Fernán Cisnero
La pregunta que uno se hace cuando charla con Natalia Oreiroes: ¿cómo hace para ser madre presente, cantante, actriz, conductora, celebridad, vocera de causas sociales, empresaria?
Y hay otra pregunta recurrente, ¿cómo hace para públicamente mostrar tal buena disposición, esa simpatía a prueba de periodistas que tienden a preguntar más o menos siempre lo mismo?
Esta semana Oreiro está de estreno de cine y de televisión. Hoy es la avant premiere de Casi muerta, una comedia que se estrena para público general el próximo jueves. Mañana, en tanto, empieza la nueva temporada de La Voz Uruguay, el certamen de talentos de Canal 10, un proyecto del que se siente muy cercana.
Pero la excusa para la charla con El País es Casi muerta, que dirige Fernán Mirás, compañero de reparto de Oreiro en Reloca, una película con la que comparte tono: van en el rubro de comedias livianas de la filmografía de la uruguaya.
Interpreta a María, a quien le diagnostican, como mucho, un mes de vida. Los va a pasar con sus tres amigos más queridos, entre los que está un enamorado (Diego Velázquez), quien se va de Montevideo a Buenos Aires para cuidarla. La presión del plazo acelera los sentimientos que se escondieron entre ellos, aunque él se olvida de avisarle que está de novio y comprometido.
Una cena de Navidad pondrá las cosas en su lugar en una comedia de enredos austera pero con momentos muy eficaces.
Sin preguntarle, justo, cómo hace, pero sí sobre un montón de otras cosas además de Casi muerta, Oreiro charló, simpatiquísima como siempre, con El País.
-Son días de mucho ajetreo...
-Soy muy inquieta y me gusta hacer muchas cosas y a veces se juntan una película, La Voz, lo de Unicef. Siempre hay algo lindo para comunicar, pero nunca es una sola cosa. No es que haga una película por año y hablo de eso. Uno hace varias cosas y siempre está bueno que tengan amplificación para que la gente pueda seguirte y te acompañe.
-¿Piensa a veces en bajar el ritmo?
-Eso te lo va pidiendo el momento pero sí, a veces siento que lo que necesito es tiempo. No porque quiera hacer menos cosas: sería buenísimo para mí que el día tuviera 36 horas. Ahora, por mi personalidad, es probable que en esas 12 horas de más, haría más cosas.
-Y no le alcanzarían 48 horas...
-A veces me gustaría estar más tranquila, pero nadie me obliga a hacer tanto. Si me divierte, lo hago. Obviamente me canso porque soy una persona, pero no me puedo quejar: soy una privilegiada y todas son elecciones mías.
-Y está la familia...
-A veces viajar tanto se me complica un poco con los horarios familiares, po rque mi hijo está en sexto año de escuela y y esa regularidad es muy importante para él. Me acompaña todas las veces que se puede.
-En una entrevista decía que entró en Casi muerta sin mirar el guión porque estaba Mirás. ¿Cuánto hay de intuitivo en una carrera como la suya?
-Mi percepción es que las veces que he hecho algo por mi intuición, no me ha ido mal: disfruté del proceso y a la gente también le gustó. Lo que pasó con Casi muerta es que quiero mucho a Fernán como compañero y es una persona adorable con un sentido del humor único. Estábamos rodando Reloca, donde hacíamos de pareja, y él acababa de estrenar su ópera prima, El peso de la ley. Es un drama con mucho humor y me encantó. Y pensé que “este tipo es rebuen actor, rebuena persona y rebuen director”, así que le dije que contara conmigo para su próxima película para el personaje que sea. Cuando me llamó le dije que sí antes de leer el guion.
-Y no le falló la intuición...
-El guion me encantó porque es una comedia negra para reírse muchísimo. Y nos identifica a todos porque habla de las cosas que son inevitables, como la muerte. Y reírse del miedo que te causa la muerte me parece que es un punto de vista bastante particular en una comedia que tiene todos los ingredientes para que la gente se mate de risa y al mismo tiempo vaya por situaciones muy profundas. Pero es muy simple porque habla de cosas esenciales: el amor, la amistad, la vida y la muerte y cómo se replantean estos cuatro amigos el tema en relación a la posible pérdida de uno de ellos que, justo, es mi personaje.
-Me hablaba del cariño por Mirás. ¿Cuán importante es en sus decisiones profesionales el factor humano?
-La mitad de mi vida la paso filmando; si no la paso bien, no tiene sentido. No recuerdo un trabajo en el que no haya habido linda energía. Una película son tres meses de ensayo y dos de rodaje; una serie son seis meses o un año: te relacionás con la gente como si fueran parte de tu familia y querés a la otra persona. Por mi personalidad, me es muy difícil actuar bien con alguien al que no quiero. No quiero pasarla mal: prefiero trabajar con buena gente que con grandes directores. Jamás trabajaría con un director, por más bueno que sea, si me dicen que es maltratador, aunque no me maltrate a mí.
-El año que viene se cumplen 30 años de su llegada a Buenos Aires siendo una adolescente. ¿Cómo recuerda eso?
-Cada vez que puedo doy gracias a Argentina de la manera en que me acogió, porque a mí me cuidaron mucho. Era muy chica y el medio me cuidó mucho. Me cuidaron mis compañeros y mis compañeras, los directores y las directoras. ¡Era muy pequeña! No me daba cuenta, pero ahora miro para atrás digo: “wow, a lo que me expuse”. Nunca me hicieron pasar un mal momento más allá de algún que otro comentario fuera de lugar o hiriente, pero mi personalidad hacía que eso no me hiciera mella: era más fuerte lo que yo quería hacer y eran más las personas que me cuidaban y celebraban que las que, de repente, me menospreciaban.
-¿Dejaría que su hijo se fuera tan chico, solo, a hacer su vida?
-Es difícil decir que no lo dejaría, porque de la misma manera que les agradezco a mis padres la libertad y la confianza que me tuvieron desde tan pequeña, quisiera hacer honor a eso y poder acompañar a mi hijo con la misma libertad. Sí, lo que intentaría hoy -por ser parte del medio y por tener más conocimiento y porque la realidad ha cambiado muchísimo de cuando yo comencé a hoy con todo el tema de la exposición, las redes sociales- es demorar la edad en la que aprobaría que él haga su camino lejos de casa. Esperaría más a partir de los 20 años, pero es difícil decir que haría tal o cual cosa. Igual no pareciera que Ata se quiera dedicar a nada de lo que hacen sus padres, y eso es buenísimo (se ríe).