ENTREVISTA
El reconocido actor habló por el estreno de la película "El Gerente" que ya se estrenó en Paramount+ y está disponible en NSNOw de Nuevo Siglo
Leonardo Sbaraglia, uno de los grandes actores de Argentina atiende la llamada de El País para hablar de El Gerente, la película que se estrenó el jueves en Paramount+ y también está disponible en NSNow de Nuevo Siglo.
Sbaraglia habla con El País desde su casa mientras toma mate, uno de sus signos más características. La yerba, dice, se la llevó Sebastián Almada, el uruguayo que debutó en el cine con esta comedia del especialista del género Ariel Winograd y que trabajó con Sbaraglia en Hoy se arregla el mundo y también dirigió El robo del siglo.
El gerente también se basa en hechos reales. Antes del mundial de Rusia, 2018. Álvaro (Sbaraglia) es el gerente de marketing de la empresa de electrodomésticos Noblex, pero tiene ideas anticuadas. Buscando una segunda oportunidad, y como matemáticamente tienen chances, arma una campaña en redes sociales: si Argentina no clasifica al mundial, se le devuelve el dinero a quienes hayan comprado un televisor. La estrategia se vuelve trending topic, venden miles de unidades, y, justo esa vez la imbatible selección argentina está en una mala racha.
Sobre la película y eso de las segundas oportunidades, El País charló con Sbaraglia.
—Tenés 52 años y trabajaste en más de 100 proyectos. ¿Cómo se mantiene la pasión por el oficio luego de tanto tiempo?
—Creo que lo que se mantiene es esa posibilidad de trabajar. Intento que cada proyecto sea una oportunidad de tocar una tecla nueva, aprender algo, o destacarme en algo distinto. En ese sentido es un gran privilegio mi trabajo y todo lo que me da. Y además me pagan por eso. Soy muy feliz con lo que hago y el trabajo está en constante diálogo con tu crecimiento y ánimo personal. También por las puertas que uno va abriendo a lo largo de la vida. Eso se refleja en el laburo. Como le pasa a Álvaro, y eso produce un efecto dominó sobre todos los vínculos.
—Interpretar a una persona real, ¿ayuda o restringe a la hora de actuar?
—Para mí siempre ayuda porque tenés más elementos para pensar. Podés separarte mucho de la historia real, porque es siempre una excusa para hablar de otra cosa, pero me parece que siempre suma. Imaginate haber hecho a Guillermo Coppola y tenerlo de verdad para Maradona: sueño bendito; o haber hecho a un tipo cubano en La red avispa. Interpretar a gente real te suma porque tenés más elementos para inspirarte.
—El gerente es una comedia. ¿Por qué no has hecho más de ese género?
—A veces no aparecen los proyectos adecuados, y no es fácil encontrar en comedia esa situación que sea graciosa ya en el papel. En general, y desgraciadamente, la comedia está más asociada a algo superficial o chabacano porque las falencias de un guion dramático no se ven tanto como en la comedia. Ese es el motivo, pero por suerte los vamos encontrando. Además, no soy un tipo serio, me gusta mucho el humor así que no tengo problema en interpretar esos personajes. De hecho, me es más afín eso que la intensidad de un drama. Por eso me da alegría dedicarme a estos últimos proyectos que tienen que ver con la comedia.
—También es mostrar algo distinto. ¿Lo ve como un riesgo?
—Depende. Hay riesgos que están más asegurados. En el caso de Winograd tenemos muchas garantías porque tiene mucho oficio en la comedia. Es un capo en ese sentido y está cada vez más preciso y versátil. Es un placer trabajar con él.
—Es una película de segundas oportunidades, porque tu personaje, Álvaro, está como pausado en el tiempo, en sus ideas e incluso en su vestuario.
—Sí, la película habla de las segundas oportunidades, y por suerte no soy Álvaro. He tenido muchísimas oportunidades en la vida, y las sigo teniendo. Estoy en una edad parecida a Álvaro, aunque él parece un poco mayor, pero en determinado momento de la vida, cuando ya pasaste los 50 estás mirando al futuro de una manera diferente a como lo hacías antes. No mirabas el otro lado de la montaña y ahora sí. Igual siento que sigo subiendo, que no llegué arriba. Casi que por cultura uno dice: tengo 52 años, y quiero vivir la vida de una manera más parecida a lo que deseo, a lo que tenga ganas.
—Hacer los proyectos que le hagan bien a uno.
—Claro. Ya no tengo que rendirle cuentas a nadie ni trabajar para la mirada de los otros. Tengo que hacerlo para mí, para mi pasión. A esta altura te das cuenta que querés vivir como querés, no como otres te piden que lo hagas. Eso del deber-ser se cultiva desde que crecemos y uno empieza a correr detrás de una zanahoria que no sabés si es lo que querías seguir.
—En la película, Álvaro tiene un quiebre en un momento, y cambia.
—Sí, quiere volver a tener el vigor, y la posibilidad elegir con valentía. En su caso es tomar decisiones, recomponer la relación con su hijo, reencontrarse con su exmujer. Es un tipo que ve en esto, quizás, la última oportunidad de su vida.
—¿Te ha pasado de sentirte así, con la última chance?
—Yo tuve el privilegio, a lo largo de toda la vida, de tomar muchas decisiones. Aunque en algún momento me he sentido como Álvaro. A veces uno sin darse cuenta se va adormilando, acomodando, y vas perdiendo el vigor, la pasión y el deseo más estructural de tu persona. En el caso de Álvaro, creo que conviene pensar que de pronto tiene la última bala, y si no se sube a este último tren, tal vez no tiene otra oportunidad. Tiene la posibilidad de patear el tablero y dar un timonazo que lo lleve a un lugar más comprometido con lo que quiere.
—¿Buscabas cuando fuiste, en los 2000, a España a trabajar?
—Sí. Igual pensá que era rependejo. Y si bien tenía solo 29 años, estaba trabajando hacía 15 como actor y venía bastante estructuradito. Me hizo bien porque me sacudió. Me ayudó a volver a empezar, a no tenerle miedo al ridículo porque era un pibe que a los 30 años quizás era demasiado serio. Entre los 20 y 30 había puesto demasiada tensión en demostrar que era un actor serio, y cuando uno se pone a trabajar más para el afuera que para uno, terminás preso de esa mirada. Cuando fui a España vi que tienen una cosa muy lúdica, en el trabajo y en su vida. Es una sociedad injusta quizás en otros aspectos, pero tiene una gran capacidad lúdica, descontraturada y llana. Son muy “al pan pan y al vino vino”. Me vino muy bien, porque te destraba.
—¿Cómo va su vida?
—Es hermoso lo que sucede en mi vida y trabajo. Estoy feliz y agradecido con esta profesión que me ha dado siempre la posibilidad de crecer. Me permite enfrentarme, encontrarme con colegas de los que aprendo mucho. Y aprendo de mí mismo y la verdad es que estoy en ese camino ahora. En muchos aspectos es muy loco porque todo el tiempo me siento como volviendo a empezar. En ese sentido me encanta porque me siento en constante expansión.
—Esa expansión ¿no te llevó a Hollywood o no lo buscaste?
—No es que no me interese, no soy de los que creen en cerrar una puerta allí por las cosas lindas que hacen. Pero es un mercado muy difícil, competitivo y con muchísima gente, así que no ha tenido mi atención como otros destinos. No he puesto la energía ahí, sino en ir a España en su momento.