Fernán Cisnero
No es que sea relevante en un mundo entretenido en otras cosas, pero una pregunta válida -aunque insisto, irrelevante- es cómo hizo para colarse, con nueve nominaciones para los próximos Oscar, una película alemana producida por Netflix. Que sea una adaptación cinematográfica de una novela pacifista editada hace 93 años suma a la curiosidad.
La cosa es así. Sin novedad en el frente es la primera adaptación alemana de una novela que el alemán Eric María Remaque escribió hace 93 años y en la que retrató su experiencia en el frente durante la Primera Guerra Mundial.
Dirigida por Edward Berger, está nominada por su maquillaje y peluquería, música original, sonido y efectos visuales, por un lado, y en categorías bien significativas como fotografía, diseño de producción, guion adaptado, mejor película internacional y mejor película a secas. Con nueve menciones comparte el segundo puesto en el ranking con Los espíritus de la isla; Todo en todas partes al mismo tiempo tiene 11.
Aspira, además, a 14 estatuillas en los premios Bafta que entrega la academia británica.
Es impresionante para una película sin exhibición cinematográfica (solo la indispensable para figurar en los Oscar) producida por Netflix y hablada en alemán. Se presentó en el Festival de Toronto en setiembre y está disponible en la plataforma desde el 28 de octubre. Lleva 10 semanas en el Top 10 de la plataforma a nivel mundial, y eso incluye a Uruguay.
Es la tercera adaptación de la novela de Remarque (uno de los más fuertes alegatos antibelicistas en la historia de la literatura). La primera Sin novedad en el frente es una película de la Universal dirigida por Lewis Milestone y que ganó el Oscar de 1931 a película y dirección. Hay otra, hecha para televisión en 1979.
Al igual que esos antecedentes, esta nueva versión se toma algunas libertades, pero comparte con el libro de Remarque buena parte del mismo nudo argumental y el mismo mensaje urgente.
Es el viaje generacional de un grupo de muchachos alemanes que van a la guerra con un entusiasmo que queda aplastado por las miserias de las trincheras. Se ven sus días en el frente y la degradación moral y vital que aporta la experiencia bélica en ellos. Es muy triste.
Apelando a un tono realista principalmente en la descripción de la violencia, esta Sin novedad en el frente está contada a través de los primeros planos de Paul (un expresivo Felix Kammerer) que aquí funciona como héroe. Va de la inocencia con la que recibe la arenga de un profesor al comienzo a la desolación mortuoria de cuatro años de combate.
Una historia que no estaba en el original es la batalla diplomática de Mathias Erzberger (Daniel Bruhl, impulsor del proyecto), que atraviesa el engorroso proceso burocrático de llegar a un armisticio con los petulantes franceses. Las consecuencias de esa firma fueron la llegada de los nazis al poder, una advertencia que también podría estar refiriendo a nuestra coyuntura.
Esta nueva versión dialoga con alguna guerra más actual, una advertencia que claramente no fue escuchada en los tiempos de Remarque.
“Obviamente no sabíamos que ahora habría una guerra en Europa y no se supone que sea un comentario sobre eso”, dijo Berger en declaraciones para Variety. “Pero cuando comenzamos, sentimos que había cierto gobierno en Estados Unidos, Brexit en Europa y populistas en Hungría, Polonia, Alemania o Francia cuestionando las instituciones que trajeron la paz durante 70 años, en un continente que suele estar desgarrado por la guerra. Y nos recordó lo que aprendimos en Historia cuando éramos niños”.
La película, considerada la más cara del cine alemán, se rodó en las afueras de Praga que hace las veces del norte francés. La fotografía (en 65 mm) de James Friend refleja el despliegue de producción y consigue paisajes exteriores (con unos contundentes planos generales) e interiores (con esos subyugantes primeros planos) de una bella crudeza. Las batallas están filmadas con ojo humanista que no elude horror explícito y despliegue hollywoodense. Su narrativa es clásica y el final va por un dramatismo menos sutil que el de Milestone en 1930.
La exhibición de la muerte sin pudores y con cierta espectacularidad intenta hacer más contundente el mensaje.
Con todo eso, ¿cuáles son las posibilidades de que se lleve varios Oscar? La respuesta es demasiado temeraria aunque parece tener asegurado el de mejor película internacional, para desilusión de los hermanos argentinos que aspiran a la categoría con Argentina, 1985.
El resto se hace más difícil de predecir. De ser la mejor película del año, sería otra extranjera en llevarse el premio después de la proeza de Parásitos y eso probablemente no pase. Lo de Berger podría ser, pero las aspiraciones más serias están en los rubros técnicos que son de alta gama.
Igual ya se hizo notar colándose en una fiesta que parecía, de antemano, ajena. Y capaz que no lo es.