Fue tan concreto como escuchar la canción precisa en el momento correcto. Mercedes Cosco iba en ómnibus hacia una clase de la facultad cuando sonó “Dream Baby Dream”, por Bruce Springsteen, y con ella se le aparecieron dos personajes, dos nombres, algunas características. Ahí, en medio de esa escena, de esa manera tan imprevista, Nina & Emma se convertía por primera vez en algo parecido a una realidad.
Nina & Emma es, ahora, la primera película de Mer Cosco, que es escritora, fotógrafa, tallerista y realizadora uruguaya o es, más bien, una persona del arte.
Exhibida por primera vez en el último Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay y preestrenada en Sala Zitarrosa, su ópera prima se estrenó el 25 de mayo y sigue en cartel. Se la puede ver a diario en Cinemateca y hoy además en Sala B del Auditorio Nelly Goitiño, en una función que contará con la presencia de una de sus protagonistas, Valentina Pereyra.
Pero antes de aquel hallazgo tan urbano, de aquella situación tan parecida a eso que tiene que ver con lo mágico, Nina & Emma fue otra cosa.
Fue, antes que nada, la idea para un trabajo final universitario. Era 2017 y Cosco, a punto de graduarse como licenciada en Comunicación, decidió que su último proyecto iba a ser el guion de un largometraje, una opción que ya pocos tomaban en la carrera y que estaba condenada al desuso.
“Ese verano había pasado bastante tiempo en La Paloma y había sentido el deseo de retratar esa atmósfera muy particular de los días en balnearios rochenses”, cuenta a El País. “Al mismo tiempo me generaban mucha atracción las historias de verano y de dos personajes con un vínculo simbiótico. Ese era el puntapié inicial”.
Después sonó “Dream Baby Dream”, aparecieron los personajes, tejió las historias, se graduó, guardó el guion en un cajón, pasó el tiempo, llegó la pandemia y ahí, en 2020, todo volvió a cobrar sentido.
Así, hecha en tiempos de confinamiento, de pasividad y restricciones, Nina & Emma es una película de transición a la adultez, un coming-of-age en el que Nina, la ascendente actriz Alfonsina Carrocio (Otra historia del mundo y próximamente en La sociedad de la nieve de Netflix), se descubre a sí misma a través del intrincado vínculo con su amiga Emma, que es Valentina Pereyra. Está filmada en Rocha y la música, un componente clave, es de Camila Rodríguez (Niña Lobo) y Mariano Gallardo Pahlen.
Quienes conocen a Cosco dicen que ahí, en esas Nina y Emma, dos jovencitas tan inquietantes y tan contradictorias, radican las dos grandes mitades de su personalidad.
“Cuando escribí el guion no me había dado cuenta, y decía con mucho orgullo que era mi primer proyecto netamente ficcional. Yo, que trabajo tanto con la autoficción y lo autobiográfico...”, dice Cosco, que imparte talleres de diario íntimo y que entre 2018 y 2021 llevó adelante un proyecto fotográfico de largo aliento, Cómo vivir con las cosas que no puedo controlar, sobre su ansiedad. “Y después me di cuenta que es de los proyectos que terminó hablando más de mí”.
Pero Nina & Emma también es una voz generacional. Cosco, que hoy vive repartida entre Montevideo y Bruselas, espera más que cualquier otra cosa que esta historia le llegue a los jóvenes, y al mismo tiempo resalta que la película está, en su gran mayoría, hecha por un seleccionado sub 30 local.
“Me parecía estimulante darnos el lugar”, dice, “y darnos una plataforma para mostrarnos. Pasé a ser la persona a la que se va con las preguntas y se espera que tenga las respuestas, y fue uno de los desafíos más lindos que experimenté”.
—Hay una obsesión por la intimidad y por poder exponer hasta lo más privado que parece estar presente en todos los proyectos que hacés. ¿Por qué te atrae tanto la exposición del mundo interior?
—Es algo que vengo pensando mucho. Tengo la sensación de que 2022 fue el año en que más cambié, y me hice estas preguntas: qué es lo que me pasa con la intimidad, con el formato autobiográfico, qué es realmente lo que quiero decir. Y tuve todo un cuestionamiento y un viraje de decir: quizás antes generaba arte por necesidad y ahora lo hago por deseo. Creo que cuando empecé, ya de muy chica, a explorar con mi propia imagen y sentimientos, a intentar encontrar ese relato, estaba fascinada con la idea de la vida como una película. Estaba muy interesada en borrar los límites entre realidad y ficción, y creo que con el tiempo y la madurez, la evolución personal, me di cuenta que eso tiene que ver con un interés psicológico, con la idea de resignificar el relato vital y encontrar ahí un lugar de seguridad y de confianza, una herramienta de construcción identitaria. Y eso es lo que me termina fascinando.