ESTRENOS
Se estrena este jueves la película en solitario de Buzz Lightyear; es de Pixar, expande la franquicia "Toy Story" y fue censurada en 14 países.
De todas las reinvenciones, reinicios, derivaciones y expansiones que han hecho al cine y el audiovisual de los últimos años, es probable que nadie mereciera más un protagónico que Buzz Lightyear. Su vida no ha sido fácil: creía que era un guardián del espacio, que parte del futuro de la humanidad iba a estar directamente ligado a él, pero apenas era un juguete —uno de miles y miles de idéntico aspecto— y tuvo que enterarse de buenas a primeras.
Como si no alcanzara, le tocó descubrir que en el mundo de Andy, el humano a cuya colección pertenecía, cuestiones como el favoritismo y el liderazgo eran propiedad de otro: de ese sheriff flacucho con pinta de cowboy, un tal Woody. Eran tiempos complicados.
De eso, que equivale al estreno de la primera película de Toy Story, pasaron 27 años. Desde entonces, la historia de Pixar sobre juguetes vivientes se confirmó como una de las mejores películas de animación de todos los tiempos, y dio paso a una de las franquicias más celebradas del género.
El cuarto y último film se estrenó en 2019, ganó un Oscar y se convirtió en el más taquillero de toda la serie y, a través de la emoción, ofreció una satisfactoria conclusión del relato.
Pero éxitos semejantes no se sueltan así como así. ¿Entonces nadie merecía más un spin off que el propio Buzz Lightyear? Pues que lo tenga.
Ese acto de justicia con fórmula ganadora y pretensión de perpetuar el éxito es Lightyear, el estreno comercial más fuerte de los que renuevan hoy la cartelera local de cines.
¿De qué se trata "Lightyear"?
Es, digamos, una historia de origen: la presentación del verdadero Buzz, el que inspiró a la marca que fabricó en serie los muñecos que conquistaron a las infancias de comienzos de los noventa y, por ende, a Andy. Eso lo avisa un breve texto apenas comienza Lightyear: en 1995, un niño consiguió la preciada figura de su película favorita. Esta que estamos viendo es, justo, esa película.
De ahí que Lightyear, el personaje, sea diferente. Es humano, un hombre corpulento, de mandíbula ancha y rasgos tiernos, que cada tanto aparece sin su famoso traje espacial y que lleva, en el audio original en inglés, la voz del último Capitán América, el actor Chris Evans. En Uruguay, sin embargo, solo se la podrá ver en español.
Está en plena misión con su compañera, la guardiana espacial Alisha Hawthorne, cuando las cosas se complican en un planeta no habitable. Con el equipo varado, Buzz no se dará por vencido en esto de encontrar la fórmula exacta que permita reactivar la nave para poder volver a casa.
Ni siquiera lo frenará el hecho de que con cada vuelo de prueba, su tiempo y el de los que quedan en tierra se distancie cada vez más: mientras que para él esas aventuras duran unos escasos minutos, en tiempo real se traduce a, por lo menos, cuatro años. Las pérdidas serán tan dolorosas como inevitables.
Pero cuando todo parezca perdido, Lightyear recuperará la esperanza de la mano de una pandilla impensada. Su Sancho Panza será un gato robótico llamado Sox, una mezcla perfecta de ternura, apoyo moral y habilidades intelectuales y técnicas. Y con ellos andará la “patrulla junior”: una anciana en libertad condicional, un muchacho muy torpe y la joven Izzy, la nieta de Alisha Hawthorne que, aunque sueña con ser guardiana espacial, es astrofóbica. Están faltos de recursos, de ideas y de entrenamiento, y llenos, eso sí, de buenas intenciones.
Con eso, el infaltable lema de “Al infinito, ¡y más allá!” y poco más que la nobleza de su misión, Buzz tendrá que enfrentar a Zurg, el villano que también había aparecido en tiempos de Toy Story. La lucha hará que el héroe tenga que pelear, literal y metafóricamente, contra sí mismo.
Con todo, Lightyear es una película más Disney que Pixar: más emocional, simpática y sensible que ingeniosa e interpeladora. Es clásica.
Habla de muchas cosas: del compromiso, de la colaboración, de la capacidad de asumir que solos no podemos —eso que parece tan impropio en tiempos de la hiperproductividad—, del legado, de la amistad y de la transformación. Habla, como tema de fondo, de las personas que
queremos ser.
Lo hace en envoltorio de aventura espacial, que juega en el borde de los viajes en el tiempo, entre el concepto más en desuso de las dimensiones paralelas y el tan de moda “multiverso”. Es entretenida a nivel visual (hay un lindo montaje a lo Up! en el primer tramo) y narrativo, con momentos muy graciosos y otros que pueden arrancar alguna lágrima.
Pero no deja de ser una película infantil y, en esas ligas, la hora y 40 minutos de extensión sumada a las tres (¡tres!) escenas poscréditos que incluye, la hacen un tanto extensa de más. Buzz vale el esfuerzo.
Prohibida en 14 países por un beso homosexual
El estreno de Lightyear no llega libre de polémica. Dirigida por Angus MacLane (el codirector de Buscando a Dory), fue prohibida en 14 países por incluir un beso entre dos mujeres. Según Variety, Pixar lo habría eliminado, pero la presión de los empleados de Disney habría obligado a dar marcha atrás en la decisión.
Al beso lo protagonizan Alisha Hawthorne, una mujer afroamericana, y su pareja Kiko, ya bien entrada la adultez. Es delicado y dura un segundo, pero alcanzó para alborotar a varios países de Asia y Medio Oriente. Se convirtió, antes del estreno, en la escena más comentada de un film donde el amor y el futuro son temas claves.