Con una puesta de sol de esas que ameritan aplausos en la playa, una bóveda plena de estrellas y una luna creciente que vislumbraba su circunferencia perfecta, el sábado a la noche, el Jose Ignacio International Film Festival (el anglicismo que se reemplaza por Jiiff) inauguró su décimocuarta edición. Va hasta el domingo.
En esa escenografía privilegiada (a la que se suma el horizonte con las luces de la civilización detrás de la pantalla, la bahía y la playa) se exhibió, en la Bajada de los Pescadores y para centenares de personas y sus respectivas reposeras, Anatomía de una caída, que es de una profundidad que roza la angustia, y por eso, una desafiante elección para abrir la fiesta. Fue saludada con un aplauso tímidamente cálido, lo que se explica porque se venía de dos horas y fracción intensas y hacía un poquito de frío. Es una película que hay que procesar.
En unas palabras previas, la directora del Jiiff, Fiona Pittaluga —acompañada por sus socios: Pablo Mazzola, Mariana Rubio Pittaluga y Martín Cuinat— agradeció, entre otros, a los vecinos y a los “benefactors”, así en inglés, los mecenas del Jiiff que se acomodaban en las primeras filas de reposeras oficiales. Entre los famosos estaban un guionista con Oscar, Armando Bo, y su esposa, la diseñadora Luciana Martí.
Pittaluga mencionó, al repasar la grilla, que cada película tiene su locación natural, por lo que el frío que el viento le aportó a la noche no sólo no amedrentó a nadie, sino que convirtió la función en una manera única de ver una película por ratos tan gélida como Anatomía de una caída.
Un debate a la mañana siguiente (cada exhibición tiene el suyo, moderado por Juan Pittaluga en La Huella), entre un medio centenar de personas que parecían conocerse hace tiempo, reveló el grado de compromiso y cuestionamiento que generó la función. Allí se habló, entre otras lecturas, de la “subjetividad del relato”, de psicoanálisis, del sistema judicial francés, de los vínculos filiales y particularmente de si Sandra, la protagonista interpretada con fortaleza por Sandra Hüller, es culpable o inocente. Es que en su superficie es un drama de tribunales (el título recuerda a Anatomía de un crimen de Otto Preminger, como bien alguien señaló), un subgénero que recientemente ha dado otra francesa, femenina y notable, St. Omer de Alice Diop.
Como en ese antecedente, Anatomía de una caída gira alrededor de un juicio por homicidio. Sandra es una escritora que era la única que estaba cerca de su marido también escritor aunque algo más diletante (Samuel Theis) cuando se cayó sospechosamente desde la buhardilla de su casa de montaña cerca de Grenoble. Daniel (Milo Machado Graner) es el hijo ciego de la pareja y el otro ángulo de un proceso que empieza a revelar cosas que quizás un hijo no debiera saber de sus padres. Por ahí anda Snoop, el perro familiar.
Es de Justine Triet (la escribió con su marido, Arthur Harari) y ganó la última Palma de Oro en Cannes, un mérito que algunos han visto como exagerado. Quizás un poco sí, pero es una película importante que se permite, además, acercarse a terrenos políticos y sociales a base de un simbolismo que podría referir a temas como la Justicia o lo complicada que se ha vuelto la realidad y los relatos que genera.
Ya habrá excusa (se estrena el 25 de enero) para seguir hablando de ella. Hay un montón para decir.
El Jiiff —que además tiene talleres, una muestra de cortos uruguayos y una creciente sección de Industria— es un festival competitivo con votación del público. El sábado a la noche, en las estaciones en la que se le pedía la calificación a quienes salían con sus mantas y sillas de playa tras la función, abundaban los “cuatro” en una escala del uno al cinco para Anatomía de una caída.
Sus rivales son de los difíciles. Ayer a la noche, en el Pavillion Vik, un auditorio sobre la playa, se exhibía Pobres criaturas, la estrambótica película del griego Yorgos Lanthimos.
Mañana, en la misma locación, habrá doble turno. A las 11 de la mañana va El gusto de las cosas, la enviada francesa al Oscar que tiene a Juliette Binoche cocinando unos platos decimonónicos que se ven exquisitos. Alguien de la organización me dijo que está muy bien y tengo motivos para creerle más allá de una desconfianza natural a esa clase de asuntos.
El mismo martes, en doble función (a las 20.30 y a las 23.30 en el Pavillion Vik) estará La zona de interés, la nueva película de Jonathan Glazer y sobre la que hay, por acá, una justificada expectativa; el británico es otro de los grandes directores contemporáneos. Conviene reservar: el Jiiff será gratuito, pero el aforo del lugar es inexorablemente limitado.
El miércoles va Perfect Days, la nueva y reivindicadora película del maestro alemán Wim Wenders. Será al aire libre en la Bodega Oceánica José Ignacio.
El viernes (en matiné y trasnoche) se verá, en el Pavillion Vik, El viento que arrasa de Paula Hernández, una coproducción argentino-uruguaya, la mejor obra latinoamericana en Mar del Plata.
La película de clausura, el sábado, es Secretos de un escándalo de Todd Haynes con Julianne Moore y Natalie Portman. Se verá en la Bajada de los Pescadores y si se repiten las condiciones de la apertura, será una experiencia como solo lo pueden ser aquellas que suceden cuando una puesta de sol, como induciendo un trance, nos invita a perdernos un rato viendo cine bajo una bóveda de estrellas.