A veces los Oscar, los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas que misteriosamente siguen siendo pertinentes y globales culturalmente, son así de previsibles. Una vez más ganó lo que se esperaba.
Eso implicó, por ejemplo y para desazón local, que la mejor película internacional fuera Zona de interés y no La sociedad de la nieve, la española que los uruguayos vimos como nuestra y que tampoco se llevó el Oscar a mejor maquillaje, su otra nominación.
Entre lo que se veía venir, claro, estaba que Oppenheimer ganara un montón de las 13 nominaciones con las que llegó a la fiesta. Se quedó con siete: mejor película, director (Christopher Nolan), actor principal (Cillian Murphy), actor secundario (Robert Downey Jr.), fotografía (Hoyte Von Hoytema), banda de sonido (Ludwig Göransson) y edición (Jennifer Lame). Es una gran épica americana contada con solvencia por Nolan, quien había estado cinco veces nominado como director o guionista pero nunca había ganado nada.
Lo de Oppenheimer fue, sí, un reconocimiento al arte de uno de los directores más relevantes de hoy, y también a que le aportó a la industria casi mil millones de dólares en taquilla. Afirmó, así, la esperanzadora idea de que un drama serio e inventivo podía ser un camino de recuperación del cine como experiencia colectiva y trascendente. Esas cosas solo se agradecen con premios.
Es, como algunos señalaron, la primera película de un gran estudio en ganar el Oscar principal después de años de producciones independientes como Todo en todas partes al mismo tiempo o Parásitos, que no estaban mal pero no eran lo mismo.
En ese sentido, otra experiencia cinematográfica es Pobres criaturas, la del griego Yorgos Lanthimos que terminó con cuatro Oscar: maquillaje, vestuario, diseño de producción y actriz principal, el segundo de su carrera para Emma Stone (el otro fue por La La Land).
También era de esperar que, una vez más, una película de Martin Scorsese (esta vez Los asesinos de la luna) llegara con un montón de nominaciones (10) y se fuera sin nada. Ni siquiera hubo uno para su gran favorita, la actriz Lily Gladstone, quien iba para ser la primera nativa estadounidense en ganar, un honor que le arrebató Stone.
Y no hubo nada para Maestro, la biografía de Leonard Bernstein con la que Bradley Cooper hizo todo para ser una de las atracciones de la noche, lo que, quizás, terminó desalentando a los votantes que no quieren darle el gusto a una estrella en fase megalómana. Tenía siete nominaciones.
Para alegría de sus muchos fanáticos -entre los que habría que incluirse-, el mejor guion original fue el de Anatomía de una caída (una de las grandes películas del año) que fue lo único que consiguió. Subieron a recibirlo la directora Justine Triet y su coguionista y esposo Arthur Harari.
Entre las escasas sorpresas estuvo que el mejor libreto adaptado fuera para Cord Jefferson por el de American Fiction, ocurrente pero menor.
Barbie, la película más taquillera del año y con aspiraciones en ocho categorías, solo se llevó una: la mejor canción original, “What Was I Made For?”, escrita por Billie Eilish y su hermano Phineas O’Connell, lo que suena a consuelo. Y era de esperar.
Su otra canción nominada, “I’m Just Ken”, igual, entregó uno de los grandes momentos de la ceremonia: la interpretación de Ryan Gosling acompañado entre otros por Slash, el guitarrista de Guns N’ Roses.
Otros rubros en los que las apuestas pagaron muy poco fueron animación (El niño y la garza de Hayao Miyazaki) y mejor actriz secundaria para Da’Vine Randolph, que le dio su único premio a Los que se quedan, otra gran película.
La ceremonia, que empezó una hora antes de lo habitual pero igual duró 210 minutos, fue entretenida e incluyó momentos emotivos (el In Memorian con Andrea Boccelli y su hijo) y divertidos empezando por la conducción de Jimmy Kimmel, siempre prolijo y amable, quien evitó menciones políticas aunque no pudo evitar un chiste a costa del expresidente Donald Trump. Algún titubeo de Al Pacino al entregar el último premio de la noche hizo recordar que la primera vez que condujo, Kimmel debió sortear la confusión entre La La Land y Luz de luna. De ese tipo de memes, nada.
En todo caso, el momento viral lo aportó John Cena, quien entregó desnudo el premio a mejor vestuario en la que quizás haya sido la mayor ocurrencia de la noche.
Más allá de sus previsibilidades y el largo de la ceremonia, los Oscar celebraron un gran año de cine. Todas las películas nominadas estaban a la altura de las circunstancias de una industria que intenta mantenerse pertinente. Y cada año en los Oscar siempre lo consigue.