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El reconocido actor habla de "Granizo", la película argentina que se estrenó en Netflix y se convirtió en un éxito de la plataforma
La cultura de la cancelación. Las vicisitudes de la fama. Un padre que, luego de un hecho trágico y en busca de explicaciones, dejó todo, incluso a su propia hija, de lado para ser el mejor. Todo envuelto en un amable papel de regalo con moño de cine catástrofe. Cuanto más se adentra uno en la trama de Granizo, más capas se encuentran.
La nueva película de Marcos Carnevale, protagonizada por Guillermo Francella (misma dupla de Corazón de León) y estrenada el miércoles en Netflix, atraviesa muchas de las obsesiones de sus responsables, aun cuando vista traje de comedia agridulce con foco en las relaciones familiares, y cuente con efectos especiales para nada frecuentes en el cine argentino.
Un meteorólogo apodado “el infalible” falla por primera vez, quedando bajo una tormenta de emociones que se lleva puesta no solo su vida, sino también la de quienes confiaban en él. Francella se apura a defenderlo: “Es alguien amado que se equivoca en un diagnóstico que trae costos, lastima, provoca destrozos, genera pérdidas económicas. Pero no es con mala intención; él garantiza algo porque está muy seguro, no es un improvisado sino alguien que estudió y se esforzó mucho para ser quién es”.
—Cuesta encuadrar Granizo dentro de un género.
—Porque en la película hablamos de muchas cosas. Hay mucha comedia, emoción, pero también hay momentos en los que se para la pelota y se piensa: “¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Cómo se revierte algo así? ¿De príncipe a mendigo de un plumazo? ¿Por qué?”.
—La “cancelación”, esa palabra tan de moda que no se entiende bien qué es...
—Nos gustó llevarlo a la práctica, imaginar qué puede pasar y qué provoca en la gente la crueldad de las redes, y también qué provoca ser protagonista en una red social, castigando y lastimando a alguien. Ex profeso lo mostramos exacerbado, pero es la consecuencia real de un momento tan particular como el que se vive en el mundo hoy. Además en este caso se suma la pregunta: ¿qué pasa con el éxito?, ¿qué es y hasta donde tenés que creerle? La misma hija se lo dice a mi personaje: “Todos los que te dicen que te quieren en realidad no lo hacen, quieren a un personaje”.
—¿Sufrís las redes sociales?
—No tengo redes, en eso soy un bicho raro de esta profesión. A veces me seduce leer a alguien o divertirme con un reel en un Instagram. Entonces observo y veo cómo funcionan, pero no comulgo mucho con ellas. Gracias a Dios no me ha pasado, aunque tampoco me expongo tanto. A todos les consta que hago muy pocas notas, y solamente cuando tengo que difundir un trabajo, como en este caso. Igualmente sé que se da esa crueldad, lo observo, sé lo duro que se pone todo. Y a veces ni siquiera desde el anonimato sino con nombre y apellido. Y también desde el universo periodístico veo operaciones que a una legua te das cuenta de que lo son. Ves la intención en la crueldad, porque los piolines se les ven a cuatro cuadras.
—No recibiste críticas en la vida virtual, pero en la real varias veces te han mirado feo...
—(Se ríe) Es verdad. Pero más que mirar feo, fue escuchar algunos comentarios por lo bajo. Una vez al entrar a un restaurante, siento que alguien dice: “Se saluda, ¿no?”. Otra vez, una señora me vio de lejos, se señaló el cachete y me dijo: “Beso”. Y yo fui y le di el beso. Y la mejor fue en la consulta de un odontólogo al que iba por primera vez. Entré a la sala de espera, y como había mucha gente me dio un poco de pudor. Le dije bajito a la recepcionista: “Buenas tardes”, y me contestó “Ah, lo hacía más simpático”. Y acababa de llegar. Ese tipo de reclamo me resulta muy lindo, simpático, no lo padezco porque entiendo que viene desde el amor. Es precioso.
—Después de películas como El clan o Animal, donde exploraste un lado más oscuro, volvés a la comedia. Tu personaje en el inicio del film incluso tiene varios guiños a trabajos anteriores. ¿Por qué este cambio?
—Me encanta tocar ambas cuerdas. Me sedujo mucho el guion de Nicolás Giacobone. Cuando hice Animal, de Armando Bo, Nico ya me había hablado de esta historia. Después de leerlo se lo di a Marcos (Carnevale), se juntaron y encontraron otras cosas también para transitarlo. Me pareció que tenía un arco muy lindo para jugar. Hay humor, pero también tengo momentos muy emotivos con mi hija, algo que me encantó transitar. En eso fue muy importante el trabajo con Romina Fernandes, a quien conocí viendo una obra de teatro y me impactó; le propuse a Marcos que le hiciera una prueba y también le encantó. Había muchos elementos como para querer sumarme, le tenía y le tengo mucha fe.
—Como varias películas que estamos viendo a comienzos de este año, Granizo atravesó el torbellino de la pandemia. ¿Cómo se modificó el proyecto a partir de esa situación?
—Directamente se paró, estaba todo armado y llegó la pandemia. Originalmente íbamos a filmar en abril del 2020, y empezamos recién un año más tarde. Y a pesar de eso, hacerla fue muy duro, caían los compañeros enfermos, estábamos muy temerosos también en las pequeñas burbujas que teníamos que armar para rodar... Pensá que recién empezaba el proceso de vacunación.
—Los efectos visuales del temporal son escenas poco frecuentes para el cine argentino.
—Lo que van a ver es hermoso. Debe ser la primera vez que se hace cine catástrofe en Argentina. Y estar a la altura del resto del mundo me hace sentir muy orgulloso. Cuando vi cómo trabajaron los chicos de efectos visuales quedé muy feliz. Porque esto vos lo ves en las películas de afuera, y lo hicimos acá. Se hizo en Argentina. Cuando lo vean va a ser algo muy fuerte. Te voy a contar algo. Cuando Marcos me contó Corazón de león, quedé fascinado pero le aclaré: “Yo primero quiero ver cómo va a ser el efecto que me haga parecer un enano, porque sino no voy a creer lo que se está contando”. Luego de mil pruebas me mostró el resultado y no tuve dudas. Y acá pasó lo mismo.