La salteña detrás de la película de Netflix que rescata un suceso de la crónica roja y va al Oscar por Chile

Inés Bortagaray, la coguionista de "El lugar de la otra" de Maite Alberdi, la historia de un homicidio en el Santiago de la década de 1950, charló con El País

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Inés Bortagaray
Foto: Lu Lee

Basado en un caso real que impactó a la sociedad chilena a mediados de la década de 1950, El lugar de la otra es la primera ficción de la chilena Maite Alberdi (la directora del documental nominado al Oscar, El agente topo) y el primer guion de la uruguaya Inés Bortagaray para Netflix, que lo estrenó ayer en la plataforma.

Salteña, Bortagaray es parte de la generación alrededor de la productora Control Z. Fue asistente de dirección en Whisky de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, y escribió La vida útil de Federico Veiroj, por ejemplo. Como guionista también ha trabajado con las argentinas Ana Katz (Una novia errante y Mi amiga del parque, con la que ganó el premio a mejor guion en Sundance) y con los brasileños Fernando Frahia (con quien coescribió Bem-Vinda Violeta) y Karin Aïnouz (La vida invisible de Eurídice Gusmão). Y adaptó la novela de Mario Delgado Aparain, Alivio de luto, para Otra historia del mundo de Guillermo Casanova.

Publicó tres libros (Ahora tendré que matarte en 2001, Prontos, listos, ya en 2006 y Cuántas aventuras nos aguardan en 2018) y este año estrenó en teatro, el tríptico Audiencias que escribió con Ana Guevara y coprodujo la Comedia Nacional.

El lugar de la otra es la adaptación de uno de las cuatro relatos de Las homicidas, un libro de la chilena Alia Trabucco que recopila la historia de mujeres chilenas juzgadas por homicidio entre 1920 y 1970. Es el envío de Chile a los Oscar.

Con la coguionista Paloma Salas (que viene del stand up) eligieron la historia de María Carolina Geel, una escritora que en abril de 1955 citó a su ex novio, Roberto Pumarino, en el salón de té del distinguido Hotel Crillón y le disparó cinco veces.

El guion —que dice Bortagaray fue escrito en tiempo record para ella— toma ese caso para contar, en realidad, la historia de una funcionaria judicial que reemplaza su rutinaria y machista vida familiar por el glamour de Geel.

“Pensamos que era mejor buscar un reflejo, una mujer de una edad similar, pero ajena al campo literario y ajena a los privilegios de clase que ayudaron tanto a Geel)”, le contó Bortagaray a El País. “El personaje protagónico es ficcional y es una actuaria, la mano derecha del juez Aliro Veloso, que se ocupó del caso. Es esa otra mujer la que lleva el punto de vista. Es ella la que mira, busca, encuentra, y para quien nada será igual después de ese momento”.

Sobre el guion, su carrera y su generación, Bortagaray charló con El País. Estos son extractos de esa conversación.

-¿Qué le interesó de El lugar de la otra?

-Quedé deslumbrada con esa pluma tan afilada de Alia. El ensayo habla sobre el tratamiento de la Justicia en los cuatro casos, a través de documentos, recortes de prensa, expedientes. En todos los casos, que resultaron muy escandalosos, se adoptó un discurso que intentaba mantener el status quo: las mujeres habían asesinado porque estaban locas o porque eran unas femme fatales, vampiresas, o nubladas por desórdenes hormonales. A Geel todo el mundo la vio. Era incontrovertible que ella lo había asesinado, pero lo que sucedió y desató una atención furiosa en los medios fue que ella, una vez detenida, se negó a decir cuáles habían sido sus motivos. Se especuló mucho, incluso con que ella buscaba la fama literaria que todavía no tenía. O que hubiera podido ser un homenaje -una escritora contagiada por otra escritora- a María Luisa Bombal (a quien admiraba), que también había disparado a su amante (por fortuna sin éxito).

-Y fue un caso muy sonado, incluso por sus derivaciones...

-La prisión de María Carolina Geel no se alargó mucho, porque el presidente de entonces, Carlos Ibáñez del Campo, recibió un pedido de piedad de Gabriela Mistral, y Geel fue indultada al poco tiempo.

