Crítica

Fernán Cisnero

No es una película sobre Maradona aunque el título refiera a aquel gol pícaro con los ingleses e incluso empiece con una cita del ídolo. Fue la mano de Dios es una historia autobiográfica de Paolo Sorrentino, quien incluyó a Maradona (interpretado por Roly Serrano) en Juventud, su película de 2015, y le dedicó el Oscar que le dio La gran belleza.

Acá Maradona es una imagen en una televisión (incluyendo esos goles geniales contra los ingleses), la esperanza que vaya a jugar a Nápoles, el amor de esa ciudad y hasta un ángel que, no solo salva al protagonista sino que incluso lo impulsa en la vida.

Fue la mano de Dios, es, en realidad, un tributo a los padres de Sorrentino, que murieron juntos en 1987 por intoxicación por monóxido de carbono en su casa de afuera. El director, que por entonces era un adolescente, no los acompañó para ver jugar al Nápoles de Maradona. Una intervención divina.

A esa historia se llega en la película después de transitar el mundo que rodea a Fabietto (el debutante Filippo Scotti) y que incluye unos padres y una superpoblada y muy peculiar familia. La presentación es de comedia alla italiana aunque luego va derivando hacia territorios más dramáticos.

La referencia más directa es Federico Fellini, quien es citado directamente en una escena en un casting repleto de personajes “fellinescos” pero está presente más allá de eso. Fue la mano de Dios sería el Amarcord de Sorrentino pero es una exageración. Las intenciones pueden ser las mismas y algunas referencias estéticas van por ese lado, pero no mucho más.

Lo que hace Sorrentino es contar una historia muy personal con su estilo muy personal (cuidados de puesta en escena, mucho lente gran angular) que al principio llena el ojo pero que a la larga es insuficiente. Y, valga la redundancia, lo cuenta de una manera un tanto larga.