A los 80 años, Harrison Ford llegó y conquistó Cannes, el festival de cine en el que presentó su nueva película, recibió una Palma de Oro honorífica y fue saludado como un rey de las películas.

El jueves, Ford se paró ante una multitud entusiasmada en Cannes y le recordó al mundo que Tom Cruise no es la última estrella de cine.

Ford, que anda por la Riviera francesa con la última secuela de Indiana Jones, no llegó a su estreno con un séquito de aviones de combate, como lo hizo Cruise el año pasado para Top Gun: Maverick. En cambio, Ford le dio al festival y a la audiencia visiblemente agradecida exactamente lo que quería y necesitaba: glamour, sí, pero también alma, emoción, esa familiar sonrisa arrugada y mucha historia de la grande.

Esa historia se mostró en un homenaje ágil y coherentemente editado que dio comienzo a la velada. El saludo comenzó con un clip de El mundo de Jacques Demy de Agnès Varda (1995), un largometraje tributo a su esposo que es un recordatorio de las conexiones francesas de Ford. A fines de la década de 1960, Demy quería contratar al entonces desconocido Ford en Estudio de modelos, pero no pudo convencer al estudio para que lo contratara.

Ford también estuvo en la intriga parisina de Roman Polanski, Búsqueda frenética.

Después de compartir otras piedras angulares de la carrera como Blade Runner y Star Wars, el homenaje culminó con un cartel que proclamaba a Ford como “una de las estrellas más grandes en la historia del cine”.

No es de extrañar que cuando Ford subió al escenario del teatro Lumière, que con unos 2.000 asientos es imponentemente grande, pareciera tan visiblemente conmovido.

A su lado estaba el director del festival, Thierry Frémaux, quien, habló sobre Ford tan vertiginoso como si fuera un niño que todavía está impactado después de ver a Indy en la pantalla por primera vez. De manera bastante anticlimática, Frémaux también le otorgó a Ford una Palma de Oro honorífica.

“Estoy muy conmovido, estoy muy conmovido por esto”, dijo Ford. “Dicen que cuando estás a punto de morir, ves tu vida pasar ante tus ojos. Y acabo de ver mi vida pasar ante mis ojos, una gran parte de mi vida, pero no toda mi vida. Mi vida ha sido posible gracias a mi encantadora esposa”, continuó, mirando entre la audiencia en Calista Flockhart.

Ayer, viernes, Ford se mostró muy emocionado al presentar Indiana Jones y el dial del destino, en la que se despide del personaje. “Adoro este personaje, lo que me ha aportado en la vida”, afirmó.

Feliz por la acogida del filme en el pase oficial anoche en Cannes, donde participa fuera de competición —“fue indescriptible”, afirmó— y por la Palma de Oro de honor, estuvo divertido y cómplice con sus compañeros de elenco .

A sus 80 años y con una carrera llena de éxitos, no tiene ningún problema con su edad y contestó divertido cuando le preguntaron por qué este es el mejor momento para abandonar a Indy.

“¿No es evidente?”, respondió señalándose a sí mismo entre las risas de los periodistas que no dejaron ni un sitio libre en la sala de ruedas de prensa.

La película que ha dirigido James Mangold, en sustitución de Steven Spielberg, que se ocupó de las cuatro anteriores, es un compendio de todo lo que es Indiana Jones.

Han pasado 41 años desde ese 1981 en el que se estrenó Los cazadores del arca perdida la primera entrega de esta saga nacida de la imaginación de George Lucas.

Ford aseguró que El dial del destino, que en Uruguay se estrena el 29 de junio, será la última participación suya en la saga. Y se despide siendo rey por dos días de una fiesta del cine tan grande como Cannes.

“Un problema es que Indiana Jones y el dial del destino se parece a un compilado de grandes éxitos”, escribió Manohla Dargis en una tirando a lapidaria crítica para The New York Times. “Está repleto de nazis, secuencias de persecución, explosiones, choques y lo que parece ser casi todos los clisés de películas de aventuras que la serie ha desplegado y reciclado desde que comenzó, aunque no hay nada ágil en este trabajo de 154 minutos”.

La película comienza en Europa en 1944 con Indiana Jones, el intrépido arqueólogo que interpreta Harrison Ford, siendo maltratado por los nazis en medio de una gran cantidad de caos coreografiado y con la cabeza cubierta en una bolsa de tela. Cuando se quita la bolsa, revela un Ford rejuvenecido digitalmente un recurso que distrae y lo hace lucir un poco, pero no realmente, como se veía en las primeras dos.

La película mejora en la segunda mitad, dice Dargis, “se desacelera y se calma lo suficiente para que los actores hagan más que correr, hacer muecas y gritar”.

The New York Times, Agencias