Gerardo Romano: "Gracias a 'El marginal' ahora me saludan por las calles de Uruguay, Chile, Colombia, España"

Hoy se estrena "Itzia, Tango & Cacao", en la que el actor argentino interpreta a un bandoneonista judío uruguayo; es una película colombiana protagonizada por Flora Martínez y con guion de un músico uruguayo, José Reynoso

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Gerardo Romano en "Itzia, Tango & Cacao"

Gerardo Romano es, quién lo duda, una de las figuras del espectáculo argentino. Surgido a fines de la década de 1970 —tarde, dice, a los 30 años, y seis años después de recibirse de abogado—, no ha parado de trabajar. Fue parte de esa suerte de destape del cine policial argentino del retorno de la democracia, protagonista de telenovelas arriesgadas (Zona de riesgo), galán en otras más tradicionales, el Che Guevara y Juan Domingo Perón. Y, claro, aún es Sergio Antín, el de El Marginal y al que ahora lleva En el barro, centrada en una cárcel para mujeres. En todo ese tiempo, Romano —quien tiene 78 años y es saludado como un galán maduro— cultivó un perfil alto a partir de sus opiniones políticas; la situación argentina surge en la conversación de Romano con El País.

Pero la excusa de la charla es su participación en Itzia, Tango & Cacao, la película que protagoniza y dirige la colombiana Flora Martínez (Rosario Tijeras) sobre un guion (a medias con Marco Carnevale) del músico uruguayo (y pareja de Martínez) José Reynoso, quien también figura como productor ejecutivo y editor. Romano interpreta a Ruben, un bandoneonista uruguayo, que vive añorando a la hija que perdió durante un show hace un montón de años. Lejos de allí, esa hija (Martínez), que es sordomuda, escucha ecos de un bandoneón que nadie más siente y que la obliga a una larga travesía hacia el reencuentro.

Sobre la película, sus comienzos como actor, El marginal y las virtudes (y ningún defecto) de los uruguayos, este es un extracto de esa conversación.

-¿Esta es la primera vez que hace de uruguayo?

-Creo que sí. Y es un judío uruguayo, que no es poco. Son historias de desarraigo, de exilio, de autoexilio y ser un judío sería la condición metafórica de este personaje.

-Usted ha vivido aquí. ¿Cómo nos ve?

-Nos parece que porque somos hermanos o compartimos el río, tenemos semejanzas y cuando uno hace la experiencia se da cuenta que no, que la idiosincrasia es propia. Viví en Uruguay y sé que conocerlo es, por ejemplo, atravesar su invierno. A los argentinos nos atraen las virtudes de los uruguayos su respetuosidad, sus ritmos.

-Pero al conocernos así tan bién, sabrá algunos de nuestros defectos. ¿Los tiene identificados?

-No sé si es algo muy manifiesto...

-Porque capaz que algunos de esos atributos que usted señala puede jugarnos en contra...

-Sí, pero aparentemente funcionan bastante bien.

-¿Cómo llegó a Itzia, Tango & Cacao?

-Me llamo José Reynoso, músico uruguayo, productor de la película y pareja de Flora Martínez, una mujer bellísima, muy buena actriz, muy buena persona. Y ella dirigió lo que nos jugó a favor porque al ser una buena actriz podía entender el mundo espiritual del personaje, el dramatismo de las escenas. Una buena actriz comprende profundamente las necesidades del actor. Fue muy grato. Y está la experiencia de que te llamen, de poder ir a trabajar a otro país y establecer un vínculo amoroso muy lindo.

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Flora Martínez, actriz y directora de "Itizia, Tango & Cacao"

-¿Cuál es su método para construir personajes?

-El mejor actor es el que tiene mayor cantidad de posibilidades de identificación y lo identitario está siempre marcado por lo que uno hace: sos lo que hacés. El trabajo del actor tiene que ver con la sobrevivencia, la existencia o no de elementos que permitan contar historias y y volcar culturalmente lo que nos expresa. En la medida en que la actividad fluye y hay un campo cultural abierto y se puede trabajar y expresarse, el actor puede hacer pie, encontrarse en una sociedad y hallar su trabajo.

-El papel del cine y su aporte cultural, económico y social ha estado en el centro del debate en Argentina. ¿Cómo ve esa situación?

-Es muy fácil destruir de un plumazo algo que se ha construido a lo largo de tantos años, con tanto esfuerzo. No sé quién nos salvará de esta situación

-Su primera película fue El Fausto Criollo, ¿cómo se recuerda usted en aquellos tiempos?

-Tendría 30 años: empecé tarde. Ya me había recibido abogado a los 24 años, era magistrado y no tenía la menor fantasía de acercarme a las artes escénicas. Se conjugaron las cosas porque apareció la dictadura y eso generó una posibilidad de bucear en otros aspectos. Ahí me acordé de una amiga que me insistía siempre en que estudiara teatro, que tenía condiciones. Me metí en un curso y fue probar y quedarme.

-¿Con quién fue?

-Primero llamé a Beatriz Mata. Me preguntó qué hacía -abogado y jefe de sumario del Ministerio de Justicia- y qué deportes practicaba -¡rugby y boxeo!- y ahí me dijo: “No creo que sean cosas muy concurrentes a las artes escénicas”. No me tomó pero me dio el teléfono de su marido, que parece agarraba los descartes. Los resultados fueron tan buenos para mi autoestima, que me pareció que era imposible dejar de subirme a un escenario para que me hicieran tantos mimos impensados, desacostumbrados.

-¿Cómo estuvo la experiencia de volver al universo de El marginal ahora con En el barro?

-Los actores vivimos en el imaginario colectivo, si se murieran o desaparecieran todos los que tienen ese vínculo espiritual, quedaríamos sin pies, así que es nuestro salvoconducto, lo que nos permite seguir existiendo. Gracias a 'El marginal' ahora me saludan por las calles de Uruguay, Chile, Colombia, España. Las carreras de los actores son luces y sombras, picos y valles. Y ya que El marginal es un pico esperemos que En el barro sea otro. Estamos rodando dos temporadas y seguimos hasta noviembre, diciembre. Estoy, además, copado de trabajar con actrices que quiero, respeto y admiro: Rita Cortese, Cecilia Rossetto, Juana Molina. Y ver el mundo desde la intensidad de la vida carcelaria desde lo femenino.

-Antín lo volvió uno de los grandes “puteadores” del cine argentino. ¿Le gusta eso?

-Sí, porque la puteada es una expresión genuina.

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