La película de un debutante que mezcla comedia y clones y es uno de los grandes estrenos de Netflix de 2023

La película "El clon de Tyrone" llega este viernes a Netflix como una de las novedades más sorpresivas del año. Protagonizan John Boyega, Jamie Foxx y Teyonah Parris; de qué se trata y cómo es.

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THEY CLONED TYRONE
Teyonah Parris, Jamie Foxx y John Boyega en "El clon de Tyrone".
Foto: Parrish Lewis / Netflix

Las últimas noticias indican que las finanzas de Netflix han mejorado. Tras temporadas con números tirando a críticos y la idea de que su política de limitar las cuentas compartidas entre personas que no viven bajo el mismo techo iba a resultar catastrófica, las cifras son alentadoras: la compañía llegó a los 238,4 millones de suscriptores durante el segundo trimestre de 2023, un ocho por ciento más que en el mismo período de tiempo el año pasado. Es el mayor número de abonados en la historia de la plataforma, y eso es mucho decir.

Son, si se quiere, tiempos raros. Con una parte sustancial de Hollywood en huelga y los guionistas y actores reclamando, sobre todo, por los prácticamente inexistentes pagos que cobran por la repetición y difusión de sus series y películas —la actriz Mandy Moore reveló que ha tenido cheques por uno o dos centavos por los residuales de la aclamada This Is Us—, nadie sabe qué va a pasar, en el futuro cercano, con toda esa ficción que mueve millones.

El negocio se ha vuelto impredecible. Y de eso Netflix sabe. Con una competencia cada vez más ajustada y un reconocimiento en su pretensión de cine que todavía no llega, la plataforma se ha dedicado a convertirse en un estudio con ambiciones gigantes. Ha apostado cientos de millones en películas fastuosas y de esa estrategia han salido Alerta Roja, El hombre gris, Escuadrón 6, Misión de rescate y así, entretenimientos livianos y de fórmula. Se sirven como banquetes desabridos.

En ese contexto, la combinación de condimentos de la que se impregna El clon de Tyrone marca una entrada inesperadamente triunfal al catálogo de Netflix. Hay, además de entretenimiento y fórmula y estrellas, varias ideas y un director con personalidad. Más que suficiente en la universalidad del streaming.

La película original del servicio, que estrenó hoy y se apuntaba entre las novedades esperadas del año, es un thriller cómico de ciencia ficción, ubicado sin tiempo en algún lugar del sur estadounidense. El barrio, ficticio, se llama El Glen; es marginal y afroamericano y ahí anda el trío de héroes más improbable de la temporada: un traficante de drogas, un proxeneta y una prostituta, casi el comienzo de un chiste.

El traficante es Fontaine, a quien John Boyega le da toda la fuerza de su cuerpo, pero también mucho corazón. Lleva el peso dramático de una historia que no se centra en ese aspecto, pero que lo tiene como pilar para sus justificaciones. Anda en busca de Slick, el proxeneta al que encarna Jamie Foxx (que además produce) y que tiene todo eso que tan bien se le da al actor: es un papel desbordado, lleno de manierismo y excesos.

Slick le debe dinero, así que Fontaine va por él y, cuando está de salida, es acribillado a tiros en su propio auto y queda ahí, desangrado, muerto. Pero al otro día despierta en su cama, ileso, listo para repetir secuencia, como en El día de la marmota pero con la oscuridad de esa joya llamada Russian Doll (Netflix).

Ni Slick que lo vio muerto ni Fontaine que está vivísimo y sin recuerdos traumáticos pueden creer lo que está pasando, y ahí van en busca de Yo-Yo, la exquisita Teyonah Parris, una prostituta —de las que maneja Slick, que además es un viejo amor— con intenciones de retirarse, la única que puede hacer algunas aclaraciones. Allá terminan, los tres, de extravagantes detectives en una casa abandonada en la que descubren un laboratorio clandestino, unos químicos sospechosos, el cuerpo de “Taine” sin vida. La referencia que siguen es Nancy Drew (la ficticia detective adolescente) y esa es una de tantas buenas ocurrencias.

Todo lo que viene después es una aventura de misterio, un coqueteo con el cine negro y en un punto con la sátira, una comedia ocurrente que critica y despista en simultáneo mientras habla de Michael Jackson, el pollo frito, el jugo de uva y el pelo alisado. Ni está claro en qué momento histórico se cuenta la acción —el aire setentoso homenaje al movimiento Blaxploitation, pero la convivencia es con iPhones y tecnología moderna— ni por qué hay un Tyrone en el título del film cuando (casi) no aparece.

Hay reserva también con los villanos, aunque la cuota se cubre con esa aparición grandilocuente de Kiefer Sutherland, que comanda la escena más violenta de la película, entre una cámara que busca intimidar y un sonido feroz.

Salvo ese instante, la tensión del largometraje se sostiene de manera constante y ligera, como si eligiera evitar ciertos extremos para encontrar ahí, en algunos matices, su terreno de expansión.

El debutante Juel Taylor se lleva la mayoría de los méritos. Había dirigido capítulos de series (Twenties, Boomerang), firmado algunos guiones (Creed II) y trabajado en el sonido de varios proyectos, lo que justifica el absoluto control que hace de esta, su primera película, y la relevancia del diseño sonoro. Se las ingenia para develar misterios y conspiraciones con mucha gracia y en módicas cuotas, y se guarda lo sustancial para los últimos 15 minutos.

En el camino, usa la ciencia ficción y el humor para hablar de identidad, quizás el tema por excelencia en el cine moderno, pero también de gentrificación, de la cultura del consumo, del capitalismo y de la manipulación, de comunidad, de hasta dónde podemos llegar en nombre de la famosa paz mundial. Recorre varios géneros sin aferrarse a ninguno y sale ganando de una combinación ambiciosa y remota con la que logra uno de los estrenos más refrescantes de Netflix en 2023.

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