ENTREVISTA
El actor argentino habla de la película "Franklin, historia de un billete", del mate, repasa su carrera y cuenta de sus proyectos internacionales
Germán Palacios está ajetreado por las entrevistas. Pasó por la televisión, algunas radios y recibe a El País en un hotel frente a la rambla. El actor argentino -con una carrera en cine y televisión con títulos como Celeste, La banda del Golden Rocket, Tumberos, Ojos grises e Impuros- llegó a Montevideo para promocionar Franklin, historia de un billete. Dirigida por Lucas Vivo García Lagos , allí interpreta a Correa, un exboxeador que termina trabajando para Bernal (Daniel Aráoz), un mafioso de gatillo fácil. Junto a Rosa (Sofía Gala Castiglione), protagonizará una historia de amor ambientada en ese violento mundo de narcotráfico, bandas, policías corruptos y prostitutas.
Palacios tiene una relación especial con Uruguay ya que además de venir a filmar o hacer temporadas teatrales, aquí conoció a su pareja, Marina. También tiene una casa en Rocha a la que viene cada vez que puede.
"Tengo pasión por Uruguay, acá la gente es más tranquila. También tengo un vínculo grande con mucha gente querida de acá", le cuenta a El País.
Palacios se define como un gran matero y avisa que toma a la uruguaya. "Cebo mate como se toma acá, que es como se debe", dice orgulloso.
Incluso llegó a preparar un mate frente a las cámaras de De igual a igual cuando vino a hacer Art, en 2001, junto a Luis Brandoni y Ricardo Darín. "Cuando fui me dijeron: ‘sabemos que sos matero y te vamos a hacer un desafío, que cebes en cámara’. Me pusieron en el aprieto, no me quedó otra que montar el mate en cámara. Qué osadía hacerlo en Uruguay".
Mientras hablaba de la obra hizo la montañita y dejó que la yerba se hinchara. Le terminaron regalando una matera y varios kilos de yerba. "Con eso me recibí", dice entre risas.
El mate no está presente en Franklin, historia de un billete, pero de su carrera y la película es esta charla.
—¿Franklin no es volver a Tumberos por ese mundo de violencia, narcotráfico y prisión?
—Sí, es la descripción de mundos que se tocan. Se van a cumplir 20 años de Tumberos, parece mentira. Lo que asocio entre esas producciones es que me gusta contar sobre personajes marginales. Ese asunto de acercarse al modo de pensar y sentir de personas que están en una condición de vida muy complicada. Son perdedores, y eso me interesa particularmente para la vida. Me atrae esa gente y no quiero estar lejos de ese mundo. Si voy caminando por la calle, me vinculo con la gente que está en situación de calle, no me da miedo, ni me genera rechazo. A partir Tumberos los miro con amor, porque se aprende mucho de ellos.
—Igualmente tu rol en la película es muy distinto al Ulises Parodi de la serie.
—Sí, este exboxeador es muy lindo porque tiene una historia de amor que está construida desde los escombros, porque entre él y Rosa no hacen uno. Están muy cascoteados. La película me llevó a trabajar con Sofía Gala, a pensar en nuestros personajes como uno, porque no existe el uno sin el otro en esta historia. Trabajamos juntos en la concepción de ellos como dupla y eso nos dio confianza a nosotros como actores. Eso es algo que hay que lograr con cualquier compañera, pero más con cuando tenés escenas comprometidas. Es muy importante para que sea creíble y salga bien.
—¿Cómo se trabajan los desnudos en una película?
—Sofía es una actriz muy entregada, inteligente y fue un placer. Espero que sigamos trabajando juntos porque nos llevamos muy bien. Cuando todo fluye, no cuesta el trabajo. Esas escenas son privadas para la pantalla pero en el set hay un montón de gente alrededor. No son escénas cómodas y hacerlas es todo un riesgo profesional, pero las hicimos muy bien.
—Es una historia violenta.
—Es violenta por el género. Es un cine negro hiperviolento.
—Pero tiene momentos de comedia. ¿Cómo fue navegar esos géneros?
—El guion está escrito por los hermanos Slavich que han escrito cosas muy importantes. El guion tenía mucho humor desde su concepción en situaciones y en el texto, pero Lucas tenía una intención clara de no poner el énfasis en el humor. Por eso, en la película hay momentos graciosos y a la vez decís: no me puedo reír de esto. A mí me copa desacralizar eso que porque hay violencia no hay humor. Creo que el humor puede estar en todos lados.
—En los últimos años has participado en producciones extranjeras. ¿Cómo es trabajar para diferentes mercados y en distintos idiomas?
—Es lindísimo. Con Impuros hablé en portugués cosa que me negaba hasta que alguien me dijo: “vas a grabar para una telenovela, Siete vidas, y no podés decir que no porque es un rol de cuatro días”. Me mandaron las escenas y me puse a estudiar portugués. Filmamos en el Calafate y era el único argentino entre todos esos brasileños. Me acuerdo que el director me dijo: “da para entender”, y ahí me envalentoné y empecé a hacer un montón de trabajos que disfruto.