La uruguaya que trabajó en más de 100 películas y se convirtió en pieza fundamental del nuevo cine nacional

La productora uruguaya Mariela Besuievsky habla de su carrera, del cambios en la industria desde "El dirigible", habla de los proyectos que más atesora y cómo fue participar de una película maldita.

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Mariela Besuievsky.
Mariela Besuievsky.
Foto: Archivo.

En los primeros días de diciembre estuvo por Uruguay para Ventana Sur, se volvió a España donde vive hace varios años y regresó para las fiestas. La vida de Mariela Besuievsky, la productora uruguaya que trabajó en película estuvo en el escenario junto a Juan José Campanella y Guillermo Francella cuando ganó el Oscar, El secreto de sus ojos, e integra la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, es así, de un lado al otro y de proyecto en proyecto.

Tiene más de 100 producciones en su haber y su nombre está asociado a películas uruguayas como la pionera El dirigible, Corazón de fuego o La noche de 12 años, también a éxitos internacionales como la comedia Explota, explota de Nacho Álvarez (hermano de Fede Álvarez) que reunió hits de Raffaella Carrá, y hasta al título maldito de Terry Gilliam, El hombre que mató a Don Quijote.

Actualmente tiene en la cartelera uruguaya una de sus últimas producciones: Bajo terapia que dirige su esposo, el guionista, productor, director y expresidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Gerardo Herrero.

En febrero se cumplen 30 años que Besuievsky se fue a España, aunque siempre se ha mantenido muy vinculada a Uruguay. “El único año que no fui desde que me vine”, comenta a El País vía Zoom desde su casa en Madrid, “fue 2020 por la pandemia, sino siempre estoy en contacto con Uruguay”.

Y en estos años, Besuievsky, quien va a coproducir la nueva animación de Walter Tournier, es pieza clave del actual panorama del cine uruguayo. Lo ha sido desde El dirigible, la primera película uruguaya en llegar al festival de cine de Cannes.

—¿Siempre supiste que querías ser productora?
—Me hubiera gustado ser bailarina, que fui muchos años, pero era muy mala, la buena era mi hermana (Carolina Beseuievsky). Empecé como actriz en Los tres, a fines de los ochenta en Canal 10. Roberto Jones, Alberto Arteaga y Alberto Mena eran los protagonistas, y Andrea Davidovich, Ana Rosa y yo, las chicas. Pero terminábamos de grabar y me iba al control. Me divertía más estar atrás de cámaras, y cuando fui a la Escuela de cine de San Antonio de los Baños en Cuba, me divirtió más la producción. Me parecía que lo hacía mejor que siendo actriz, yo tenía la personalidad para esperar a que me llamaran.

Mariela Besuievsky
Mariela Besuievsky. Foto: Archivo.

—Estuviste en Uruguay por Ventana Sur, calculo que el panorama del audiovisual uruguayo entonces era muy distinto al actual.
—Sí, no había nada, ni instituto de cine. Fue un viaje bastante lindo, y ya se cumplieron 30 años de El dirigible (Pablo Dotta, 1994). Haciendo la escuela de cine me asocié con los productores de ahí, hicimos dos cortos (los dirigió Dotta), después El dirigible y entonces vino Cannes. A partir de ese viaje se vio que el cine uruguayo podía viajar y aparecer en el mundo. Eso ayudó a una semilla que ya estaba, porque ya había varias producciones. Beatriz Flores Silva había hecho su primer largo en video, y había muchas iniciativas en aquel momento de gente que quería hacer cosas. Se dio así, y permitió a las autoridades entender que era importante tener un marco jurídico para organizar mejor a la industria.

—¿Hubo problemas para presentar la película siendo que no había cine uruguayo hasta entonces?
—Nos pasó que cuando fuimos a inscribirla se necesitaba la nacionalidad, y no había quién me la diera. Antonio Mercader que era Ministro (de Educación y Cultura) entonces, se portó genial y me hizo una carta diciendo “Esta película es uruguaya”, como si fuera primero de escuela. Y así fue con todo, aparecía un problema y una solución.

—¿Y qué se siente ser parte de ese gérmen de una industria que hoy trabaja para plataformas?
—Me siento súper orgullosa de haber participado y de seguir muy en contacto. Me hubiera gustado estar en más, pero lo que hubo, hubo.

—Desde la pandemia se dio un salto en el audiovisual en Uruguay.
—Ha habido una evolución brutal. El crecimiento de la industria es muy importante, pero hay que tener cuidado de preservar la generación de talento propio. Pasa en España también, que cuando hay tanto trabajo de service o para terceros, es difícil que haya tiempo para desarrollar los proyectos propios. Entonces hay que cuidar esas nuevas generaciones que pueden generar un cine identitario, que tenga una identidad, cuente historias que son de ahí, que identifiquen y sean una ventana al mundo.

—Es lo que has hecho. ¿Es difícil darle identidad al cine de un país?
—Es difícil, pero es difícil en cualquier historia. Porque tenés la que querés contar y la que podés financiar. A veces me cuentan historias espectaculares y pienso ¿cómo se financia? Eso no quiere decir que no se pueda hacer, porque lo que uno no ve no significa que no se pueda hacer.

Mariela Besuievsky
Mariela Besuievsky. Foto: Archivo.

—¿Tenés un ejemplo?
—Sí. El hijo de la novia (de Campanella) tuvo muchísimas vueltas, nadie la podía levantar y nosotras la hicimos. A veces es cuestión de encontrarle un ángulo, usar tus sensaciones, tu know-how o contactos.

—¿En el cine pesa el ser mujer?
—En algún momento sí, y muchas veces he sido la única en reuniones, pero cada vez somos más productoras y eso es genial. Personalmente no he sufrido discriminación pero es verdad que a veces tenés que probar más cosas. Pero está cambiando y se están tomando medidas para que eso ocurra.

—Has producido más de 100 proyectos audiovisuales, ¿de qué película te sentís más orgullosa?
—He hecho de todo, y Bajo terapia me encanta. Estoy hiperorgullosa porque se logró un punto muy bueno que pocas veces se da. De La noche de 12 años también porque fue un camino difícil por eso que decía: encontrarle el lugar y la financiación. Pero hay una película que siempre me ha encantado, de las primeras que hice con una primera directora: Hermanas de Julia Solomonoff. Fue una película chiquita que me encantó. Después Balada triste de trompeta, de Alex de la Iglesia que para mí marcó un antes y después. También la cubana Lista de espera de Juan Carlos Tabío que ha sido un referente de la comedia y fue una película que fue escuela de muchísimas cosas. Muchas de lo que no hay que hacer. Y la película que me ha enseñado sobre la vida y las personas fue El hombre que mató a Don Quijote. Fue un viaje muy extraño y accidentado, y un aprendizaje muy fuerte. Algunas no han salido como hemos querido, pero estoy orgullosa de todas.

—Tus películas han estado en los Oscar y todos los festivales importantes del mundo. ¿Cómo es estar ahí, se disfruta algo?
—Estás más pendiente de estas cosas, estás súper nervioso, nunca pensás que vas a ganar. Viendo para atrás me hubiera gustado hacer un montón de cosas en el Oscar pero fue tan emocionante que valió la pena el momento. Después, el día a día, es pico y pala.

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