por Fernán Cisnero
Uno queda raro (y llorando) después de La ballena, la película que, por sobre todas las cosas, le viene dando una segunda oportunidad en la carrera a Brendan Fraser, su protagonista.
Por un lado es inevitable no sentir empatía y compasión por Charlie, el profesor gay y obeso mórbido que interpreta Fraser. Hay en él una tristeza tan profunda (por una pérdida grande, por la distancia que puso hacia una hija que ahora vuelve) que da una mezcla de simpatía y lástima.
Pero por otro lado, uno se siente manipulado y preguntándose si no hay una tendencia al morbo en el tipo de retrato que hace Darren Aronofksy, quien aquí produce y dirige, y que uno termina contemplando.
¿No es morbo, acaso, ver esa caída libre de Charlie (o sea Fraser con traje y prótesis que lo engordan un montón, un recurso que tiene sus detractores) comiendo hasta reventarse, intentando llegar al baño o atorándose con un nacho? ¿O desnudo, caminando o, en el colmo de la tristeza, dando clases por Zoom con la cámara apagada, avergonzado de su aspecto?
Charlie es un ser de luz, con una bondad y una paciencia como para tolerar a una hija que vuelve y no lo merece, y un misionero religioso que anda pregonando el fin del mundo pero precisa más una salvación personal que universal. Parece aislado, pero está rodeado de gente: una enfermera que es una amiga fiel (Hong Chau, nominada al Oscar) y aparece su ex mujer con fragilidades que, como siempre, sabe hacer notar Samantha Norton.
Lo corporal, lo compulsivo y las transformacione han sido una constante en Aronofsky, quien estuvo nominado al Oscar por Cisne negro, que atendía ambas preocupaciones. Están también en Requiem por un sueño sobre adicciones y El luchador sobre el cuerpo de Mickey Rourke y que ganó el León de Oro de Venecia en 2008.
Su mejor película es ¡Madre!, con Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Michelle Pfeiffer y Ed Harris, un ejercicio sobre demasiados temas que muchos hallaron pretenciosa y no estaba nada mal.
La incomodidad -que en Madre! se hizo insoportable para varios- es parte de un estilo propio que utiliza elementos del horror y cierta brutalidad; acá no hay horror, pero la película es un poco brutal.
Y el estilo que a veces viene con una mirada mística. Eso queda explicitado en la escena final de La ballena, aunque en el resto, Moby Dick haría las veces de Biblia. Más allá del tamaño del héroe y del título de la película, el vínculo con la novela de Melville no queda demasiado claro; Charlie encuentra fascinante un breve ensayo sobre ella.
Aronofsky siempre canaliza todo eso y algunas otras obsesiones a través de películas vistosas, de cierta espectacularidad de pequeño ensamble (con excepción de Noé que va a por la sinfonía bíblica) y con los aspectos técnicos atendidos por profesionales de alta gama.
En La ballena están su habitual fotógrafo Matthew Libatique y los diseñadores de producción Mark Friedberg y Robert Pyzocha, que consitruyen el sofocante mundo de Charlie.
Pero la estrella es Fraser, que aquí va por el papel de su vida. Detrás de tanto cuerpo protésico y limitado en sus movimientos, concentra su esfuerzo en sus ojos, lo que debe haber sido un trabajo exigente.
Fraser está, en todo caso, más convincente en su regreso a la esfera pública, en su emociónante una ovación en Venecia o el agradecimiento que muestra en cada entrevista. Esos son los factores principales, es de creer, que lo incluyen en la lista de los nominados para el próximo Oscar.
El cine, en todo caso, es un arte manipulador y en ese sentido, La ballena lo consigue a través del golpe bajo, lo que puede ser ilegal, pero el juez nunca cobra nada. El grotesco, no ayuda a la empatía con la historia, sino que suele aportar, de nuevo, al morbo. Es un riesgo que se corrió.
Menos tolerables son algunas concesiones de un guion que no consigue escapar de lo previsible aunque la hija sirve de contracara maligna de toda esa bondad que representa Charlie, lo que es una idea interesante. Algunas otras historias parecen más tiradas de los pelos.
Es difícil, con todo puesto al servicio de eso, no emocionarse con La ballena. Es una película sobre la tristeza y, como me dijo alguien, todos tenemos nuestras penurias y todos somos, en definitiva, un poco Charlie. Ponernos ese espejo, aún en todos sus facilismos, capaz que es el principal mérito de Aronofsky.
La Ballena [***]
Estados Unidos, 2022. Título original: The Whale. Director: Darren Aronofsky. Guion: Samuel D. Hunter. Fotografía: Matthew Libatique. Editor: Andrew Weisblum. Música: Rob Simonsen. Con: Brendan Fraser, Sadie Sink, Ty Simpkins, Hong Chau, Samantha Morton, Sathya Sridhara. Duración: 117 minutos. Estreno: 23 de febrero, cines.