ENTREVISTA
La actriz argentina está radicada en José Ignacio, y llegó a los cines con "Noche americana", que filmó en Montevideo y dirige el uruguayo Alejandro Bazzano
Fue un rodaje interesante, dice Florencia Raggi sobre Noche americana, la película de Alejandro Bazzano que protagoniza y que ayer se estrenó en cines. Por un lado, porque se trabajó en una sola locación (el hotel Radisson en Montevideo), a unas dos horas y media de su casa en José Ignacio, donde vive hace un tiempo. "Durante la semana estaba en el hotel y los fines de semana me venía para casa", le cuenta Raggi a El País. Además fue filmada en tiempos más aciagos de la pandemia. "Por suerte en Uruguay en ese momento no había muchos casos y tampoco cuarentena obligatoria como en Argentina, así que pudimos, hisopados mediante, trabajar muy bien", cuenta la actriz argentina que en la película interpreta a Michelle, una estrella de cine global que debe pasar la noche en un hotel de Roma (sí, Montevideo hace de Roma) y allí se cruza con un uruguayo que está volviendo a casa.
Dirigida por el uruguayo Alejandro Bazzano, quien tiene una carrera en España que incluye capítulos de La casa de papel, Noche americana atraviesa varios géneros entre los que están el thriller de suspenso, la comedia, y un drama de temática bastante actual.
Aunque conocida inicialmente como modelo en la década de 1990, Raggi es una actriz con una larga carrera y presencia en cine, televisión (fue cabeza de elenco en la telenovela Milady a fines del siglo pasado, entre otro montón de proyectos) y teatro, el formato que, confiesa, más le gusta. En Buenos Aires (“e invito a los uruguayos que vayan a verla”, dice) está presentándose con Ella en mi cabeza con Joaquín Furriel y Juan Leyrado.
Pero, en charla vía Zoom con El País, Raggi habla de Noche americana, de qué le gustó del proyecto y cuál es el mejor papel de su carrera.
—¿Cómo le llega el proyecto de Noche americana?
—Mi representante me alcanza la propuesta, leo el guion, me gusta, me entero cómo estaba conformado el equipo y me interioricé en el trabajo de Alejandro Bazzano, a quien no conocía y admiré enseguida. Tenía mucho entusiasmo porque él me dirigiera. Y la distribuía Disney. Y un papel con tantos matices para abordar es algo que no siempre sucede. Era un protagónico con una gama de colores interesante.
—¿Cómo fue su acercamiento al personaje?
—Tuvimos muchas charlas vía Zoom porque Alejandro estaba en España. Es lo que siempre intento hacer: estar lo más clara en la visión que tiene el director del personaje para que vayamos por el mismo camino. Así que fueron muchas charlas de indagar cómo era Michelle, cómo la imaginábamos. Y después mucha preparación sola y con mi coach. Así, cuando llega el rodaje, ya siento que conozco más a Michelle que nadie y que ya estoy dispuesta y disponible para hacer lo que se pida.
—Para trabajar así y dedicar toda esa energía necesita apasionarse con el proyecto.
—Es indispensable. Me apasiona actuar, pero justamente, tengo que estar apasionada con el material porque sé todo lo que pongo.
—Michelle es también muy exigente a nivel corporal. ¿Cómo trabajó eso?
—Esta mujer tiene una actitud física particular por lo que es, una estrella de cine internacional. No tengo esa postura frente a la vida pero acá precisaba sentirme una diva. Eso conllevaba toda una actitud corporal y a su vez le van pasando muchas cosas, no es una mujer inalcanzable y la vemos rota.—¿Cuál fue la escena que más le costó?
—En realidad, más allá de la actuación, lo que más costaba, y me parece que es un gran logro del director, es que los muchos géneros que contiene Noche americana se amalgamaran bien. Y eso está súper logrado y es lo que le da el ritmo.
—¿Por qué papel se le recuerda más? ¿No será Delfina Taylor, la protagonista de Milady?
—Por ella me recuerdan en el exterior, porque en Turquía o en Rusia son novelas que siguen pasándose. ¡A veces recibo mensajes desde ahí! Por una telenovela que hicimos en 1997.
—¿Cuál cree que es su mejor papel?
—Este último tiempo me gustó mucho lo que hice en Monzón, y en teatro, lo que estamos haciendo con Joaquín Furriel y Juan Leyrado dirigidos por Javier Daulte, Ella en mi cabeza.
—Televisión, cine, teatro. ¿Dónde se siente más cómoda?
—Los tres ámbitos me gustan muchísimo porque son distintos, pero si me dijeran que tengo que hacer solo uno, y ahora más que nunca, me quedo con el teatro. El momento único que se genera con el público, esa adrenalina y que en el escenario el actor es el actor. En el cine es el director, es cómo que se confecciona y tu participación está más sujeta a una edición u otras decisiones.
—Su carrera ha sido muy variada y ha mantenido un perfil bajo. ¿Eso le ha hecho más difícil consolidarse como figura?
—En una de esas sí, pero yo igual lo asocio a que un actor, como cualquier profesión, se hace con la experiencia y en el tiempo. Desde que empecé a actuar, tenía muy claro que yo me lo estaba tomando muy en serio. Y tuve la paciencia y el compromiso conmigo misma de hacer el camino de la formación. Y eso implicó tomar decisiones que a veces me dejaban afuera de cosas más populares. Empecé a actuar a los 22 años, pero los trabajos de los cuales estoy más orgullosa siento que están llegando ahora. Hoy pensaba justo que tal vez fue muy bueno que fuera así, porque si hubiera sido una especie de revelación al principio no me hubiera esforzado en estudiar, en formarme tanto y en seguir indagando y me hubiera tirado más a una confianza, que a lo largo de los años, no me hubiera beneficiado.