-El guion también implicaba una reconstrucción de época. ¿Cómo trabajaron eso?

-Hubo un trabajo de investigación minucioso de Lola Contreras, primero, para explorar el momento histórico, cómo funcionaba el sistema de justicia, la prensa, en el Chile de esos años. Con ese marco trabajamos buscando la historia, que al principio fue esquiva: no era fácil poner el foco en una mujer que claramente había trabajado en sostener el enigma, sobre quien se cifraban mil teorías pero que se había ocupado de no aclarar ninguna.

-¿Qué referencias tomó para una película como El lugar de la otra que se anuncia como de género?

-Se podría pensar que es un thriller judicial, pero como no hay posibilidades de ahondar en algo parecido al suspense (el crimen fue hecho ante los ojos de toda la alta sociedad chilena, el juicio no fue como los juicios de las películas, con grandes alegatos hechos ante una sala llena, y no había una fuga de la cárcel o algo semejante), la mirada se tuerce al mundo más íntimo de Mercedes, la actuaria, su casa, su esposo, sus hijos, su mundito apretado, desangelado y ruidoso. Hay algo más propio de la comedia dramática.

-¿Cómo toma esta etapa de su carrera, con un proyecto así para Netflix?

-Ha habido un proceso de apertura, y ahondamiento también, del oficio, que viene de un lugar muy cercano y familiar (la escritura con amigas y amigos, esa idea de barra, de afinidades y gustos y complicidad y una formación cinematográfica muy enraizada en Cinemateca) que tuvo que ver con los primeros guiones y con las películas que escribimos con Ana Katz y Federico Veiroj, o los proyectos que escribí con el Garza (Adrián Biniez), Pablo Stoll y Juan Rebella, Arauco Hernández, Virginia Anderson y Javier Palleiro, o los nuevos proyectos que hoy tengo con Arauco, Pablo, Federico, Ana Guevara y Ana Katz.

-Y esto es un paso al mundo de las plataformas.

-En el que no tenía experiencia. Creo que el oficio es siempre el mío, y la noción de autoría también está viva (no es que yo le reste espíritu a un trabajo más profesional), pero sí entran en consideración otros asuntos. Hay una primera línea de lectura, interpretación y comentarios que tiene que ver con la directora y la productora (Maite y Fábula, en este caso) y luego hay un segundo nivel, que no habla directamente con las guionistas -o en este caso no lo hizo- y ese nivel es el del representante de la plataforma: su mirada, sus expectativas. Este sistema es más complejo.

-Es notorio que hay una mirada femenina que ha renovado el cine. ¿Cómo ve eso?

-Defiendo un cine plural. Tengo presente el estudio que se hizo desde Mujeres del Audiovisual del Uruguay, sobre quiénes cuentan las historias, y la participación de las mujeres en las películas uruguayas durante una década entera. Aquel estudio mostraba que sólo tres de cada 10 largos uruguayos estrenados entre 2008 y 2018 lo dirigieron mujeres, por ejemplo. Pienso que en los últimos años tal vez se esté empezando a revertir esa tendencia que no es sólo del cine, claro. Ante una realidad que muestra que las historias han sido tradicionalmente contadas por hombres y que los personajes femeninos han obedecido, por supuesto, a una mirada muy deudora de su tiempo y los mandatos. Al mismo tiempo, me pasa mucho que a veces me llaman y me dicen: “necesito una guionista mujer”, y eso me resulta alarmante, porque yo me pregunto: ¿por qué necesitan una guionista mujer? ¿Para cumplir? ¿Porque se supone que voy a dar una mirada eminentemente femenina sobre algún asunto? ¿Qué sería lo eminentemente femenino? ¿La historia va a ser pacifista porque soy mujer? ¿Más tierna? ¿Benevolente? ¿Piadosa? ¿Delicada? ¿Abnegada? A veces esa necesidad de una guionista mujer me parece que es otra representación de lo mismo: cumplir con esa expectativa (ahora viene la cuota, listo, qué tranquilidad) como dato que se integra y se domestica para seguir andando.

-Se cumplieron 20 años de Whisky, ¿cómo ves el camino de su generación?

-Como una obra en construcción. Un proceso que está abierto, que sigue dando frutos.

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