ve el Uruguay, más allá de la escena del cine?

—Sabés que no tengo ni idea cómo me ve Uruguay, no tengo ni idea. Yo vengo acá, ayer estaba en El Mingus tomando una cerveza con mis amigos y después fuimos al bar Las Flores a las tres de la mañana. Y eso en Los Ángeles hoy en día me cuesta, porque la gente viene, me habla y me saluda y me dice algo... Por suerte en Uruguay casi que sos un anónimo. De hecho me pasó viniendo para acá, en el avión. Pero mirá, por suerte no le dedico mucho tiempo a pensar en la percepción. Porque lo más común es, cuando uno va y escucha historias de uno mismo, que generalmente no sean ciertas, o estén medio tergiversadas para dejarte como el malo de alguna película, y eso es algo muy de ciudad chica. Entonces, a veces pregunto cosas y me cuentan un cuento y ni quiero entrar a defenderme. Pero viene con esto, viene con la exposición. Desde el momento en que yo decido hacer películas, y es una decisión que tomé hace tiempo, me jodo. Si alguien quiere tomar una opinión negativa, no hay nada que pueda hacer, pero lo acepto completamente; nunca voy a llorar porque alguien dice no sé qué. El mundo en el que yo más me muevo es el de mi madre y mis tías y tíos, y me quieren (se ríe). Sí noté últimamente, para bien, que la nueva generación ve la historia de Ataque de pánico como “qué salado”, como algo que les impresiona un poco más, me parece. La gente de mi generación dice: “Bueno, yo me acuerdo, yo trabajé en ese corto, no estaba tan bueno” (se ríe).

—¿Decís?

—Son mis amigos de toda la vida, no pretendo otra cosa, y de hecho, menos mal. Nada que a mí me guste menos que sentir que la gente con la que trabajé toda la vida de golpe me ve con ojos de: “ah, este loco de Hollywood”. No quiero eso, no está bueno, vos no quisieras que nadie de tus amigos de golpe te mire como: ¿che, en qué andás vos? No quiero que cambie nada. Por suerte tus amigos te mantienen humilde, porque son los primeros que te van a decir si la película está más o menos. Alien se la mostré a los uruguayos antes que a nadie, hicimos un estreno medio secreto en el Movie solo para amigos y familia, y después íbamos a tomar algo todos. Y claro, ahora es Alien: Romulus, no sé qué, todo el show. En ese momento estaban tipo, “ah, sí”. Mucha cara de: pensé que iba a ser mala pero me sorprendió (se ríe). Y yo me la rebanco. Antes me pegaba peor. Te digo la verdad, antes decía: che, pero mis amigos y mi familia, ¡dénme para adelante! Pero el uruguayo es crítico y es duro, y está convencido de que te tiene que decir la verdad. ¡Mentime en la cara! (Se ríe) No, el uruguayo va de frente.

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Fede Álvarez en su charla en Ventana Sur, el 5 de diciembre.
Foto: Pancho Pastori

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