El lúcido periodista cultural y escritor recientemente fallecido, Gabriel Sosa, advertía a un grupo de amigos en abril de este año: “Vean Guerra Civil antes de que se convierta en un documental”. Una observación ocurrente y real, como acostumbraba.
Se refería a la película de Alex Garland en la que Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny y Stephen McKinley Henderson son cuatro periodistas en un road trip por el noreste de un Estados Unidos rasgado, justamente, por una guerra civil.
Se estrenó en abril y ameritó una brevísima crítica de El País (pareció más esclarecedora la larga entrevista a su director que encabezaba la página). Su llegada a la plataforma Max, donde se ubicaba ayer en el Top 10, amerita una nueva lectura y un poco más de espacio.
Guerra civil no analiza los motivos por los que su país llegó a tanto. Ni cómo dos universos tan social, cultural y políticamente distantes comoTexas y California se unieron para encabezar una secesión que está a punto de derrocar a un presidente que va por su tercer mandato, disolvió el FBI y ordenó bombardear a sus propios ciudadanos.
Hay quienes han querido ver allí similitudes con algunos gestos e intenciones del actual mandatario electo de Estados Unidos, Donald J. Trump, y aunque no se hace explícito, las pistas conducen para ese lado.
Garland empezó a escribir el guion en 2020 y algunas de sus ideas parecieron bien encaminadas cuando el 6 de enero de 2021, una horda irrumpió en el Congreso de Estados Unidos en lo que pareció una prueba piloto de un presidente que aún no reconoce los resultados que lo sacaron de la Casa Blanca a la que ahora vuelve. La película no tiene una agenda tan precisa, pero esos datos aportan una mirada más realista a una distopía política que se presenta a la vuelta de la esquina.
“En general, diría que esta película trata sobre controles y equilibrios: polarización, división, la forma en que el populismo conduce al extremismo, dónde terminará el extremismo mismo y dónde está la prensa en todo eso”, explicó Garland en la nota de The New York Times que acompañó su estreno.
Aunque abundan las banderas de Estados Unidos y varios de sus signos culturales, la película funciona más como una advertencia sobre los efectos devastadores en una sociedad de ciertas actitudes que podrían llevar a esa clase de conflictos.
Y eso puede ocurrir en Estados Unidos, afirma Garland, pero también es lo que sucede en lugares como Irak o Afganistán.
La coyuntura política estadounidense, eso sí, ha hecho que mucho del debate alrededor de Guerra civil haya pasado por sus aspectos políticos (o apolíticos), sus comentarios sobre el momento que vive Estados Unidos y cómo la degradación de sus instituciones puede llevar a ese caos.
Para abril de 2024, cuando la película fue la número uno en la taquilla en su primer fin de semana, 43 % de los estadounidenses creía en que una guerra civil era una posibilidad cierta; el 81 % temía por el debilitamiento de la democracia y el 60 % notaba una mayor violencia política, de acuerdo al sitio AllSides.com.
Eso, además, se acompaña por una desconfianza en las instituciones políticas y, todo un tema para Garland, en el periodismo.
“Somos una nación en decadencia”, supo decirTrump.
Ese mapa de contrariedades ha sido caldo de cultivo de situaciones como las que presenta Guerra civil. No todos son tan pesimistas, pero la película funciona como una advertencia: cuando se entra en esa dinámica, se hace difícil evitar el caos y la catástrofe, distinguir bandos y encontrar beneficios.
Más allá de eso, la película es una combinación de road movie y una de zombies, con los personajes atravesando un mundo parecido al de The WalkingDead o al de The Last of Us.
El personaje principal es Lee, la fotoperiodista que compone con su habitual brío Dunst, descreída de la relevancia de sus premiados retratos de situaciones horribles para que esas situaciones horribles no vuelvan a ocurrir. Se convierte en una suerte de madre de Jessie (Spaeny), una jovencita aspirante a fotógrafa de guerra que le recuerda a ella en sus comienzos; la chiquilina saca fotos en blanco y negro y con rollo, un anacronismo que querrá decir algo.
Joel (el personaje de Moura) es un periodista con adicción a la adrenalina, y Sammy (McKinley Henderson), un reportero veterano, acompañan y aportan, respectivamente, cinismo y comprensión.
Los cuatro van rumbo a Washington a entrevistar al presidente (Nick Offerman) que está a punto de ser desalojado a la fuerza de la Casa Blanca.El camino tiene algo de Apocalypse Now y su catálogo del horror: verán torturas, tumbas colectivas (un atemorizante cameo de Jessie Plemmons) y otras consecuencias terribles de la polarización extrema.
Habla así de un posible estado de la Unión, del trabajo del periodismo y el morbo y la insensibilidad ante la catástrofe y la violencia. En todos esos casilleros es un thriller intenso y bien llevado, una característica de Garland, un británico que en su cine habla de mundos que se derrumban y aquellos que quedan en el medio. Por allí hay que ubicar el libro que dio origen a La playa y las películas que dirigió: Ex Machina, Aniquilación y Men. Escribió el guion de una de zombies, 28 días después.
Guerra civil también permite ver en qué está el cine político en tiempos como estos. Es difícil saber qué posición toma y hay quienes han señalado simpatías con aproximaciones más conservadoras, y otros ven allí miradas liberales. Y ese, capaz, es un lugar en el que Garland quería poner a su película.