ENTREVISTA

Fue una promesa del cine americano, no dirigió por 16 años y tiene tres nominaciones al Oscar

Una charla con Todd Field, el director de "Tár", la película con Cate Blanchett, que es uno de las grandes estrenos del año

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Todd Field
Todd Field

Después de lanzar su carrera como director con las auspiciosas En el dormitorio (2001) y Secretos íntimos (2006), Todd Field sencillamente desapareció.

Su primera película en 16 años -el drama con Cate Blanchett Társe estrenó en el Festival de Cine de Venecia y ahora tiene seis nominaciones al Oscar: tres son para Field, quien figura como productor, director y guionista. Está en cines en Uruguay.

Cuando aquellas dos primeras películas también obtuvieron nominaciones al Oscar, Field fue aclamado por la crítica como uno de los mejores nuevos directores estadounidenses, pero todos los intentos de montar un tercer proyecto se vieron frustrados. Field pasó años trabajando en una película biográfica del soldado desertor Bowe Bergdahl; coescribió un thriller político con Joan Didion, y trabajó en el guión de una ambiciosa serie para Showtime basada en el libro de Jonathan Franzen, Pureza. Nada de eso se concretó.

Así que Field se ha mantenido ocupado aunque el público no ha podido ver los frutos de ese trabajo.

Tár es, entonces, el regreso de una joven promesa y una de las grandes películas del año.

Presenta a Blanchett como Lydia Tár, una célebre directora de orquesta en caída libre. Habla de política de identidad y cultura de cancelación.

Este es un extracto de una entrevista de Field con The New York Times antes de saberse que iba a ser una de las figuras de estos Oscar.

—¿Cómo fue tener todo este tiempo entre películas?
—Muy tranquilo. Tenía tres hijos adultos y pensamos que habíamos cerrado la fábrica. Poco después de hacer Secretos íntimos tuvimos la sorpresa. Me prometí a mí mismo que no andaría corriendo a menos que tuviera una muy buena razón y que realmente aprovecharía la oportunidad de criar a un niño a esta edad. Quería poder experimentar cosas como llevarlo a los entrenamientos, ir a reuniones de la comisión de la escuela y llevarlo a pescar. Así que puse mi mirada de una manera muy particular solo en la clase de material que probablemente fuera muy difícil de hacer.

—¿Material como Pureza, que iba a ser una miniserie de 20 horas protagonizada por Daniel Craig?
—Sí, hacer algo a lo grande o no hacer nada, ¿no? Escribimos 2.000 páginas para esa serie, y ese proyecto se montó para Showtime, que, en ese momento, todavía era una compañía de televisión por cable. Lo que les estábamos proponiendo era: “Usen esto como una forma de atravesar esa puerta que es inevitable para ustedes: convertirse en un servicio de streaming. Necesitan hacer algo que sea grande y tenga algo de alcance”. Pero sí, era grande y ambicioso, y finalmente no tuvieron las agallas para embarcarse en algo así.

—Es interesante que te hayas tomado tanto tiempo hacer tu nueva película porque Tár no se siente anticuada en absoluto. La cultura de los teléfonos inteligentes, el poder de las redes sociales y la moderna política de identidad hacen que se sienta despiadadamente actual.

—Me alegra oírte decir eso porque era un verdadero blanco en movimiento. Dios no quiera que hagas algo coyuntural, porque mañana estará obsoleto. Parte de la razón de esto es el ritmo en el que esto sucedió. Focus hizo todo lo posible una vez que leyeron el guión para decir: “Sí, queremos conseguirlo. Vamos.” Desde que se entregó el guión y el estreno pasaron menos de dos años y en Hollywood, eso es como la velocidad de la luz. Eso nunca sucede, ¿sabes?

—¿Por qué Tár era tan radical para ellos?
—Cuando ves lo que hoy se consideran proyectos para cines, eso cambió radicalmente desde mi última película. Y poner algo como esto en la pantalla grande -que es donde pertenece-, no creo que muchos fuera de Focus Features creyeran en eso. Se necesita una gran cantidad de fe e inversión para decir: “Esta es una historia que vale la pena ver en un ambiente colectivo y no en casa mientras agarras tu teléfono o cocinas”. Y esa filosofía es cada vez más rara.

—Lydia Tár es un personaje fascinante. Se hizo a sí misma para ser más grande que una simple artista: es una marca completa, que disfruta de su celebridad mientras la protege con algo de paranoia.

—Sí. ¿Y puede confiar en sus relaciones? Cuando hablas con alguien que ha alcanzado un mínimo de fama, siempre sospecha cuáles son los motivos de los otros. “¿Por qué quieren hablar conmigo? ¿Realmente se preocupan por mí?”. Ese elefante siempre está en la habitación, y se necesita una enorme cantidad de energía para tratar de aislarlo de uno mismo o para atenderlo. Pero no es una forma particularmente productiva de llevar una vida creativa.

—O seguir siendo una persona en público.
—Especialmente hoy, porque ahora nadie es anónimo. Pero el anonimato es absolutamente esencial para alguien que hace cosas: tienes que poder observar sin ser observado.

—Tár es audaz cuando se trata de su ambición. Me imagino que también se requiere mucha audacia para convertirse en cineasta.

—Absolutamente. Hay paralelismos con hacer una película. Es muy parecido a una orquesta con un director.

—Tár lidia con cuestiones de poder y sexo. En los últimos años, ha habido un ajuste de cuentas en Hollywood sobre esos mismos temas. ¿Qué has hecho con eso?

—Estamos hablando de una historia que gira en torno a las dinámicas de poder y las relaciones transaccionales, pero esas son calles de dos vías. Nadie es inocente y nadie es completamente culpable tampoco. Los absolutos no tienen sentido a menos que sean eventos deportivos. Estás hablando de una verdad humana realmente aterradora: cómo las personas consiguen el poder y usan ese poder, o cómo el poder usa a otros. Y esto, por ejemplo está en el centro de la obra de Arthur Miller o Nathaniel Hawthorne: cómo discernimos lo que realmente pensamos acerca de las situaciones en base a un conjunto limitado de conocimientos. Lo que nos dicen y lo que sabemos y lo que no sabemos, eso me interesa mucho.

The New York Times

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