La actriz que será eternamente recordada por "Amélie" huyó de Hollywood y solo desea pasar desapercibida

Protagonizó en 2001 una de las joyas del cine francés y padeció pasar del anonimato al estrellato, por lo que quiso ser invisible y se alejó del candelero. "Amélie" llegó a Max, y es una buena excusa para repasar la historia de Audrey Tautou.

Compartir esta noticia
Audrey Tatou, en una escena de "Amélie", la película dirigida por Jean-Pierre Jeunet que la catapultó a la fama.
Audrey Tatou, en una escena de "Amélie", la película dirigida por Jean-Pierre Jeunet que la catapultó a la fama.
Foto: La Nación

Es muy probable que si le digo Audrey Tautou no sepa de quién le hablo, pero seguro tenga muy presente el rostro angelical de esa jovencita que 24 años atrás se puso en la piel de Amélie Poulain, y de un día para el otro copó las marquesinas de los cines mundiales, fue tapa de revista, la favorita de las marcas y recorrió decenas de festivales.

La historia, sin embargo, pudo haber sido muy distinta si Emily Watson hubiese aceptado ese papel que Jean-Piere Jeunet escribió especialmente para ella. La actriz británica dijo que no porque priorizó otro compromiso laboral y tampoco hablaba bien francés. El director de Amélie hoy lo agradece, porque este hito del cine francés no hubiera sido tal sin la magia de Tautou.

“Ella es capaz de hacer de todo: es divertida, puede llorar, puede reír. Y es muy precisa en términos de técnica. Es una actriz totalmente perfecta”, la elogió el director antaño, mientras disfrutaba de la repercusión del film que recaudó US$ 174 millones y obtuvo cinco nominaciones al Oscar.

Tautou, en cambio, no lo vivió con el mismo entusiasmo. Pasar del anonimato al estrellato le cayó como un balde de agua fría, y aunque con el tiempo supo que Amélie había sido un milagro en su carrera, reconoció a El Periódico que no estaba preparada para el nivel de fama que adquirió: "Nunca he querido ser el centro de atención, y de repente todo el mundo me observaba. Me sentí muy rara".

Es más, llegó a confesarle a Jean-Piere Jeunet que había quedado deprimida después de Amélie y que había evaluado cambiar de trabajo porque odiaba que la reconocieran por la calle.

Fue y vino en la industria del cine, se tomó unos años sabáticos (muy a pesar de su padre) y se negó a trabajar en Hollywood (no quería mudarse a Los Ángeles y prefería el bajo perfil). Detrás de esa moza parisina que se inmiscuía en la vida de los otros llegaron más roles —por ejemplo, El código Da Vinci (2006), Coco antes de Chanel (2009) y La Delicadeza (2011)— pero en su fuero íntimo siempre tuvo claro que ningún otro título tenía chance ni de empatar el furor que causó con Amélie.

"¿Intuye que será recordada por esta película?", le preguntó un periodista cuando encarnó a Coco Chanel, y ella se sinceró: "No tengo ni idea. Sigo temiéndome que para el 90 % de la gente siempre seré Amélie".

Su última y discreta aparición fue para poner la voz en off a Camille, la madre de la niña protagonista de Nina y el secreto del erizo, película infantil estrenada en enero de 2024. Por estos días, su nombre vuelve a sonar y el motivo es otra vez Amélie: la joya cine francés acaba de llegar al streaming en Max, y es una alegría.

De trepar árboles al escenario

La actriz francesa Audrey Tautou, protagonista de Amélie, al presente.
La actriz francesa Audrey Tautou, protagonista de Amélie, al presente.
Foto: Jérôme Bonnet

Nació hace casi 48 años (los cumple el 9 de agosto) en Beaumont, un pueblo de 11.000 habitantes en la región de Auvernia, donde predominan la población campesina y obrera.

Sintió la presión de satisfacer expectativas ajenas desde la niñez. La que alguna vez soñó con ser primatóloga se licenció en Literatura para cumplir con el mandato familiar de hacer una carrera con más futuro que la actuación. Pero aunque sus padres (él dentista, ella docente) estuvieran negados al arte, marcaron el destino de su hija ya desde el nombre que le eligieron: se llama así en honor a la actriz y modelo Audrey Hepburn.

De chica le gustaba treparse a los árboles y correr por los bosques, pero a los 16 años se probó en las tablas de su colegio y lo disfrutó tanto que sus padres la premiaron con un curso de dos semanas en una escuela de teatro: ese regalo por haber sacado buenas notas marcó un quiebre en su vida.

El profesor notó su talento y le insistió para que se quedara en París. Se mudó a la capital francesa pero para estudiar letras, porque le daba miedo sincerarse con sus padres. "Querían que me dedicara a algo con futuro", contó. Nunca abandonó las clases de interpretación, y al año de graduarse y darle el título (y el gusto) a sus padres, se puso a buscar trabajo de lo que realmente amaba: la actuación.

Llegó a estar un par de años alejada de los sets de grabación y jamás lo vivió como un problema. Cuando se enamoraba, prefería tomarse una pausa; si se sentía atorada, elegía abrazaba a la libertad. "Mi padre no me entiende. Cuando una vez le dije que no iba a hacer ninguna película durante un año, me miró como si fuera una extraterrestre. Muy poca gente me entiende, en realidad", se sinceró.

El éxito le llegó de golpe, y muy rápido empezó a codearse con los grandes de la industria, las marcas posaron su interés en ella (fue la imagen de L’Oréal, Montblanc y Chanel) y le costó asimilarlo: "La atención de los medios era algo que no entendía y me ahogaba un poco, pero con el tiempo todo se tranquilizó y suavizó".

Tautou, en las antípodas de la estrella

La actriz francesa Audrey Tautou
La actriz francesa Audrey Tautou
Foto: La Nación

No le pesa la soledad: ha llegado a pasar 10 días sin contestar el celular y disfruta de ir al cine sola. Es aficionada a la fotografía e hizo una muestra que se llamó "Superfacial". Se le da bien escribir, pero su falta de autoestima ha hecho que no se anime a publicar lo que sale de su pluma.

No le gusta maquillarse y elige la simpleza a la hora de vestirse. La tiene sin cuidado envejecer y no se estresa cuando le aparecen arrugas o la piel le queda flácida. Lo único que le inquieta del paso del tiempo es ir sobreviviendo a las personas que ama.

La maternidad, ha dicho, no es para ella, aunque más de una vez sintió la presión social: "Tengo muy asumido que mi personalidad es demasiado caótica como para llevar el tipo de vida que ser madre requiere, al menos de momento", expresó una década atrás.

Con todas estas señas particulares no es de extrañar que haya dicho que ser celebridad se parece a una cárcel y que se esmera en ser invisible. Está en las antípodas del divismo, y por eso, después de filmar El código Da Vinci prefirió alejarse del ruido de Hollywood.

"No me gustaría tener que permanecer en una torre de marfil. No creo que fuera capaz de vivir la vida de Angelina Jolie. Pero hay más razones: trabajar en Hollywood significa tener que someterse a mucho control, muchos filtros, y asistentes entre mí misma y el público", expresó.

Y dio más razones para estar lejos de la meca del cine: "Al ser francesa siempre tendría que dar vida a una francesa, y supongo que acabaría encasillándome. Y tendría que estar mucho tiempo lejos de mi familia y mis amigos. Me encanta hacer películas en Francia. El cine es mi pasión, pero tener una vida normal es también muy importante".

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

HBO Max

Te puede interesar