REGRESO
Hoy se exhibe la película de Steven Spielberg a 25 años de su estreno, en Grupocine Torre de los Profesionales y Punta Carretas y en Movie Montevideo
Tal como Steven Spielberg lo reconoció cuando recibió el Oscar a mejor director, La lista de Schindler es producto de la insistencia de un anciano polaco. A pesar de eso se convirtió en la película más personal del director, un proyecto que demoró hasta sentirse maduro para afrontarlo y que se llevó siete Oscar.
La lista de Schindler se estrenó en Estados Unidos el 4 de febrero de 1994 (se había exhibido antes para entrar en los premios de la Academia y en Uruguay se estrenó el 14 de marzo) y para conmemorar su 25 aniversario hoy se exhibe en funciones especiales en Grupocine Punta Carretas a las 22.00, en Movie Montevideo a las 21.15. Son tres horas y cuarto de una película crucial sobre un tema que Spielberg sigue considerando urgente: el eslogan de este relanzamiento es “ahora más que nunca”.
Leopold Pfefferberg, el polaco que impulsó el proyecto, fue un Schindlerjuden, uno de los 1.200 judíos que este industrial alemán filonazi salvó de los campos de concentración. De acuerdo al biógrafo de Spielberg, Joseph McBride, Pfefferberg fue el nexo de Schindler en el mercado negro de Cracovia antes de ser líder de barracas en el campo de trabajos forzado de Plaszow donde mandaba el SS Untersturmfubrer, Amon Goeth (que en la película interpreta Ralph Fiennes). Schindler sobornó a Goeth para que Pfefferberg, su esposa y otros Schindlerjuden trabajaran en su fábrica de ollas esmaltadas. Cuando se le ordenó cerrar la planta, Schindler (que para siempre tendrá la cara de Liam Neeson) le compró los obreros a Goeth y los mudó a una fábrica de municiones en Briinnlitz, Checoslovaquia.
La película se cierra con algunos sobrevivientes rindiendo un homenaje en la tumba de Schindler.
Pfefferberg, quien se radicó en Estados Unidos había intentado desde siempre que Schindler, quien murió en Argentina, fuera reconocido como un héroe. Viviendo en Beverly Hills se cruzó en 1980 conel novelista Thomas Keneally a quien le contó su peripecia y cómo un “nazi alto y bien parecido” lo había salvado del Holocausto. Aunque reacio al principio, Keneally escribió la novela.
Spielberg se comprometió a adaptarla en 1982 y al año siguiente, el persistente Pfefferberg se le acercó y le preguntó cuándo iba a hacer la película. “En 10 años”, le respondió Spielberg y cumplió su palabra. Era, después de todo, un tiempo prudencial para estar a la altura personal y cinematográfica de la demanda: cuando se cruzó con la idea, aún estaba tratando de librarse de la categoría de director de entretenimientos liviano que le había dejado Tiburón y Encuentros cercanos del tercer tipo que son dos obras maestras.
El guion estuvo dando vueltas por años. Al principio Spielberg intentó pasarle el proyecto a Roman Polanski, un sobreviviente del gueto de Cracovia quien dijo no estar preparado para afrontar el tema (lo tocaría años después en El pianista). En 1988, Martin Scorsese quien avanzó en el proyecto trajo al guionista Steve Zaillan. Se lo cambió a Spielberg por la remake de Cabo de miedo.
Para conmemorar su 25 aniversario hoy se exhibe "La Lista de Schindler" en Grupocine Torre de los Profesionales a las 16, en Movie Montevideo a las 21.15 y en Grupocine Punta Carretas a las 22.00
El cambio de idea de Spielberg se debió a que sintió que con las noticias de campos de exterminio de musulmanes en Bosnia, La lista de Schindler iba a ser un buen recordatorio de otras atrocidades europeas. Preparó el proyecto y lo filmó durante el rodaje y la posproducción de Jurassic Park.
El rodaje en Cracovia fue movilizador para Spielberg, quien se reencontró con sus raíces judías. Eso se hace sentir en una película que aún consigue conmover, gracias a una fotografía (que le dio el Oscar a Janusz Kaminski) en blanco y negro y expresionista que polémicamente estiliza la tragedia y que incluye guiños en color, entre otros detalles. El talento como narrador de Spielberg y las actuaciones de Neeson, Fiennes y principalmente Ben Kingsley (como el contador de Schindler), la mantienen como un clásico que no ha perdido su urgencia.
Poderla ver en pantalla grande es una buena oportunidad para revivir el poder del cine. Y ver a Spielberg, el gran maestro del cine americano, en todo su esplendor.